TRISTE,
PERO INAPELABLE
Si existe una definición de lo que soy, de lo que he sido y de lo que debo ser,
ésta viene determinada por una fotografía del año 1974, que me hizo Francisco
Catalá-Roca y que aparece en la solapa de muchos de mis libros. Ella ha sacado
de mí, como si se tratara de los grandes retratistas de antaño, una biografía triste,
pero inapelable; y es, en cierta manera, orsiana, pues detrás se ve a mi Ángel de la Guarda que intenta dar
fortaleza a la irresolución y a la inseguridad de mi mirada. Es algo
misterioso. Por otro lado, habiendo estado pendiente siempre de aquello qué ha
preocupado a mi tiempo (la estética y la moral de lo contemporáneo), me
encuentro ahora siendo lector atento de Paladio y de Rufino, interesándome, por
ejemplo, por la anticipación hecha por Pablo el Ermitaño, del monstruo qué
sale, levitando en el aire, por las cámaras secretas de la película «Dune», o por el antecedente de la
recitación del rosario, por San Pacomio, antes de ser inventado, o por la
elaboración de los bizcochos de la pastelería moderna a través de los mendrugos
remojados por Suidos: «Panes bis cocti».
A
todo ello excede mi sorpresa cuando San Macario (no habiendo nacido todavía
Freud) le dice el marido de la mujer, transformada en caballo que «ésta sólo es un caballo ante los ojos
poseídos por la decepción». Es mucha profundidad la que se exhibe, al
parecer ingenuamente, aquí. No sé, pero me parece un momento importante...
Esto
es, indudablemente, lo que me define hoy y me retrata. Esto, y el no fumar, comer
y beber parcamente, y el preferir, a todo, la contemplación de los niños y los
cachorros de los animales que se encuentran libres en la naturaleza. Esto es
una cosa que me parece se encuentra en todas las personas de una cierta edad...
Juan
PERUCHO, ABC Cultural, 05/08/1994, Página 12
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