domingo, 25 de mayo de 2008

... y ahora Praga (IV). El final de una ideología.



Ciudadanos y ciudadanas de Praga:
Nuestra ciudad está pasando acaso los momentos más difíciles de nuestra historia reciente. En el pasado, nuestra ciudad ha sido ocupada más de una vez por fuerzas extranjeras, lo que siempre ha hecho vivir al pueblo penosas pruebas. Por primera vez en la historia, ahora nuestra ciudad está ocupada por soldados aliados y países amigos. Qué consecuencias tendrá este acto sin precedentes para el destino de nuestra ciudad y de nuestros pueblos y para el desarrollo del socialismo, aún no es posible decirlo. En este momento, solamente podemos decir: praguenses, en el espíritu de las mejores tradiciones de vuestra ciudad, permaneced fieles a vosotros mismos, mantened firmemente vuestra posición junto a la dirección del PCC de Dubcek y junto a los órganos legítimos del Estado. Llamamos a todos los praguenses, sobre todo a los trabajadores. ¡Evitad toda posible provocación! ¡En estos momentos no podemos oponer la fuerza! Nuestra arma debe ser un proceder digno y prudente y una lealtad inquebrantable al proceso que emprendimos en enero.

Comité Municipal del PCC de Praga. 21 de agosto de 1968


Catorce millones en la balanza de la historia

Ahora tenemos nosotros la desgracia, catorce millones de checos, eslovacos, húngaros, polacos, gitanos. Sentimos lo que no habíamos sentido antes, aunque existía. No somos en absoluto las primeras víctimas de la pérfida política soviética, que por encima de todos los intereses del internacionalismo proletario ya ha colocado varias veces los intereses de la potencia del imperio ruso, que es la apelación más apropiada para la verdadera esencia de las intrincadas entrañas de la Unión Soviética. ¿Qué fue la anexión de las naciones bálticas, Lituania, Letonia y Estonia? Hasta hoy, el odio de estos pueblos hacia los rusos es tan grande que un europeo ni siquiera puede concebirlo. Sólo ahora se escribirá públicamente y con detalle sobre cómo los estalinistas, antes del estallido de la guerra con Hitler, en la época de la diplomacia de Molotov, entregaron a la GESTAPO a los comunistas alemanes que se escondían en Moscú, y por qué Ulbricht no cambió a Thálman por un espía alemán arrestado en la URSS. Todo el mundo sabe que los comunistas egipcios fusilados no han sido ni son para los soviéticos un obstáculo en su luna de miel con Nasser. ¿Nos parece que los perjuicios materiales causados por esta breve ocupación son terribles para nuestra república? Pero, ¿tienen una idea de lo que perdió Yugoslavia en el año 1948, cuando bajo la presión estalinista todos los países socialistas cortaron los suministros y suspendieron las obras en todos los edificios en construcción? No, no nos consideramos las primeras ni, finalmente, las peores víctimas. La política imperialista rusa, en toda la extensión del sentido de esta palabra, la sufren también otras pequeñas naciones, por no hablar de grupos políticos y partidos comunistas nacionales. Nuestra única superioridad está en el significado de nuestro sacrificio: movemos la conciencia de todo el mundo, se sabe más de nosotros. Y por eso tenemos que soportar, sin signos de flaqueza, que nos hemos conformado con ser un distrito más, aunque con una denominación más elevada.

Mladé svét, edición extraordinaria, n.14, 26 de agosto de 1968


Adiós, imperio
Este es el fin de la ideología. No hay a la vista un nuevo Hitler, que brindaría al imperio ruso la ocasión de limpiar otra vez, con un combate justo a tiempo. Hasta este momento, todavía existía una coartada filosófica de ideas nobles, en los que radican, bajo un estrato de deformación, los fundamentos del estado soviético. Sin embargo, en este momento, se yergue contra el horizonte el imperio ruso desnudo y aislado con su despotismo asiático. El juez no se interesa por los calificaciones escolares del asesino que acuchilla a los niños con unas tijeras. En lugar del hermano mayor, cuyas rarezas se podían disculpar, de pronto estamos abrumados por lo primitivo, por el aborrecimiento zarista hacia la libertad de los demás y la propia, por la arrogancia del mesianismo de la Gran Rusia, que no ha conseguido encerrar en su sistema ni es capaz, tras cincuenta años, ni siquiera de lavar y poner una cama a sus calmucos. Fulminados por la revelación de una mañana, hemos perdido todas las ilusiones que nos quedaban y nos estremecemos con la idea de la seguridad del mundo, que confina con el absolutismo tan oscuro y despiadado. ¿Qué podemos querer de ellos ahora? ¿Qué puede esperar el mundo aún de ellos? Las esperanzas en una sociedad justa son hoy mayores que antes. Sin embargo, no hay aliados con sus nombres, hay aliados en la lucha contra ellos, la lucha de aquéllos a los que ya no se puede engañar. Al agredido no le interesa la ideología de los imperialistas, sólo le interesa la calidad de las paredes que le separan de ellos. [ ... ]


Susiry pro miadou literatura, edición extraordinaria, 27 de agosto de 1968

Invasión. Praga. 68. Josef Koudelka

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