miércoles, 4 de diciembre de 2019

Ana Diosdado entrevista a Mingote (Blanco y Negro, 19 de febrero de 1989)


Antonio Mingote: “Los políticos españoles son unos aficionados y unos aburridos.

Entrevista de Ana Diosdado



NOS ofrecen un café a Gonzalo y a mi mientras él coloca sus archiperres de fotografía y estudia la luz. Mingote llega enseguida y me encuentra cotilleando las pinturas que tapizan su salón. 

-¿No tienes por aquí nada tuyo, Antonio?

-No, me aburre ver mis cosas. Bueno, tengo ese dibujo, ese retrato de mi hijo, que está hecho por mí, pero nada más. Fuera, sí. En el descansillo hemos colgado uno ¿no lo has visto? Ven. Para que la gente sepa dónde viene.

Es un dibujo grande, en color, poblado de sus archiconocidas criaturas.

De nuevo dentro, nos acomodamos para charlar en una bonita terraza-invernadero cuajada de plantas.

-Cuéntame un poco tu trayectoria profesional, como empezaste, porque te dedicaste a esto.

-Mi trayectoria profesional yo empecé en La Codorniz, cuando no habías nacido tú casi, me parece, en el año 46.

-¡Ya lo creo que había nacido!

-Bueno, pero eras una niña pequeña. Y luego empecé en ABC en el año 53, si 53. O sea. en el siglo pasado casi. Así que fíjate los años. Y ahí estoy. Y es mi trayectoria profesional, es muy aburrida. Bueno, hubo un tiempo en que dirigí durante dos años una revista, que tu no recordarás. De la que estoy muy contento porque... no por mi trabajó allí, sino porque allí empezaron a colaborar gente que ahora está en los periódicos y en las revistas, gente importante y a la que quiero mucho.

Elegido de los dioses

No me cuenta cómo nació su afición al dibujo, pero yo he leído su propia descripción del fenómeno y la transcribo:

"En el colegio me enorgullecía de hacer las láminas de dibujo mejor que todos mis compañeros excepto uno. El afán de superar a este uno, elegido de los dioses, me empujo a trazar miles de dibujos para aprender más. Tan pueril obstinación tuvo como consecuencia que llegara a adquirir el vicio del dibujo, hasta el extremo de que aún no he podido soltar el lápiz. Mi compañero, el supeditado, que tomo las cosas con la serenidad propia de su clara inteligencia es ahora fabricante de objetos de corcho, y lo pasa tan ricamente."

Pero estoy segura de que al fabricante de corcho no lo quiere tanta gente como a Mingote.

-Ahora cuéntame un poco de tu vida, Antonio.

-¡Eso es más aburrido todavía! Veras, en el siglo XVIII había una…

Nos reímos y él continua, ya en serio.

-Bueno yo nací en Sitges. Si, porque mi madre me llevó a nacer allí, donde estaba su madre, que era donde parían las señoras.

-En casa de las madres, sí.

-Pero enseguida me fui a Aragón, que es donde viví hasta la guerra. Viví en Daroca y luego en Teruel. Y después de la guerra vine a Madrid enseguida y aquí estoy. Me casé una vez, me divorcié, y me he vuelto a casar. Y tengo un hijo que tiene treinta y tantos años. Bueno, del año 55 hasta ahora. tiene ... treinta y tres. Treinta y cuatro hará este año. Y un nieto.

-Ah, ya tienes un nieto, mira que bien.

-Si, si.

Los primeros personajes

-Hablando de la familia, ¿le has tomado cariño a alguno de tus personajes fijos?

-Pues hombre... tú que eres autora teatral, ya sabes que los personajes de pronto se te… de pronto aparecen unos personajes con los que no contabas ¿no? Y de repente los tomas cariño. Bueno pues no. Yo tengo cariño a todos mis personajes. Aparte de que yo no suelo hacer tipos, esos personajes que se repiten. Lo he hecho alguna vez.

-Yo le preguntaba pensando precisamente en algunos tipos. Tienes los prehistóricos, esos que encantan a mí. Y luego tenías antes, ahora la utilizas menos -que esa es una cosa que te quiero preguntar luego también - a la pareja aquella siniestra, vestida de negro. Yo los consideraba un poco personajes fijos. Aunque no fueran, a lo mejor, siempre la misma pareja, así era un poco siempre la misma idea.

-En realidad, esos los empecé a hacer ya en La Codorniz. La verdad es que yo lo hice, primero como uno más y Álvaro de la Iglesia que era muy listo, y tenía mucho instinto periodístico, pues me dijo que siguiera con esa pareja y seguí mucho tiempo. Era una pareja negra que vivía en un castillo, con huesos y antepasados y todo eso. Esos fueron mis primeros personajes. Que, además, curiosamente se hicieron muy populares, en muy poco tiempo.

Observando toda la vegetación que nos rodea y recordando la inclinación ecologista de Mingote le pregunto:

-A ti te hicieron guarda mayor del Retiro o algo así, ¿no es verdad?

-No veras, Blanco y Negro organizo un acto una especie de fiesta de disfraces. Y disfrazaron a mucha gente entre ellos a mí. Y yo me disfracé de guarda del Retiro, porque me hacía ilusión el Retiro y todo eso. Y lo que me hicieron por un día, fue alcalde del Retiro.

-Ah, qué bonito.

-Entonces el profesor Tierno me regaló una vara, que la tengo ahí, luego te la enseño si quieres. Alcalde del Retiro por un día. Y todo eso me gustó mucho.

-¡Claro!

-No, pero eso tiene una historia. En la radio me preguntaron una vez, Javier Domingo, que si yo tenía ambiciones políticas. Y yo le dije que sí que tenía muchas. Que aspiraba a un puesto que no existía por eso aspiraba a él que era el de alcalde del Retiro. Entonces en el Ayuntamiento se hicieron eco de eso y me hicieron alcalde del Retiro. Por un día.

-El Retiro es un parque que tu conoces muy bien, ¿no?

-Sí, sí.

-La pregunta que yo quería hacerte es un poco especial ¿No podrías hacer nada para que dejaran correr allí los perros?

-Bueno. Yo no puedo hacer nada, por supuesto. Pero los perros ya corren, ¿eh? Hay un lugar acotado que pone “perros”.

-Lo conozco y es espantoso.

- ¿Por qué?

-Porque está muy sucio, es muy feo y, sobre todo, muy pequeño.

- Y hay superpoblación me imagino.

-Una superpoblación absoluta, sí.

-Yo como no tengo perro por el momento desconozco el problema. Pero me imagino que existe, sí.

-Tú eres presidente del grupo de diputados en el Debate sobre el estado de la Nación que emite la COPE, con Luis del Olmo ¿cuál te parece más gracioso el vuestro o los del Congreso?

Mingote se ríe de buena gana.

-¡Una pregunta! ¡Envenenada! Hombre a mí me parece que si el nuestro es gracioso es porque es la caricatura del otro, ¿no? De modo que yo tengo la teoría de que los humoristas lo que hacemos es contar las cosas tal como son, sin prefacios, sin cosas. Y eso es lo que las hace tan graciosas, ¿no? O sea que nosotros pues, bueno, hacemos una caricatura.

-Y ahora en serio, ¿qué opinión le merecen los políticos españoles, en su conjunto, como clase política?

-Hombre, yo, para decirte lo que me parecen los políticos españoles. Al decirme españoles me parece que lo que me pides es que los compare con los de otro sitio.

-No necesariamente.

-Yo no sé cómo son los políticos de los demás sitios Porque no lo sé.

-No, ni yo tampoco.

-A mí, los políticos españoles me parecen, en general, ¿eh? -aparte de todos esos que todo el mundo sabemos que son valiosos, y que son sólidos, de valores sólidos y auténticos- me parece que la mayoría, o muchos de ellos, son una especie de aficionados, poco informados, vacilantes, y, sobre todo, aburridos. Yo cuando oigo a los políticos en la radio, en la televisión, me parecen que hablan tanto para no decir nada. Repiten tantos tópicos y tantos lugares comunes que aburren mucho. Luego, sí. Hay algunos estupendos, que son los que me dejan la esperanza de que se arreglen las cosas. Esos valiosos, esos pocos. En realidad, son siempre unos pocos los que lo hacen todo. No sólo en la política, sino en todo. Ya me contarás cuantos grandes periodistas hay, cuántos novelistas, o médicos, o ingenieros. Siempre son unos pocos.

-Contigo ocurre un fenómeno curioso, la gente de la derecha te coloca a la izquierda, y la de la izquierda, a la derecha. ¿Dónde te colocas tú?

-Yo en todos los sitios. Yo no estoy en ningún sitio. Pero más que por vocación, o por mentalidad, o como quieras decir, pues por obligación profesional. Yo creo que yo no puedo estar en ningún sitio, porque entonces… Yo tengo que mirar a todos lados, y no digo juzgar, que es una palabra muy seria, y muy respetable, sino comentar lo que hace toda la gente, por todos lados. Yo creo que la gente que ejerce este oficio estrafalario que tengo yo, pues no podemos tener carné, porque entonces nos desautorizamos, ¿no? Claro, eso por otra parte me vale que me digan “ambiguo”, que es una palabra condenatoria que se emplea mucho en este país, lo de ambiguo. Porque cuando uno se dedica a discurrir, a pensar en el nivel que sea, no digo yo a pensar como Ortega y Gasset, pero pensar un poco, y a cambiar de opinión y… Pues entonces te llaman “ambiguo”, “chaquetero”, te llaman de todo.

-¿Ha cambiado el espíritu de tus chistes desde la Transición acá?

-No, en absoluto no, no. Yo hago exactamente lo mismo que hacía antes. Entonces, antes, me decían más o menos… Porque hubo un tiempo, casi al final del régimen anterior, en que me decían ¡hombre...! Me reprochaban que sólo “me metiera” con la derecha, - “metiera” es una palabra que no me gusta nada- me decían “te metes con la derecha”. Yo comentaría la derecha digamos. Y yo decía “Pero, bueno, ¿cómo voy a comentar a la izquierda si no está?”. Entonces, ahora es al revés, me dicen, por que hago siempre lo de la izquierda y de los socialistas y no de la derecha. Lo cual es mentira porque también me ocupo de la derecha. Pero te quería decir que el espíritu o la mentalidad como quieras pues no, no ha cambiado. Me parece que no ha cambiado.

El humor de Mingote es entrañable. Se le compara a menudo con Xaudaró, su antecesor en ABC por “la condición de juzgar sin acusar, sin insinuar en su crítica ninguna clase de penitencia”. Pero él se considera más admirador de inglés Ronald Searle que, sin embargo, se inclina hacía la sátira cruel. Y Mingote en cambio “mueve a sus personajes sobre un fondo renovado de su simpatía universal por las cosas”.

-Aquella famosa pareja tuya de la que antes hablábamos ¿sigue dándose con la misma frecuencia en la sociedad española?

-Sí, por supuesto. Sólo que a lo mejor no van de negro. A lo mejor, van de colorado. Pero es igual.

-La misma mentalidad.

-La misma mentalidad con otros trajes.

«Mingote va para clásico»

Antonio Mingote tiene una conversación atable pausada su presencia irradia serenidad.

-Tú tuviste un infarto. ¿verdad?

-Sí.

-¿Es cierto eso de que la vida cambia después de una experiencia así?

-Pues no. Yo creo que no. Por lo menos, la mía no ha cambiado. Bueno, sí. Tiene algunos cambios, como dejar de fumar, por ejemplo. Pero, no. Yo no sé si es porque yo no acabé de tomármelo en serio, porque no acabe de alarmarme. Ando, que es lo que los médicos te dicen que es muy bueno para el corazón tengo un discretísimo régimen alimenticio, muy soportable y que me lo salto a la torera con mucha frecuencia y nada más.

-Pero tú eres el mismo.

-Sí, sí.

-Es que hay gente que dice que le he cambiado totalmente la vida, que se siente diferente nunca he entendido por qué, pero…

-Bueno a lo mejor porque se asustaron mucho, a lo mejor porque teman motivos, porque fuera más grave que el mío, no sé. Pero ya te digo que…

Ya en 1955 Manuel Halcón profetizaba del dibujante, “Mingote, si no se estropea, va para clásico”. Y no se ha estropeado.

-Tu eres un gran humorista, académico, además tienes a tu disposición la portada de un periódico, y, sin embargo, has dicho que el hombre más gracioso de España era Luis Sánchez Polac “Tip”. ¿Qué diferencias hay entre su humor y el tuyo?

-Pues... hay diferencias formales. Él actúa, ejerce el humorismo con la palabra, no sé, hasta con la voz, hasta con la manera de vestir, en sus actuaciones en persona, o en la radio, o en la televisión. Y yo no actúo, yo, simplemente, hago humor, en la medida que puedo y como Dios me da a entender.

-A lo largo de todos estos años, tú has ido reflejando día a día la historia de la España actual ¿Cómo la resumirías? ¿Qué dibujarías para reflejarla? ¿Cómo es España hoy?

-Psss. No se. Me parece que eso sería muy difícil reflejar en un dibujo cómo es España me parece dificilísimo.

-Por eso haces muchos.

-Por eso hago muchos, y por eso hago uno cada día, ¿no? Yo, de todas maneras, cara a España que es, naturalmente, lo que más me interesa, pues estoy más o menos sumido en la perplejidad. De modo que tampoco tengo unas ideas muy claras de lo que pasa y lo que sucede. porque siempre me están sorprendiendo cosas que no espero. Pero, sobre todo, yo no sé si se podría dibujar la esperanza. Como veo a España es con la esperanza. No sé si podría dibujar a la esperanza como una señora gorda, placida y sonriente... pero también preocupada.

Hablamos más, mientras Gonzalo termina de hacer sus fotos. Antonio me recuerda la amistad que le unió con mi padre, aquellos tiempos en las tertulias. Y damos un paseo por el parquecito vecino, al sol.

-Mira, ¿ves?, esos perros juegan sueltos aquí -me hace observar.

-Ya, pero está prohibido.

Él sonríe y se encoge un poco de hombros como todo comentario.

-Es encantador, ¿verdad? -me comenta Gonzalo cuando le dejamos de nuevo en su casa. No es encantador, pienso yo mientras asiento, es un hombre bueno.

Ana DIOSDADO.

Blanco y Negro, 19 de febrero de 1989, pp. 74-79.

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