“El eslogan que está actualmente más de moda y que nos gusta repetir es el de “los derechos humanos”. (Aunque nos referimos a cosas muy distintas. Los intelectuales de la capital lo entienden como la libertad de expresión, de prensa, de reunión... pero a muchos les indignaría y exigirían la prohibición de los “derechos” tal como los entiende el “pueblo llano”: el derecho a tener una vivienda y a trabajar donde se come, lo cual haría que millones de personas se fuesen a vivir a las capitales de las repúblicas.)
“Los derechos humanos” están muy bien, pero ¿qué debemos hacer nosotros mismos para que nuestros derechos no usurpen los derechos de los demás? Una sociedad de derechos desenfrenados no puede resistir a las dificultades. Si no queremos un poder fuerte, cada uno debe refrenarse a sí mismo. Ninguna constitución, ninguna ley o elección van a equilibrar una sociedad, porque la gente antepondrá sus intereses. La mayoría, si tiene poder para aumentar su superficie y sus medios, lo hace. (Es lo que ha hundido a todas las clases y grupos dirigentes de la historia.) Una sociedad estable puede lograrse no con resistencias, sino con autolimitaciones: siempre tenemos la obligación de ceder a la justicia moral.
Solamente con la autolimitación podrá seguir existiendo la humanidad, cada vez más numerosa y densa; su larga evolución habrá sido inútil si no se impregna de la idea de autolimitación en la libertad de conquistar y de hartarse de comer. Pero la libertad humana supone la libre autolimitación a favor de los demás. Nuestras obligaciones siempre deben superar la libertad de la que gozamos.
Ojalá lográramos asimilar el espíritu de autolimitación y, lo que es más importante, ojalá supiéramos transmitirlo a nuestros hijos. La autolimitación se necesaria para el ser humano, para el equilibrio y la paz de su alma.
Y existen aquí numerosas posibilidades interiores. Por ejemplo, después de nuestra larga y sorda ignorancia, el hambre es natural: hambre de saber la verdad de cuanto nos sucedió. Pero ya algunos han observado que la corriente actual de información superflua y anodina deja a nuestra alma en la miseria, de modo que hay que autolimitarse. En el mundo actual hay cada vez más diarios diferentes y cada uno de ellos es más grueso para sobrecargarnos. Hay cada vez más canales de televisión....hay cada vez más sonidos de propaganda, comerciales y de diversión...¿Cómo defender el derecho de nuestros ojos a la visión interna?...”
1 comentario:
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