domingo, 29 de junio de 2008

Una entrevista a Pla (y III)

SP Oiga, si le parece, podríamos hablar de literatura. A su juicio, ¿en qué consiste saber escribir?
JP Yo creo que, para escribir en una determinada lengua, la primera cosa que se requiere es enterarse de cómo va formada esta lengua. El genio de todas las lenguas latinas consiste en poner un artículo, un substantivo, un verbo y un predicado. La mejor frase que se ha hecho en nuestra lengua es «la puerta es verde». Punto. Y luego sigue otra frase. Ahora bien : todo el problema de la literatura estriba en acertar con el adjetivo que acompaña a la puerta. Y si quiere usted un ejemplo más sutil, en vez de describir una puerta describa usted un bigote, unos ojos o una conciencia. En definitiva, yo soy partidario de la literatura realista poética. ¿Usted no?
SP Tendríamos que definir lo que es realismo poético.
JP El realismo poético consiste en encontrar los adjetivos. En la mayoría de los escritores los adjetivos son falsos. En cambio los adjetivos de Shakespeare son siempre verdad. Shakespeare, que es el mayor escritor del mundo (salvando los orientales, que como le digo desconozco) acierta siempre los adjetivos. Es lo esencial. Acertar de verdad. Con toda la complejidad que la limitación humana permita.
SP O retratando esta limitación.
JP O retratando esta limitación.
SP Entonces la diferencia entre un adjetivo bien puesto y un adjetivo mal puesto...
JP Es la diferencia que hay entre la buena literatura y la mala literatura, entre la literatura que dura y la literatura que no dura. Porque supongo que a usted le interesa que su literatura dure. Supongo que usted escribe para luchar contra este terrible fenómeno de la muerte.
SP Se podría decir que sí.
JP Seguro. Tome usted cosas escritas por Shakespeare sobre la muerte. Fenomenal. A raíz de la muerte de mi madre lo he visto más claro que nunca. Yo aplicaba al fenómeno de la muerte un cierto racionalismo que ahora me ha fallado. Creía, como todo el mundo, que es más fácil morir que vivir. Decíamos: la muerte es una cosa natural. Pero de pronto usted ve un muerto en su casa y dice: no estoy conforme. Además, en la vida se produce un fenómeno curioso que nosotros llamamos le retour d'âge, que sensualmente es muy importante, y que proporciona la sensación de una cierta inmortalidad. Los viejos pensamos que no tenemos que morirnos nunca. Usted ya lo verá cuando tenga mi edad. Es fenomenal. Y es completamente erróneo. Pero la gente se aferra a esta sensación y haría cualquier sacrificio por ello. Extraordinario. Pues bien: llega un momento en que todo este racionalismo, aplicado a la muerte, se derrumba. Llega un momento en que todo falla. El fenómeno de la eternidad es inmenso. Esto de que te entierren en... en un agujero cualquiera para siempre más ! ¡ Un hecho impresionante !

(JP se sirve algo de vino y lo mezcla con agua.)

Pero estas ideas sólo las tenemos los contemplativos. La gente que se dedica a ganar dinero y a comprar autos no tiene tiempo para pensar. El mundo moderno ha inventado la acción para distraerse de la muerte.
SP El mundo occidental.
JP Es verdad. No conozco mucho la filosofía oriental, pero estas ideas sobre la transmigración son de un impacto tremendo.
SP Lo esencial de la filosofía oriental, más que la transmigración, es el no dar valor a la individualidad.
JP Ya, ya. Pero la característica del mundo occidental está en dar valor a la individualidad.
SP Exacto. Por esto Kipling decía que Oriente y Occidente nunca se podrían entender.
JP Sin embargo, creo que los indios tienen razón. Al menos filosóficamente y en un sentido panteísta.
SP No sé si usted sabe que en la India apenas existe el miedo a la muerte. Miedo a la muerte, racionalismo y ateísmo, son inventos occidentales. Hay que ir con mucho cuidado con todo esto.
JP Usted dirá.
SP Volviendo a la literatura, ¿usted lee novelas?
JP Considero que un hombre que después de los cuarenta años todavía lee novelas es un puro cretino. Lo cual no quiere decir que en el mundo no existan ocho o diez novelas magníficas.
SP ¿Como cuáles?
JP Stendhal; dos o tres cosas de Balzac ; «Guerra y Paz» de Tolstoi ; algunas narraciones de este chico inglés, Dickens; muy buenas. Y en fin, esta historia de Proust, que no está nada mal.
SP ¿Y Dostoyewsky?
JP Dostoyewsky he tenido que leerlo en inglés. Vaya con cuidado con las traducciones francesas, porque son todas falsas.
SP En estos momentos, ¿qué lee?
JP En estos momentos leo las «Memorias» de Tayllerand, que fue un tipo considerable. Más importante que Napoleón; ya ve lo que le digo. Pero sírvase más vino. Esto no hace daño. Yo he sido un gran bebedor, sí, casi un puro alcohólico. Ahora lo he dejado, exceptuando el whisky, que no hace daño. El coñac hispano, en cambio, es muy peligroso. Probablemente ha causado más bajas que la guerra civil. Oiga, ¿este aparato suyo está funcionando?
SP Sí, pero no se preocupe usted.
JP Caramba. Con la cantidad de sandeces que le he dicho. ¿Cree que dará algún resultado este sistema? Usted tenía que haber hecho como los periodistas, mandarme unos papeles con unas preguntas, y yo, esta noche,'tras una prudente reflexión, le habría escrito frases inmortales.
SP Hemos de asumir el riesgo.
JP En todo caso tenemos que acordar que ustedes volverán.
SP No le quepa la menor duda de que volveremos.
JP Pero sin traerme este aparato. Me avisan con unos días de tiempo y vienen a comer la cocina popular que aquí se estila. Y si no les gusta nuestra cocina popular, les freiremos una tortilla y al caray. Ahora podemos ir a Pals. Le enseñaré a usted el paisaje más importante del país.
SP Sí, vamos.

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