martes, 3 de diciembre de 2019

""Tono" y el nuevo humor en el teatro" Entrevista a Tono por Julio Trenás (ABC, 2 de febrero de 1970)



"TONO" Y EL NUEVO HUMOR EN EL TEATRO

Por Julio Trenás

ESPERO a “Tono” junto al ventanal asomado al Paseo de Recoletos, en este café desde el que se lanzaron al ruedo tantos espontáneos de la vida literaria española. Hacía tiempo que no venía aquí y, en cierto modo, me rejuvenece hacerlo. Por eso acepté con alegría el punto de cita. Es hora temprana y, sin embargo, ya hay algún que otro poeta suelto por sus mesas. Se respira una tranquilidad sedante. Lástima que ya vayan quedando pocos reductos como éste en la ajetreada vida de la ciudad. Pienso cómo a esta hora trepidan las oficinas, incluso con escritores amarrados a su galera. Y me encanta la supervivencia de estos —ya tan escasos— oasis ciudadanos de los que Jovellanos llamó “casas de conversación” en su “Memoria sobre los espectáculos públicos en España”.

Tono” llega unos minutos después por aquello del aparcamiento. Trae el moreno salitroso del Mediterráneo. Por unos días, poquísimos, ha abandonado su retiro laborioso de la Costa del Sol. Pero está deseando volverse a ella. En cartera se lleva buen trabajo. Diálogos de películas, sus colaboraciones para periódicos. Acaso alguna comedia.

Este Antonio de Lara con quien hablo apenas si recuerda al pionero del humor de “El guante blanco”, en Valencia; de “Chiribitas”, “Gutiérrez” o “Buen humor”, en Madrid. En razón de verdad no es el mismo. Aquel otro era un joven espigado en delgadez, moreno, que se parecía mucho a Ramón Novarro. Quizá por parecerse tanto marchó a Hollywood, contratado por una productora de la “meca del cine”, y colaboró en las versiones españolas de muchas de las películas de la época.

Tono” se encuentra muy joven para acordarse de todo aquello. Acaso te quede la emoción de su amistad con Charlot y que el genio le eligiese como una de las pocas amistades que le acompañaron cuando invitó a Einstein a cenar en su casa.

Antes de lo de Hollywood fue lo de París. Allí vivió, en el 11 de la rue Grand ’rue. Dibujada en “Fantasio". “Le Rire” y “Paris América”. Fabricando un bar americano en su estudio parisiense, forró de metal el mostrador y, al hacerlo, le sobró una viruta de chapa. Ni corto ni perezoso la recortó, dándole la forma de una vaca. Sin saberlo —sospechándolo tal vez— se anticipó a una forma de escultura moderna. Compró más chapa, hizo más recortes y en el año treinta y dos presentó una exposición de este tipo de obras en el Círculo de Bellas Artes. Allí, un mundo que para sus charlas hubiera querido el doctor Rodríguez de la Fuente: la jirafa, el hipopótamo, el búho, e Incluso el cerdito. Antoniorrobles le preguntó cómo había realizado este último y “Tono” comenzó así su respuesta: “Pues se coge un cerdo fresco...

Siempre ha sido su norma la gracia transparente, el humor sin arañazo. Ahora mismo. tocando el tema, me dice:

—Yo me meto con la gente, pero dándole la razón...

El proceso creador del autor teatral que hay en “Tono” —y éste será el tema de mi conversación—se ha decantado de muchas observaciones vitales humorísticas. Y, como sus recortes de chapa. resultó fecundo en anticipaciones. Para “Tono”, como para todo imaginativo, el absurdo es camino de poesía e irrealidad, pero también justificación de muchas actitudes humanas. Y él, con genialidad, se adelantó en buen tiempo a un “teatro del absurdo” instalado como revulsivo de la acomodaticia, retórica, societaria creación dramática de los primeros años del siglo.

El lápiz con que “Tono” dibujaba aquellos seres con estructura de cartabón y ojo plano, le sirve ahora, transformado en pluma o bolígrafo, para escribir. De todo esto le voy hablando, antes de atacarle con una serie de preguntas a las cuales contestará unas veces de frente y otras —residuos de su profesionalidad dibujística— saliéndose per la tangente. En cierta ocasión entrevisté a “Tono” sobre el tema de los fantasmas y me dio una respuesta plena de filosofía vital.

—Nunca puede decirse —afirmó muy serio—de este fantasma no beberé.

Tono”, si no del fantasma, si de la fantasía del teatro ha bebido a raudales. Y a ta1 punto llevó su respeto hacía los ensabanados y aterrorizadores entes que, en alguna ocasión, escribió una comedia. Pero lo más difícil, sin duda alguna, ha sido llevar ese humor de nuevo impacto a un teatro atiborrado de comicidad al viejo estilo.

Ustedle he dichoes uno de los iniciadores del nuevo humor. También de los primeros que lo llevaron al teatro ¿Le fue difícil instalarlo sobre aquella escena sacudida por la astracanada?

Tono" practica una admirable economía de palabras. Habla con directa claridad. Por eso se le entiende tan bien cuando me responde:

—No fue nada fácil, desde luego. “Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario”, el primer paso de este tipo de humor en nuestro teatro anduvo rodando de escenario en escenario causando el desconcierto de nuestros mejores empresarios, hasta que quedó frenado en las manos de Luis Escobar, que fue quien le abrió las puertas del Teatro María Guerrero.

—¿No cree que, en este humor, distorsionado y a la vez intelectual, había una cierta premonición de lo que hoy se llama teatro del absurdo?

—Creo que tanto absurdo puede haber en este tipo de teatro como en el de los Hermanos Quintero, por ejemplo; porque no me irá usted a decir que es lógico que el ingeniero de la ciudad se enamore matemáticamente de la señorita del pueblo andaluz.

—¿Qué pretendía ese humor, descubrir o enseñar al hombre?

—No pretendía nada concreto. Como todas las cosas que nacen espontáneamente, nacen sin premeditación ni alevosía y allá cada cual con lo que quiera ver o aprender.

—¿Hasta qué punto su raíz italiana? ¿Hasta qué punto también su posible concomitancia con el surrealismo o, mejor, con el neorrealismo?

—Esto de la “raíz italiana'’ supongo que será igual a lo que dirán a los humoristas italianos respecto a que su humor pueda ser de raíz española. Lo cierto es que ni Mihura ni yo conocíamos en aquella época a ningún humorista italiano. E igual podría decirse que nuestra raíz venía del teatro de Ionesco, pese a que cuando Mihura y yo escribimos “Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario”, el señor Ionesco no habla dado señales de vida.

—¿Qué trucos, qué resortes empleó —o emplearon— para incorporar al público de los teatros a ese nuevo humor?

—Ni el menor truco: ¡nada por aquí, ni nada por acá!

—¿Es cierto que ese tipo de humor precisa unas especiales manipulaciones para soportar el estiramiento de una comedia?

—Todas las comedias necesitan un “estiramiento” para llegar a su justa proporción. Estiramiento que muchas veces resulta reducción.

—Personalmente, en su teatro, ¿ha habilitado situaciones de la antigua comicidad adaptándolas a este nuevo humor?

—Mas que habilitar situaciones de la antigua comicidad, lo que he hecho es habilitar situaciones de la antigua seriedad.

Recuerdo ahora que la piedra de toque, diríamos, del humor de “Tono”, durante un cierto tiempo, precisamente aquel cuando su sentido humorístico chocaba y atraía más a sus lectores, era “el huevo frito”. Mihura y él hicieron con tan sucinto manjar verdaderas proezas dialécticas. Actualmente, quizá lo hayan arrinconado un poco, no sé si por eso del nivel de vida. De todas formas, le pregunto:

—¿Ha llevado “el huevo frito” al teatro?

La respuesta de “Tono” es rapidísima:

—Lo he llevado, pero comido.

—¿Cómo salva, para esa simulación de realidad —realidad irreal incluso— que el teatro exige, la desproporción expresiva entre el lenguaje de su teatro y el lenguaje coloquial habitual en la escena?

—-Sencillamente, haciendo hablar a los personajes como en la vida misma.

—Después de usted y de ustedes, ¿quién ha seguido ese teatro de humor?

—Creo que ni nosotros mismos lo hemos seguido. Yo, por mi parte, he tenido que dar unos pasos atrás para sincronizar mi paso con el paso de nuestros espectadores.

—¿Puede hablarse de una obra clásica en esa línea? ¿Ni pobre ni rico”, acaso?...

—Eso son ustedes y el público que me estará escuchando quien puede decirlo.

—¿Qué distancia va de aquella comedia, por ejemplo, a “Un drama en el quinto pino”?

—La distancia que antes le he apuntado. O sea, esos pasos atrás que he tenido que dar para ponerme al paso de nuestro público. Es también indudable que existe una Juventud que marcha por delante de nosotros, pero esa Juventud, desgraciadamente, no suele ir al teatro, y ésta es la razón por la que nosotros tenemos que hacer comedia para los padres de esa juventud.

Por primera vez, en las palabras de Antonio de Lara brilla el dorado ramalazo de la melancolía. Es curioso que este gran pionero de la modernidad confiese la necesidad de practicar retiradas, hasta cierto punto estratégicas, en su avanzada expresiva. Resulta dramático —aunque quien hable sea un humorista— verse obligado a frenar un camino, no ya de anticipaciones, sino siquiera sea de actualización y puesta a ritmo con lo que teatralmente se hace por ahí. No obstante, insisto en esta posible modernidad, para nadie tan grata como para quien, como “Tono”, ha estado siempre “a la page”.

—Este teatro de humor suyo, ¿admite la “participación” o, más bien, se cierra sobre sí mismo en su cápsula intencional?

—Si se encerrara en esa capsula intencional —contesta— no encontraría la participación del espectador que le es necesaria para seguir viviendo.

—Usted, creador teatral, ha desarrollado una larga tarea de adaptador y traductor: ¿qué diferencia existe entre la versión de una obra dramática corriente y un texto humorístico extranjero actual? De la mayor o menor dificultad hablo.

—Adaptador, sí; traductor, no. Yo creo que las obras extranjeras no deben traducirse, si no se quiere que sigan siendo extranjeras. Cada comedia y cada género de comedia necesita un tratamiento especial para llegar a nuestro público, como ha llegado antes al suyo.

—¿Puede ponerme un ejemplo? Preferiblemente propio.

—Pues, sí: “El don de Adela”, se signe representando en este momento, necesitaba, según mi modo de ver, un tratamiento de adaptación total; trasladando a nuestro ambiente con lugares, tipos y lenguaje nuestro, así como “Pepsi” necesitó conservar su ambiente parisiense, aunque en un diálogo español que pudiera creerse de la capital de Francia.

—¿De qué adaptación realizada por usted está más satisfecho?

—De momento, de “El don de Adela”. Yo siempre estoy más satisfecho de mi último trabajo.

Ahora me salta, para mí mismo, otra vez la pregunta: ¿es “Tono” un escritor de anticipación? Ese frenazo autoimpuesto a su estética y técnica del humor ¿no supone que guarde en la recámara fórmulas futuribles? ¿Le llegará dentro de treinta años su sincronía actualista? Se lo pregunto, pero él, como se verá, se sale por la tangente:

—El humor que usted personaliza con algunos otros escritoresle digo¿tendrá vigencia el año 2000?

Y el ríe, por primera vez, para contestar:

—Esto, si es usted tan amable de preguntármelo en el año 2001, se lo contestaré con conocimiento de causa.

—¿Qué autor extranjero actual representa, para usted, el humor europeo?

— Sería interminable contestar a su pregunta, porque, como es lógico, no hay ningún autor que por sí solo pueda representar a todo el humor europeo. Podría elegir a un autor de cada país, pero después de todo ¿qué más nos da que sea uno o sea otro?

—¿Cree que el humor aséptico, traslúcido, que ustedes trajeron pueda barroquizarse en una nueva resurrección del esperpento?

—Ese humor aséptico y traslúcido a que usted se refiere puede, efectivamente, barroquizarse, pero a condición de dejar de ser aséptico y traslúcido. O lo que es lo mismo, no.

—¿Cómo expresa ahora mejor una idea humorística, con un dibujo o con una comedia?

—Con una comedia puedo expresar una idea, mientras que con un dibujo sólo puedo expresar una ideíta.

—¿Escribiría una comedia “cruel”?

—Mientras siga aséptico y traslúcido, no; la crueldad es corrosiva y opaca.

—¿Qué escribe, traduce o adapta ahora “Tono”?

—Aparte de mi trabajo cotidiano preparo una versión muy personal de “El inspector”, de Gogol, para el Teatro Español, por encargo de su director, Miguel Narros.

El café se ha ido llenando de escritores. También de gente que, simplemente, viene a desayunar. “Tono” tiene muchos asuntos que resolver antes de tomar esta tarde el expreso “Málaga-Costa del Sol”. Me parece justo dejarle tiempo para ello. Cuando salimos del café, el “limpia” le saluda ofreciéndole lotería:

—Señor “Tono”, ¡tengo dinero para usted!

Pero él la rechaza campechanamente. Y aunque es un humorista no dice eso de que “la mejor lotería es el trabajo”.

Julio TRENAS

ABC, 2 de febrero de 1970, pp. 104, 105 y 107.

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