jueves, 13 de octubre de 2022

"El mundo de Europa oriental: una trágica pérdida de tiempo, de personas y de energía." Entrevista de Gabriela Adameşteanu a Ioan Petru Cualianu (22, núm. 13(63), 5 de abril de 1991)

 

"El mundo de Europa oriental: una trágica pérdida de tiempo, de personas y de energía." 

Entrevista de Gabriela Adameşteanu a Ioan Petru Cualianu  


Gabriela Adameșteanu: ¿Cuántos años tenías cuando marchaste de Rumanía?

Ioan Petru Culianu: 22. Como tu revista.

G.A.: Probablemente eres el único que se fue con esa edad, lo que te permite formar parte, de una manera más profunda, del nuevo mundo en el que te integraste.

I.P.C.: Ya antes vinieron otros. Por ejemplo, Andrei Codrescu. También es un gran escritor, y también es alguien apreciado extraordinariamente como reportero en los Estados Unidos. Como poeta es notable, pero su éxito no proviene de la poesía, sino del hecho de que muy a menudo retransmite para la National Public Radio, una estación de radio muy escuchada por la intelectualidad. La radio estatal en los Estados Unidos no tiene mucho dinero (solo las radios privadas tienen fondos importantes), pero hace programas de muy buena calidad. Y Andrei Codrescu es uno de los garantes de esa calidad. Conmigo es diferente. Escribo en seis idiomas; y cuando se escribe en seis idiomas, no se tiene, en realidad, un idioma propio.

G.A.: ¿Seguiste escribiendo literatura durante estos años?

I.P.C.: Escribí, y dejé de escribir. En realidad no tenía un idioma en el que escribir.

G.A.: ¿Cuándo se empieza a escribir en un idioma se pierde el otro?

I.P.C.: Creo que sí. Se tiene que decidir bien en qué idioma se escribe. Me marché a Italia, así que conozco muy bien el idioma italiano, pero solo últimamente escribo en italiano, porque es completamente diferente escribir cuando escribes para ti y cuando te piden que escribas algo. Obtuve dos doctorados en Francia, escribo mis libros científicos en francés, pero dudé mucho en escribir literatura en ese idioma. Eventualmente comencé a escribir en francés, pero publiqué en Italia. Las cosas no siempre salen como uno las planea. De hecho, casi nunca salen así.

G.A.: ¿Dejaste de escribir en rumano inmediatamente después de irte?

IPC: No, no. Escribí varias novelas en rumano que después deseché. Y me alegro de haberlo hecho: me di cuenta que es una extraordinaria suerte no tener que dar una salida inmediata a lo que uno escribe.

G.A.: ¿Es una oportunidad?

IPC: Sí. A veces creo que escritores muy prolíficos han tenido la desgracia de poder publicarlo todo.

G.A.: ¿Te refieres también a Mircea Eliade, en algunas de las prosas que escribió aquí?

IPC: Sí. Pero en su caso era una situación completamente diferente. Hubo muchas peticiones por parte de los editores.

G.A.: Pero no todos los escritores de la época escribieron un libro tan rápido. Él mismo confesó, en Las promesas del equinoccio, que después se arrepintió.

I.P.C.: La parte fantástica de la prosa de Eliade sigue siendo, en todo caso, muy interesante. En sus diarios afirma que escribió cierta prosa fantástica más rápido de lo normal. Aún así no creo que la velocidad sea necesariamente la culpable.

G.A.: ¿Escribes rápido?

IPC: No. Hace tiempo escribía muy rápido. Pero las historias siempre necesitan su tiempo. Crecen poco a poco, como las plantas. Aunque eso probablemente tú ya lo sepas. En cierto modo, cuando empiezo a escribir, la planta está ahí. Sé lo que es, y lo que tengo que decir, pero no empiezo a escribir hasta que no lo sé. Por esa razón no se debe escribir demasiado.

G.A.: ¿Seguiste lo que sucedió durante este tiempo en Rumania?

I.P.C.: Lo seguí con creciente dolor, desde la primavera. O desde el invierno. Al principio, muy al principio, no sospechaba nada. Tan bien aborregados estábamos por quienes organizaban el gran guión de la Televisión. ¿No?

G.A.: Durante los primeros meses del año pasado vivimos (como casi todo el mundo) con la impresión de que nuestra “buena” Televisión se estropeaba cada dos semanas. Más tarde empecé a pensar que tal vez ya todo empezó a ir mal con las primeras imágenes.

IPC: Sí. Pero el guión había sido muy bien estudiado. Se decía que era la operación de la KGB más exitosa y espectacular desde la retirada del ejército soviético de Afganistán. Obviamente, la KGB tiene una tradición bastante importante de éxitos, especialmente en el extranjero. Aunque dentro de la Unión Soviética parece que o está perdiendo terreno o planteando guiones muy... inquietantes.

G.A.: Sin embargo, la gente salió espontáneamente a la calle. Y esa es también la tesis de România Mare: que no hubo revolución.

I.P.C.: No sé cuáles son las conclusiones extraídas por România Mare. Yo saco la conclusión de que România Mare existe precisamente porque no hubo revolución. Si hubiera habido una revolución, România Mare no existiría. Por supuesto que la gente salió a la calle, pero eso también estaba previsto en el guión. Creo que desde el punto de vista del desarrollo del guión fue un gran acierto. Pero a medida que los corresponsales occidentales comenzaron posteriormente a hacer notar las inconsistencias, comenzando por las víctimas que no eran víctimas, sino de la morgue y...

G.A.: Pero murieron más de mil personas...

I.P.C.: Sí, pero es muy curioso cómo murieron algunas. Aunque la Securitate se había puesto del lado del Gobierno Provisional, se enviaron autobuses con guardias de la Securitate para apoyar al ejército, el ejército abrió fuego, cayendo todo el autobús. Por lo que entiendo, muchas de las víctimas, diabólicamente pensadas, eran discapacitados; gente que se metió en ese autobús para que se produjera un derramamiento de sangre. Es el plan más terrible que se pudo estudiar y llevar a cabo.

G.A.: ¿Pero por qué había que derramar tanta sangre?

I.P.C.: No lo sé. Será la especificidad nacional. Si la dictadura de Ceaușescu forma la especificidad rumana, entonces seguramente se necesitaba algo de sangre. Pero estas son solo suposiciones.

G.A.: Estoy un poco ofendido cuando le echas la culpa de todo a la KGB. ¿No podría la Securitate organizarlo todo por sí misma?

I.P.C.: La estupidez de la Securitate es histórica, de una profundidad sin precedentes.

G.A.: ¿Por qué fue necesaria una transición tan espectacular, cuando en todos los demás países del Este no hubo un solo muerto?

I.P.C.: No sé ahora cuántas víctimas se preveían, sólo creo que se preveía cierto derramamiento de sangre. Si tenías sangre, tenías que hacerla fluir. Solo que otros países del Este no tenían un Ceaușescu. Solo los rumanos podían permitirse ese lujo.

G.A.: ¿De verdad era tan grande el poder real de Ceauşescu, si en un solo día pasó de dictador todopoderoso a autoestopista?

I.P.C.: Esto demuestra que toda la Securitate lo defraudó. Fue a uno de sus reductos, a Târgovişte, y allí encontró al ejército estacionado, pero nadie le recibió. Dorin Tudoran acaba de escribir un artículo muy bonito, en el que dice que en realidad todo lo que está sucediendo (y no es sólo su hipótesis) en la Unión Soviética y en los países satélites, no es más que un plan urdido por la KGB. Probablemente en algún momento -durante la época de Andropov- la KGB trabajó con superordenadores (son máquinas que cuestan decenas de millones de dólares y que pueden crear un modelo del mundo que se adelantase a varias décadas o más) y vio que el modelo no llevaba a ninguna parte. Y luego, se dieron cuenta que sin cambiar a una economía de mercado, las pérdidas serán mayores que las ganancias. Derribaron el Muro, y obviamente dieron inicio a todos los movimientos que ahora se están dando en los países satélites.

G.A.: ¿Pero no crees que ahora los países satélites se están liberando de la influencia de Moscú?

I.P.C.: Mira lo que te digo: no me lo creo en absoluto. Alemania ha sido el golpe más espectacular dado por los soviéticos. Hoy por hoy toda Alemania está, poco a poco, abandonando su vínculo con Europa Occidental: este sería el precio a pagar por la anexión de Alemania Oriental. El precio político, no los seis mil millones de dólares regalados a la Unión Soviética, etc. Pero políticamente, incluso si se mantiene dentro de la OTAN, ya está completamente fuera del paraguas occidental. Así, de esta manera, la OTAN cambiará por completo. Es una gran victoria soviética, con Alemania Occidental fuera del programa político común de los países de Europa Occidental a causa de la Alemania Oriental y del partido socialista. Parece que, en este momento, la KGB ya no domina la situación en la Unión Soviética. Si es así o no, no lo sé. Tal vez esté ideando un nuevo plan diabólico.

G.A.: ¿Me va a decir ahora que también la KGB está relacionada con la [Uniunea] Vatra Românească?

I.P.C.: La Securitate ya dirige la [Uniunea] Vatra Românească. La KGB ahora tiene otras cosas que hacer, porque todo va yendo como es debido en Rumania (dejando aparte a la economía). Mientras que las cosas no marchan muy bien en la Unión Soviética. Andropov ya utilizó a Hungría para estudiar la transición a una economía de mercado. Eso lo llevó a que se dejara que la KGB continuara tranquilamente por ese camino. ¿Crees que Gorbachov tiene tanto peso personal? De ninguna manera. Todos sabemos que un Jefe de Estado es un títere.

G.A.: ¿Era Ceaușescu también un títere?

I.P.C.: Ceaușescu estuvo en algún momento de acuerdo con todos. Y probablemente por esa razón ha tenido tanta paciencia durante tanto tiempo. Con los unos y con los otros.

G.A.: ¿Por qué Ceaușescu convenía a los occidentales?

I.P.C.: Hay sutilezas que yo, que no tengo nada que ver con la política, no sé. Pero lo puedo adivinar. Durante un tiempo fue intermediario en todo el asunto de Oriente Medio. Rumania era el lugar donde los emisarios secretos de la OLP podían encontrarse con los emisarios secretos israelís, etc. Un lugar donde probablemente se llevaron a cabo operaciones que ni siquiera sospechamos. En cuanto a Iliescu, no me parece que tuviera esa posición clave que le aseguró el primer liberalismo de Ceauşescu a principios de los 70. Iliescu es un advenedizo...

G.A.: Pero, por ejemplo, lo que está sucediendo ahora con los búlgaros, ¿no contradicen en algo tu manera de ver las cosas? Superaron el problema de las elecciones. El Parlamento y su presidente, Zheliu Zhelev, elegido por la oposición, ofrecen mucha más credibilidad.

I.P.C.: Entonces eso quiere decir que no debemos culpar de lo que está sucediendo ahora en Rumania a la KGB, sino a la Securitate. Sí, eso es correcto. Pero la Securitate es tan descomunal y tan estúpida que no veo cómo...

G.A.: Matei Călinescu dijo que hoy por hoy la Securitate sólo controla algunas partes de la sociedad. Ya no controla a toda.

I.P.C.: Y tiene razón. Pero sólo la Securitate es capaz de manipular de esta manera. Domina la política nacionalista, domina [Uniunea] Vatra Românească, domina los medios de comunicación. Y tiene un extraordinario poder de influencia. Siempre pueden decir: “Esto básicamente lo hicimos nosotros y por esa razón no podéis recriminarnos nada”. Ahora me doy cuenta de por qué România Mare puede mantener la misma tesis que yo, pero con conclusiones totalmente opuestas.

G.A.: Es por esa razón por lo que estamos tratando de rehabilitar a “nuestra buena Securitate”, que es la que se deshizo de Ceaușescu.

I.P.C.: Así que ahora alguien tiene que huir de la Securitate.

G.A.: ¿Tienes un guión?

I.P.C.: Ya veremos. Puede ser que, al final, sean las razones de orden económico las que reciban...

G.A.: ¿También estabas al tanto de la literatura rumana?

I.P.C.: Estaba al tanto hasta cierto punto. Ya te dije que leí tu novela, Una mañana perdida, en 84. Leí las novelas de Augustin Buzura, a quien admiré hasta la revolución. Después, ya no. Afortunadamente, he conocido más sobre las cosas que quedarán que sobre las que no. Hay una fórmula novedosa de la que pocos podrían escapar, la fórmula de Constantin Ţoiu: se puede criticar de todo siempre que en algún momento digas que “ha llegado la luz” ...

G.A.: ¿Cuál es la situación de la literatura en Estados Unidos en relación con la crítica literaria?

I.P.C.: Toda opinión sobre cualquier cosa de la vida intelectual estadounidense pasa, casi siempre, por una única publicación: la New York Review of Books. Es esa revista la hace que algo sea valorado como bueno o malo. No es, por supuesto, la única publicación, pero sí la más importante. Las cosas que pasan aquí, en América -justificadas o no- son las más importantes, las de mayor peso… por la amplitud del mercado, por su eco, por la atracción que tienen de inmediato en los medios de comunicación de Europa occidental. No conozco al detalle la literatura estadounidense de hoy o, mejor dicho, solo conozco lo que me interesa en cada momento. Estados Unidos es, con diferencia, el lugar más interesante del mundo. El único lugar algo comparable en términos de creatividad es París -pero no en términos de extensión. París es un lugar interesante. Por lo demás Europa no tiene mucho que decir. Supongo.

G.A.: ¿Constituye el mundo de la Europa del Este una zona cultural separada?

I.P.C.: Desafortunadamente, creo que sí. Es una gran y trágica pérdida de tiempo, personas y energía. En un período temporal, como bien dices, de más de cincuenta años, se ha destruido todo el potencial de esa zona.

G.A.: Actualmente hay una discusión sobre Mircea Eliade en publicaciones estadounidenses especializadas: se le critica severamente por ciertos artículos escritos durante el período de 1936-37 en periódicos rumanos; se critican ciertos silencios en sus memorias como respecto a esa época.

I.P.C.: Eso es absurdo. Es, como poco, un crimen contra la inteligencia. Pero de esa manera puedes entender cómo, en aquel entonces, alguien -alguien incluso como Mircea Eliade- pudo caer en la trampa. Todo parecía tener un significado determinado, se creaba un lenguaje que daba la impresión de que comunicaría, lo sé, los resortes de la realidad de forma verosímil. Más aún desde entonces, todos repetían las mismas cosas: no era la innovación de los rumanos. La idea con los judíos, que es sin duda la fuente de las motivaciones económicas legionarias, ya se había incubado desde finales del siglo XIX en Alemania, en Francia y en Inglaterra especialmente. Pero leído a una distancia de cincuenta años, aun haciendo una abstracción de la guerra y del holocausto (por mucho que no se pueda hacer esa abstracción), todo aparece hoy como un crimen contra la inteligencia. Y sigues preguntándote cómo alguien como Eliade pudo caer en la trampa. Sobre todo porque Eliade tiene, digamos, un centenar de artículos políticos, de los cuales ni siquiera el 10% son del período de 1937. El resto son increíblemente bienintencionados y actuales para nosotros. Mircea Eliade comenzó como un demócrata, escribió contra Mussolini, escribió contra la llegada de Hitler al poder (algo que los demás no hicieron). Entre los ilustres colegas vivos de Eliade, al menos uno acogió con entusiasmo el ascenso de Hitler al poder. Entonces, en el 33, Eliade era obviamente un demócrata. Dice que mantuvo este posición hasta 1934, después comenzó una cierta vacilación, y en 1937, obviamente, un deslizamiento.

G.A.: ¿Fue entonces un desliz puntual? ¿No fue una posición consistente desde el inicio?

IPC: No lo creo. En el caso de Eliade parece un desliz. Son básicamente tres artículos en los que hay serios matices de xenofobia y chovinismo. Sobre uno Eliade también dejó por escrito que no es suyo. Todos los que conocemos los escritos de Eliade de ese período nos damos cuenta que, por supuesto, la entrevista se basó en lo que dijo el mismo Eliade; pero que la forma de escribir no es la suya. Y ahí está el único lugar donde hay una referencia directa a los judíos. Pero hay tres artículos de un chovinismo muy desagradable. Y por lo demás, hay algunos artículos a favor de la Guardia de Hierro de Moţa, Marin, etc., que, por favor, se pueden explicar de otra manera. Sin embargo, con todo el desliz en el 37, Eliade no aparece como un antisemita.

G.A.: ¿Ni durante el resto de tu vida?

I.P.C.: Ni durante el resto de mi vida, sin duda. Pero tampoco a través de su obra como periodista de opinión. Aunque hay dos artículos vergonzosamente machistas. Pero, repito, en cuanto a la entrevista que plantea la cuestión judía, tendemos a creer que no la escribió. Pero no podemos creerle cuando dice que nunca la había dado. La dio, por supuesto. Pero probablemente no la editó.

G.A.: Durante aquellos años, ¿Mircea Eliade estuvo más cerca de Nae Ionescu?

I.P.C.:  La cercanía de Eliade con Nae Ionescu no puede tomarse como algo negativo. Nae Ionescu lo descubrió, como descubrió a otros: a Mihail Sebastian o a Eugen Schileru. Nae Ionescu era un hombre muy abierto. Durante la guerra, el futuro exdiputado comunista, George Călinescu, lo acusó de filosemitismo.

G.A.: ¿A Nae Ionescu?

IPC: Sí. Nae Ionescu era un espíritu muy versátil. Y ciertamente no era un antisemita. Pero su obra, a cincuenta o sesenta años de distancia, me parece desoladora. Es de una pobreza tremenda.

G.A.: Cuando, en el último año, se pudo empezar a mencionar el nombre de Nae Ionescu, parecía que se estaba intentando colocar en un pedestal. Me sorprendió, porque había leído su libro de no ficción La rosa de los vientos sin ningún entusiasmo. Pero me imagino la fascinación por la gente. Lo vi, por ejemplo, en Octav Onicescu. Su rostro se iluminó cuando, después de cincuenta años, mencionó el nombre de Nae Ionescu.

I.P.C.: Sí, era apuesto, inteligente y rápido de reflejos. Pero es fascinante la enorme distancia que hay entre él y Eliade. Todo el periodismo de opinión de Eliade, todo lo que Eliade escribió durante ese período sigue siendo interesante. Incluso cuando repite al cien por cien las cosas que decía Nae Ionescu. O de Nichifor Crainic... Me parece que Eliade no entendió, o que lo entendió de una manera muy particular, lo que decían los ortodoxos. De hecho, no debería sorprendernos, porque Eliade tenía sus raíces indias, y sus aventuras eróticas, la importancia del sexo, etc., que no encajaban bien en la ortodoxia. Ni siquiera en algunos liberales. Mutatis mutandis, Eliade fue como un especie de reformador. Eliade vivió la fraseología de Nae Ionescu, que bajo su pluma aparece sobrecogedora, llena de vitalismos, de ambigüedades, de cosas sin fundamento; pero le dio un significado muy personal.

G.A.: ¿Y cómo aparece el trăirism a una distancia de cincuenta y sesenta años? Era una variante del existencialismo, ¿no?

I.P.C.: Yo creo que sí, pero incluso el existencialismo ahora, a una distancia de varias décadas, parece deplorable. Y no a partir de sus representantes más pequeños, como Sartre, sino incluso en los más grandes, como Heidegger: la pobreza conceptual, los clichés, el uso de una dudosa tradición, parecen ahora lamentables. Sé que esto va a horrorizar a algunos de mis amigos. (Risas.) En Alemania hay una corriente anti-heideggeriana muy fuerte. Me tomó su tiempo darme cuenta de esto.

G.A.: ¿Pero esa corriente antiheideggeriana no está ligada a los acontecimientos de la biografía de Heidegger?

I.P.C.: No, no tiene nada que ver con la biografía. Sino con que Heidegger, desde un principio, teologiza las cosas primitivamente, y es un gran manipulador del lenguaje. En alemán suena extraordinariamente simple, incluso simplón. Sus complicaciones provienen de un montón de galimatías estilísticos, asonancias, aliteraciones, etimologías verdaderas o falsas… todo un saco de tropos, un juego literario, detrás del cual se esconde una pobreza conceptual aterradora. Unas declaraciones apodícticas sobre el origen, el destino de Occidente, de la humanidad en general. Es tanto más inútil formularlos cuanto que, afortunadamente, siempre resultan falsos. Por supuesto, Heidegger pertenece a una tradición que quería comprender las percepciones de la civilización occidental. Sin embargo, la civilización occidental ya es completamente diferente a como la que conoció Heidegger en 1938-1939. Y lo que ahora es interesante en ella, [Heidegger] lo pasó totalmente por alto: habría sido de una inautenticidad radical para él.

G.A.: ¿Qué es muy interesante en la civilización occidental actual?

I.P.C.: Muy interesantes son los temas cognitivos que se debaten hoy, todas las cosmologías. Heidegger estaba poniendo la autenticidad radical fuera de los debates cosmológicos, ¿no? Pues bien, esto es exactamente lo que se ha vuelto más interesante hoy en día, gracias a las hipótesis científicas, al estudio de las multiplicaciones. Heidegger pertenece a una tradición filosófica que pasa por a través de la teología cristiana (diría que la peor parte). El memento mori, la meditación sobre la muerte no pertenece a la parte más fascinante de la teología cristiana, que es la de la multiplicación de los mundos, la exploración de las posibilidades desconocidas de Dios, en las que el hombre no tiene ningún papel interesante. Pensar que eres humanista solo porque te preocupa la muerte de un hombre me parece un error capital. Pero Heidegger, sin duda, sigue siendo uno de los más grandes escritores del siglo.

G.A.: ¿Y no era algo más que escritor?

I.P.C.: Todos somos escritores, incluido, entre nosotros, Einstein. No hay otra disciplina. Y en ciencia se dice que las teorías no se aceptan por su verdad, sino por las estrategias para hacerlas aceptar, por su elegancia estética. Si las demostraciones de Einstein no hubieran sido estéticamente elegantes, sus compañeros matemáticos no se habrían dejado convencer por ellas.

G.A.: Aquí en los Estados Unidos se habla bastante de la muerte de la literatura.

I.P.C.: Los científicos que estudian la cibernética afirman que, en momento dado, el lenguaje articulado podría desaparecer del mundo, y ser reemplazado por otro sistema de comunicación. No sé de cuántos cientos de miles de años estamos hablando. Depende mucho del extraordinario desarrollo de los ordenadores. Incluso ahora, una de las cosas más interesantes que estoy haciendo son los “mundos alternativos”. Por ahora son un poco primitivos, pero cuando se desarrollen, será así: coges una máscara, te pones unos guantes y con la ayuda de la máscara y los guantes estás en un mundo completamente diferente. Obviamente, el programa te da el mundo en el que estás. Pero puedes estar donde quieras. Y realmente funcionas en ese mundo; es decir, tus manos, a través de guantes, toman los objetos de ese mundo, palpan los objetos, ¿comprendes?

G.A.: ¿Dónde está ese mundo?

I.P.C.: Está en los ordenadores. Obviamente, esto también plantea problemas filosóficos muy interesantes, porque básicamente nosotros también, en nuestros mundos, estamos, podríamos decir, en nuestros ordenadores. Nuestra conciencia es en realidad una pantalla tridimensional. Otros dicen que tendría más de tres dimensiones. Nuestra imaginación, incluso nuestra conciencia, es similar a la pantalla de un ordenador. Creo que son exactamente las operaciones de los ordenadores las que crean las imágenes. La analogía del ordenador funciona en la medida en que nosotros también tenemos una pantalla, pero por otro lado nosotros mismos somos ese ordenador.

G.A.: Un ordenador que no se domina lo suficiente, ¿verdad? Porque, de hecho, parecería que no estamos usando todas nuestras disponibilidades en absoluto.

I.P.C.: Claro, un ordenador tal vez de poca potencia. Pero en la historia del mundo, muchas religiones, técnicas y folklores han buscado programas de acceso al ordenador, a la verdad, a los secretos de la mente.

G.A.: Estamos llegando al espacio de las doctrinas orientales.

I.P.C.: Sí, se puede decir que también son formas de actuar en algunos programas especiales de la mente humana. Científicamente aún no se conocen. Se conocen ciertos estados especiales de biocorrientes circulantes, llamados ondas alfa, ondas theta, que tienen propiedades muy curiosas sobre el organismo. En las ondas theta, por ejemplo, el cuerpo ya no reacciona al dolor. Pero no quisiera darles mucha importancia a tales cosas, porque en realidad no se conocen con precisión. Son físicos los que lo han investigado. Hay un movimiento New Age muy importante e interesante en California que afirma ser capaz de manipular la mente de tal manera que produzca los resultados deseados. Algo así como la magia, por así decirlo, pero usan técnicas de bombardeo subliminal. Como el hilo musical de los grandes almacenes que tiene mensajes subliminales que te hacen comprar, sentirte muy bien, feliz, entrar en un mundo artificial, en una especie de paraíso. Pero que también contiene mensajes subliminales para que no robes. Y hay leyes que regulan su uso, porque obviamente hubo objeciones. Algunos dicen que eso es una forma de manipular la conciencia. Pero este ejemplo es solo la punta del iceberg de un montón de técnicas. Algunas técnicas, para cambiar la conciencia, el subconsciente, son completamente desquiciadas, otras son muy interesantes; si en determinadas situaciones conoces la fórmula correcta, la conciencia puede producir resultados sorprendentes que superan a la naturaleza. Algunos físicos han investigado sobre uno de los llamados pensadores positivos más interesantes, un tal Napoleon Hill, que forma un grupo y luego camina a través del fuego con sus seguidores. Camina sobre brasas. Movidos por sus afirmaciones, los físicos realizaron investigaciones para demostrar que no estamos ante un fenómeno sobrenatural. Y los electroencefalogramas han demostrado que si entras en la etapa alfa o theta tienes cierta protección contra el dolor.

G.A.: ¿Y esa New Age es de California?

I.P.C.: No, está en todas partes. Pero las “más potentes” están, digamos, en California. Está muy comercializada. Pero algunas cosas son interesantes. Otras son ridículas.

G.A.: Retrocedamos un poco al momento de tu partida.

I.P.C.: Me fui en el 72. Tenía un volumen en Cartea Românească, que ya había sido anunciado en el programa de 1970 en la Editorial Eminescu. Luego, más tarde, Mircea Ciobanu llevó el manuscrito, pero ya sin ninguna esperanza. Eran cuentos surrealistas.

G.A.: ¿Oníricos?

I.P.C.: Sí. Probablemente entonces se habrían definido así.

G.A.: De repente, después de las tesis de 1971, el término onirismo desapareció y también la literatura onírica.

I.P.C.: No puedo explicar por qué mis cuentos no pudieron ser publicados. Tengo la impresión de que cuando me llamó el jefe de redacción para decirme abatido que no podía publicarme, se pronunció la palabra “mística”. Pero desde 1970, hasta las revistas dejaron de publicarme, porque yo le había dicho muy resueltamente un “no” al guardia de la Securitate que había solicitado mis servicios. Y cuando pidió mis servicios, el guardia de Securitate me preguntó: “¿Qué quieres hacer?” “Me gustaría escribir, estudiar”, le respondí. Yo era un estudiante de italiano. “Y como profesión, ¿qué te gustaría ser?” “¡Me interesaría trabajar en una revista!” Me dijo: “¡Podemos hacer todo esto!” Pero yo no era un buen chico. Y como no era un buen chico, tuve señales de inmediato. Y desde 1970 no he podido publicar mi prosa. Entonces fue una señal muy clara, que realmente no tenía nada que hacer en Rumania. Afortunadamente lo entendí y logré salir en el 72. Dos semanas después de la graduación. Estuve en Italia casi cinco años, y después me trasladé a Holanda, donde estuve doce años, de manera intermitente. Fui estudiante aquí en Chicago, en el 75, y estudié con Mircea Eliade. 

G.A.: ¿Conocías ya a Eliade?

I.P.C.: Le conocí en 1974, pero ya mantenía una correspondencia con él desde 1971, todavía viviendo en Rumanía, antes de las tesis. Y luego, cuando marché de Rumanía, empezamos a escribirnos muy a menudo. Nos encontramos en septiembre del 74, en París, y un poco más tarde, en el 75, conseguí irme a trabajar con él. Luego volví a ver a Eliade en verano, un mes en París, y pasamos juntos prácticamente todas las noches. Cuando estuve en Holanda, él también fue a visitarme, con su mujer. Desde 1986 me invitaron aquí a dar conferencias y teníamos varios proyectos en los que estábamos trabajando juntos, pero, lamentablemente, tres semanas después de mi llegada, sufrió un ataque. Permaneció en el hospital durante ocho días. Eliade era un hombre muy generoso, muy encantador e inocente. Tenía un encanto muy especial. Y tenía una gran inteligencia e incluso una prudencia, en cierto sentido, práctica. Entendía muy bien las relaciones sociales, los mecanismos de cierta, lo sé, sociedad intelectual de la que formaba parte: allí no era un extraño, ni se sentía extraño. Pero su gran franqueza formaba parte de su encanto. Por eso, en algún momento puede explicarse cómo Eliade pudo ver las partes generosas de un movimiento sin, digamos, comprender su lado oscuro.

G.A.: ¿Cuántos libros tienes en total?

I.P.C.: Quince. Tengo varios libros que prácticamente no existen (fueron editados con editoriales muy pequeñas, de muy poca tirada), y otros fueron muy bien recibidos- la mayoría en Italia. En Francia solo tengo publicados cinco. Y en Estados Unidos uno publicado y cuatro en imprenta. Además, recientemente publiqué varios cuentos escritos con un colaborador. Escribimos “a cuatro manos”. Escribo bien mi trabajo científico en inglés, pero para la literatura se necesita algo más.

G.A.: ¿Pero eso no significa ya una traducción?

I.P.C.: No, no. Para nada. Todo está escrito conjuntamente. Así es mucho más divertido, de verdad.

Chicago, 2 de diciembre de 1990


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