Our Exagmination
round His Factification for Incamination of
La
«nova expressión» narrativa española
(Las últimas tendencias narrativas en
lengua castellana)
Estudiosos
y comentaristas diversos repiten periódicamente que la novela española es un
desastre. «El campo narrativo en lengua
castellana está seco, es un desierto», escribe A. Burgos en la revista
madrileña Triunfo.[1]
Un artículo en Reseña dice: «Nos encontramos con el largo silencio de una
generación que se diría negada para la literatura. Quienes abrieron sus
inteligencias en tomo a 1968 parecen empeñados en dejar el más patético
testimonio de su existencia: el de su propia esterilidad».[2]
Coincide con lo anterior un resumen del panorama narrativo español de 1975,
publicado en la revista Vida Nueva,
donde aparece lo siguiente: «No nos queda
más remedio que decir que la mediocridad es la reina en la mayoría de los casos»[3]
(en esta ocasión de esa mayoría se salvan Eduardo Mendoza y Antolín Rato,
excepciones que confirman la regla). En Ajoblanco
son aún más radicales: «Para cruel
desengaño de los que esperaban que este número fuera un estallido
poético-literario y para feliz consuelo de la kultura oficial, debemos antes
que nada decir NO. Esto no es la tan cantada bomba literaria. De momento
todavía no es posible nada de eso en el país de los bobitontos».[4]
Sin
embargo, frente a tan siniestros agoreros (de la izquierda, de los jesuitas con
inquietudes sociales, del llamado underground,
respectivamente), basta con observar el panorama narrativo español de estos
últimos años prescindiendo de prejuicios de subdesarrollo y complejos de
inferioridad recalcitrantes (¿es demasiado pedir?) para que inmediatamente
salten a la vista claros síntomas de renacimiento. Esas «honrosas excepciones» que en los recuentos anuales de la novela
española confirman su mediocridad, con el paso del tiempo, y como siempre
ocurre (por elemental adición matemática), han ido acumulándose hasta llegar a
constituir un grupo bastante numeroso de novelistas interesantes a los que cada
año suele añal írseles algún recién llegado que escapa a la quema general. En
efecto, estamos asistiendo a la irrupción y afianzamiento de una serie de
escritores auténticamente originales que llevan a cabo una obra de creación
intensa y actual, además de interesante. Aparecen obras en las que se detecta
un vigor y una fuerza en la escritura en prosa muy poco frecuentes en el
panorama narrativo español de las últimas décadas. Unas obras donde se supera
ese grave conflicto, tan característico de los autodidactas, entre una
potencial capacidad de invención bastante intensa y un temor reverencial a
determinados aspectos (los pocos que el autor conoce) de la tradición cultural.
Algo
de esto debe haber notado Jean Michel Fossey cuando señala que la novela
española más reciente bulle de nuevas obras y corrientes, por lo general
experimentales que la hacen sumamente atractiva frente al escaso interés de las
últimas producciones narrativas del resto de Europa.[5]
En el mismo sentido se expresa A. Álvarez Lorenzana: «Nuevos vientos parecen soplar en el panorama reiterativo de la
novelística española, reducido desde hace años a unos mismos nombres de
lentísima renovación y aún más lenta sustitución [...] En los últimos años la cosa va cambiando, con cierto carácter general y
no de libros o autores dispersos, y así tenemos que se incorporan nombres
nuevos como J. Leyva, Juan Cruz Ruiz, Emilio Sánchez Ortiz, M. Antolín Rato,
José María Guelbenzu, entre los que tienen ya más de una obra publicada, dentro
del grupo experimentalista o vanguardista de las muy variadas vanguardias,
desde luego, y otros como Javier Marías, Martínez Torres o Vicente Molina Foix,
un tanto más en línea con lo que se entiende por novela en el sentido más
tradicional, por literatura más cercana al gusto dominante».[6]
Insiste en estos puntos Robert Saladrigas que dice a propósito del papel de
revulsivo desempeñado por la narrativa sudamericana con respecto a la española
que, con independencia de la influencia de los grandes novelistas
latinoamericanos, «cobra nuevos bríos,
los novelistas se replantean las premisas de su arte, y nombres que hasta
entonces habían permanecido en el callejón sin salida del realismo se lanzan a
la indagación y conquista de una nueva expresividad. La mayoría dan un giro de
trescientos sesenta grados a su obra. Casos como los de García Hortelano,
Caballero Bonald, Juan y Luis Goytisolo, Juan Marsé, Concha Alós, Camilo José
Cela, sin contar con la aparición, en un ambiente ya notoriamente favorable a
la aventura vanguardista, de obras como las de Juan Benet, J. Leyva, Gulbenzu,
Antolín Rato, Martínez Torres, y el largo etcétera de jóvenes creadores que
siguen sus huellas en un constante esfuerzo por cuestionar sus propios logros
en materia de expresividad narrativa»».[7]
Los
testimonios del renacer de la novela española podrían multiplicarse pero
creemos que con los anteriores es bastante. Son muchos los que coinciden en
señalar este nuevo empuje, esta renovación, resurgimiento y vitalidad de la
narrativa en castellano. Quizás sea pronto para pronunciarse de un modo
definitivo (¿para eso no es siempre pronto?), pero nosotros apostamos a favor
del presente y futuro de la novela española dado que las más recientes obras en
prosa castellana suponen el comienzo de algo realmente desconocido e
importante.
Con
todo, no debe de pensarse que las cosas empezaron de la noche a la mañana. La
obra de Torrente Ballester, Camilo José Cela, Caballero Bonald o Juan Goytisolo,
por citar sólo a los cabezas de serie, no se escribió (como tampoco se tomó
Zamora) en una hora. Se trata de una obra sólida que proporciona respaldo sobre
el que apoyarse para ponerse a escribir de novela española sin tener el rabo
entre las piernas.
Pero
aquí no vamos a hablar de «indiscutibles»
como los que se acaban de citar, sino de la novela española que se está
escribiendo y publicando (cuando lo consigue, cosa que no parece nada fácil)
ahora mismo por gentes de ahora mismo. Nos ocuparemos concretamente de los
novelistas que según R. Conté forman parte de la «vanguardia informalista».[8]
Dentro de esta tendencia cita a Juan Cruz Ruiz. Emilio Sánchez Ortiz, Antolín
Ralo, Álvarez Flórez... a los que, sin duda, añadimos por nuestra cuenta a J.
Ley va y unos pocos más, para que así el grupo quede al completo. Esta «vanguardia informalista» por cierto, y
siempre siguiendo a Conte, junto a la «vanguardia
formalista» (es decir: Martínez Torres, Félix de Azúa, Javier Marías y
Molina Foix), constituye uno de los dos polos sobre los que gira la narrativa
actual. Siendo la llamada «novela tradicional» el otro polo.
Nuestra
intención, pues, es examinar desde cerca las novelas de algunos de los autores
incluidos en ese apartado de «vanguardia
informalista», añadiendo unas notas sobre otros jóvenes, cercanos a ellos,
casi inéditos. Un apartado que viene a coincidir con el «Grupo experimentalista o vanguardista de las muy variadas vanguardias»
al que se refería A. Álvarez en su artículo ya citado. Para ello, dejaremos a
un lado los temores y dudas que asaltan a Conté con respecto al futuro y
auténtica calidad literaria de tales novelas. Temores que, por cierto, comparte
también el profesor Martínez preguntándose boquiabierto ante las obras de esos
autores: «¿Son novelas estos libros?»[9]
A echar leña al fuego, contribuye Torrente Ballester rasgándose las vestiduras
después de leer una novela escrita, sin duda, por alguno de los escritores de
la «vanguardia informalista», y
concluyendo dogmático: «de aquí un camino
por el que no vamos a ninguna parte».[10]
Probablemente
las nuevas novelas no vayan a ninguna de las partes que es capaz de imaginar el
señor Torrente (y no dudamos de su capacidad imaginativa), y sí a «otra parte», a un espacio donde quedan
rebasadas las ideas periclitadas de lo que sea novela y narración. En cualquier
caso, estamos seguros de que abren niveles de lectura hasta el presente
guardados bajo sellos conceptuales desde el siglo XIX, cuando la novela («género burgués por excelencia») floreció
como «realista». Y no se olvide que
en los tiempos actuales «la realidad es
para las clases dominantes».[11]
El
interés de esta nueva literatura, así como su integración en las corrientes
generales que circulan por el panorama de la narrativa mundial, ya la había
constatado Quiñonero cuando escribió: «La
novela escrita en la península se vincula con las grandes corrientes que agitan
a la novela occidental en nuestros días. La Saga/ Fuga [de JB, de Torrente
Ballester] recuerda por su empuje, su
ironía, su revuelta en el seno de la tradición a la obra última de Luigi
Malerba. La novela de Camilo [José Cela, es decir, Oficio de tinieblas, 5] sólo
es comparable al Cómo es, de Samuel
Becket. M. Antolín Rato [acaba de publicar su primera novela: Cuando 900 mil Mach aprox.] es un discípulo fiel de William Burroughs, J.
Leyva [recién aparecida su Heautontimoroumenos]
realiza entre nosotros experiencias casi
paralelas (aunque más humanistas) a las de Marcelin Pleynet.»[12]
No
vamos a ocupamos de los académicos (Cela y Torrente), que muchos otros lo hacen
en nuestro lugar, y nos quedamos con los dos escritores más representativos de
la «vanguardia informal»: J. Leyva y
M. Antolín Rato. Apoyándonos en las opiniones de Quiñonero, nos encontramos con
que representan dos de las tendencias narrativas experimentales más vigentes de
estos últimos años.
En
efecto, J. Leyva, junto con Cruz Ruiz y Sánchez Ortiz, lleva a cabo una
aventura textual que «investiga
transformaciones del código narrativo o del código lingüístico [...] aventuras destinadas a círculos cerrados, o
a los propios escritores, a los científicos y profesores», como escribe
Conte, repitiendo una vez más su teoría de los polos sobre los que pivota la
literatura actual.[13]
Se trata, por tanto, de una escritura que remite a los experimentos textuales
de los escritores franceses post-nouveau
roman, a los grupos formados alrededor de las revistas literarias Tel Quel y Change. Suponemos que obras como éstas son las que hacen que a F.
Savater se le abran las carnes porque para su comprensión «exigen la lectura de un tratado o de un número especial de Tel
Quel",[14]
como si para gozar de cualquier escrito no fueran precisos unos conocimientos
imprescindibles, el primero de los cuales es saber leer...
Lo
cierto es que en Heautontimoroumenos
(1973), de J. Leyva, o en O (1975),
de E. Sánchez Ortiz se manifiesta una clara y profunda meditación sobre el
hecho narrativo y sobre lo literario que resulta absolutamente nueva en la
novelística española. No negamos la influencia francesa ya señalada, pero en
estos dos libros publicados por Taller do Ediciones J. B., de Madrid, y en los
restantes de estos autores, hay un referente hispano indudable, un
apasionamiento y calor contenido que no llega a distanciarse por completo de
las vivencias narradas de modo indirecto e intransitivo. Se trasluce a través
de sus páginas un «dolor de España» y
una cierta autoconfesión de vencido, de eterno perdedor, que distancia estas
obras de sus modelos galos. Estas características pseudo-autobiográficas son
aún más evidentes en Juan Cruz Ruiz, mucho más personalista y narrativamente
inmaduro que los otros dos, del cual en ocasiones se diría que es un
continuador de la novela existencialista de los años cuarenta y cincuenta.
Podría señalarse que la experimentación de estos tres autores parece realizada
a pesar de sí mismos, como si la ruptura que desarrollan les produjera angustia
al no tener límites entre los que enmarcarse. Es indudable, de cualquier modo,
que las novelas de Leyva, Sánchez Ortiz y Cruz Ruiz contienen un potencial
explosivo bastante atemperado aunque se sitúen en los puestos de cabeza de la
mejor narrativa experimental.
Más
radical, a la par que narrativa, es la experimentación potenciada por las
novelas de Antolín Rato, quien, como se ha señalado repetidamente, en parte
lleva a cabo una especie de puesta a punto de nuevos módulos prosísticos a
partir del desarrollo de los relatos tecnológicos de William Burroughs, «quizás el más grande escritor del siglo XX»,
como escribe G. Lemaire.[15]
Y
con Burroughs llegamos al fin al objeto central de este trabajo y a su título.
Resulta que Mariano Antolín Rato, junto con Eduardo Haro Ibars, Juan Alcover, Asís
Calonje, Alfonso Español y pocos más, pueden ser agrupados a partir de su mundo
común de referencias al universo de Burroughs y al transfondo del que este
emerge. De Burroughs pues, y más concretamente de su novela Nova Express, se
deriva el término que utilizamos para calificar a todos estos escritores, es
decir «Novaexpressión Narrativa Española».
Una etiqueta convencional que sugiere algún trasnochado movimiento pictórico y
que nosotros usamos a falta de otro más afortunado. Por ejemplo, «Grupo de Papeles de Son Armadans», dado
que es en esta revista de Palma de Mallorca donde publican regularmente a
partir de, más o menos, 1970[16]
sus trabajos de creación (y de crítica, aunque en menor cantidad) primeros,
segundos, terceros... todos los narradores que llamamos «novaexpressionistas». Y esto hasta tal punto, que hay números de la
revista que casi llegan a ser monográficos, conteniendo dos, tres y hasta
cuatro trabajos de estos escritores. El director de la publicación es Camilo
José Cela, pero no podemos apreciar en ninguno de los «novaexpressionistas» influencia directa de este autor, si bien
parece compartir con todos ellos un claro interés hacia la obra de Blake,
Joyce, Burroughs... que entre otros aparecen citados en la solapa de oficio de
tinieblas, 5 (1973) como antecesores inmediatos de la novela. Pero de todos
modos el grupo se articula en torno a la revista y, en menor medida, a la
colección de narrativa contemporánea Azanca (de Ediciones Júcar, Madrid,
primero publicada por los Papeles de Son Armadans), donde fa publicado sus
novelas Antolín Rato (y Álvarez Flórez), y donde se anuncia la próxima aparición
de la primera de E. Haro Ibars: El libro
de las manipulaciones. Hemos de señalar asimismo que entre los quince
volúmenes de la colección que hasta el momento han aparecido, se cuentan nada
menos que cinco obras de Burroughs.
Martín
Lendínez, por su parte, calificó al grupo como «La ciencia f(R)icción española», diciendo que la erre entre
paréntesis estaba por «Realidad»,
puesto que los aparentes escritos de ciencia ficción de estos autores siempre
mantenían «fricciones» con el mundo
real.[17]
No consideramos excesivamente feliz la etiqueta, y seguiremos utilizando la
nuestra, «Novaexpression», para
referimos a todos estos narradores.
Aunque
los escritores que incluimos en el grupo no tengan demasiadas cosas en común,
comparten por lo general una actitud ante la literatura (¿y la vida?) que parte
de idénticos presupuestos. Sus edades oscilan entre los veintipocos y treintaypocos
años. Además de su interés por la obra de Burroughs ya señalada, y de su
asunción de la escritura de Joyce como punto de referencia obligado (otra de
las razones de nuestro título),[18]
participan de un conjunto de intereses que aparecen recurrentemente en sus
obras. Su fuente temática común es el universo de lo que ha dado en llamarse «underground», «contracultura», «nueva sensibilidad»,
etc., lo que les conecta «con todo un
movimiento joven contra-cultural que se desarrolla, crece y produce obras en el
mundo entero».[19]
Existe
pues en las obras de todos estos nuevos escritores una constante presencia de
sexualidad explícita, droga y psicodelisino, violencia y sátira, contaminación,
policía personificación de toda paranoia, rock and roll, misticismos más o
menos orientales... es decir, elementos pertenecientes a la subcultura de los
marginados, los freaks... en este sentido el artículo de Antolín Rato, Ficción
Especulativa y Realismo Psiquedélico casi resulta programático.[20]
Lo mismo podría decirse de las frecuentes colaboraciones de Haro Ibars en
diversas publicaciones de gran tirada (especialmente en Triunfo, Ozono e Informaciones de las Artes y las Letras,
todas ellas de Madrid) donde suele ocuparse de temas relacionados con esa «nueva sensibilidad» en sus diversas facetas:
musical, cinematográfica, literaria, gráfica, etc. Por otra parte, tanto Haro
Ibars como Antolín Rato se han ocupado extensamente del rock y han escrito
libros sobre el tema. Asimismo Antolín Rato es co-autor de un libro sobre
budismo zen (otro de los pilares de la contracultura de los años sesenta).[21]
Esta
voluntad libertaria contracultural queda recogida de un modo clarísimo en
Martin Lendínez (traductor de Burroughs) quien al escribir sobre Carcia Calvo
le reprocha su falta de asistencia al mundo «underground» hispano cuando éste más le necesitaba y su retraso en
hacer públicas unas opiniones muy válidas y que hubieran ayudado mucho en la
época en que se redactaba aquella Breve
Historia del Underground Madrileño que el mismo Lendínez publicaría
bastante después acompañada de comentarios suyos.[22]
Participan
todos estos nuevos escritores del mismo trasfondo realista que se muestra en
los llamados «comix underground», y
lo hacen de un modo tan explícito que Martín Lendínez y A. Calonje, entre
otros, llegaron a editar una revista ciclostilada, Inmersión, donde publicaban
un tebeo titulado «El terrible Candiru»
(nueva referencia a Burroughs) que se remitía al grafismo «underground» bastante antes de que surgieran los interesantes
dibujantes de «comix» españoles que
dan a la luz (o daban, que eso nunca se sabe) sus trabajos en Star o El rollo enmascarado, de Barcelona, o en las mil y una guadianescas
publicaciones del mismo tipo en el resto del país (o allí). En muchos de los «novaexpressionistas» este realismo es
testimonial, virulentamente crítico y revulsivo, aunque casi siempre aparezca entreverado
de elementos multisignificativos, según corresponde a las informaciones que se
reciben sin cesar. Por lo general, son discursos que parecen escritos contra el
reloj a partir de un idioma al que se inyecta experiencia vivida que se traduce
en invención y ruptura. El lenguaje esclerotizado de la novela tradicional ya
no sirve para referirse al presente y cae hecho trizas. Surgen entonces
universos del sentido fragmentarios, fluencias que se adecúan a la inmediatez
ambiente. Son mundos abiertos contenidos en escrituras muy poco lineales y
desplegados en forma de relatos que se estructuran calidoscópicamente en los
terrenos de la sugerencia, ahí donde es imposible hacer pie y sentirse seguro.
La lectura que imponen exige una disposición mental que se escapa entre las
mallas de nuestro conocimiento, obligando a inventar acercamientos a lo que
sucede en la página escrita situados más allá de cualquier convención
establecida. Esto lo ilustra perfectamente Antolín Rato cuando declara: «Creo que al enfrentarse con el Zyklon B
[se refiere a su segunda novela: De
vulgari Zyklon B manifestante] lo
primero que se percibe es algo así como una nebulosa enrarecida en la que se
destacan algunas palabras, frases, fragmentos de relato electrificados. Aquí y
allá se producen resplandores y fulguraciones del sentido que llevan al lector
de una dirección en otra sin dejarle respiro. Eso me parece excitante, al menos
yo suelo pasármelo muy bien leyendo libros que provocan ose efecto [... ] En un momento determinado el lector puede
preguntarse: ¿Qué es lo que está pasando
en realidad? Se siente arrastrado por unidades de sentido interrelacionadas y
no consigue determinar con claridad que está sucediendo una cosa y no otra al
mismo tiempo. Son infinidad de informaciones entrecortadas que se confunden,
anulan, complementan... según. Entonces si sigues leyendo, tienes todos los
canales conectados en las frecuencias precisas. Te abandonas y, de pronto, en
el transcurso de la lectura crees descubrir unas leyes, un orden que articula
el relato. Es como si tu cerebro hubiera encontrado el programa que proporciona
un sentido global a todo lo leído. Vas a sentarte tranquilo... crees que has
dado con la clave del asunto... ahora a descansar. Pero enseguida te das cuenta
de que nada de eso. Ese programa forma parte a la vez de otro programa que sólo
era válido para aquel estimulo, aquella información concreta, y no para todas.
Entonces todo vuelve a empezar aunque de modo distinto...»[23]
No
vamos a ocupamos extensamente de Mariano Antolín Rato pues dentro de los «novaexpressionistas» es con mucho sobre
el que más se ha escrito. Su novela Cuando
900 mil Mach aprox. obtuvo el Premio de la Nueva Crítica de 1975 y fue
extensamente comentada con ese motivo.[24]
Pero queremos señalar algo que no suele destacarse entre las constantes de su
obra. Casi todos hablan al referirse a ésta de los elementos de ciencia ficción
que contiene, de que se trata de novelas cosmológicas, de la deshumanización
que patentiza, la magia, la poesía, la experimentación tecnológica, etc. Nadie,
que nosotros sepamos, se ha referido a su intento lingüístico encaminado a
superar el concepto que tenemos de ser humano, a crear una especie de nuevo ser
colectivo donde las individualidades (el individuo aislado de la sociedad burguesa)
quedan reducidas a un papel de componentes de un organismo superior, al modo de
las células en el cuerpo humano. La configuración básica ha dejado de ser el
hombre («ese invento reciente», al
decir de Foucault) para convertirse en una estructura superior que implica las
actividades complementarias de muchos humanos. Es como si el humanismo tradicional
se concretara definitivamente como función de tumba de la sociedad capitalista
occidental ya en descomposición, «¿Ha
sido superada la dimensión humana individualista tradicional? ¿Ha muerto el
hombre? ¿Nos movemos a nivel celular?», se pregunta en la contracubierta de
su segunda novela.[25]
Y todo esto en un universo que alguien ha calificado de «alegórico-dantesco» donde brotan vivas imágenes eléctricas y
fulgurantes a partir de un lenguaje tenso, cibernético, metálico (siguiendo
adjetivos encontrados en diversas críticas a las obras de Antolín Rato).
Las
pistas que estas novelas proporcionan (y de las que pensamos ocuparnos más
extensamente en otro trabajo que preparamos sobre De vulgari Zyklon B manifestante) se dirigen directamente al
cerebro sin pasar por el intermedio del oído. La comunicación va desde la
visión a las circunvalaciones cerebrales a partir de un ritmo que impone la
lectura silenciosa, a la que también fuerzan el original sistema de puntuación
y los diversos signos esparcidos por el texto imposibles de traducir
fónicamente.
Esperamos
que las siguientes obras de Antolín Rato, que las habrá sin ninguna duda,
confirmen el interés levantado por sus dos primeras novelas y respondan a unos
presupuestos tan exigentes, rigurosos y actuales como ellas.
Viene
aquí, un tanto a contrapelo por su estilo, José Manuel Álvarez Flórez que
tampoco ha pasado desapercibido por la crítica. Su primera novela, Autoejecución y suelta de animales internos
(1975), tuvo un amplio eco muy favorable.[26]
Este libro, que algunos como J. Luis Jiménez tienen reparos en considerar
novela, nos impone un mundo muy próximo. Es un universo que alcanza un cierto
nivel táctil y produce escalofríos. Estamos en el epicentro de la violencia
contenida que se abre en un relato épico cuyas raíces originales se hunden en
míticas historias primigenias de lucha y muerte. «Se trata de recuperar, inventándola si es preciso, toda una mitología
astur riquísima en poderes de evocación arquetípica y que deambula [...] con la fuerza y la libertad de una aventura
interior de corte psicodélico», como escribe a propósito de la obra el ya
citado Jiménez. Y todo esto servido en un idioma castellano de una riqueza
comparable a la de los fejores[sic.] clásicos, un idioma creador de formas y
espacios lingüísticos inéditos, pero siempre con cierto regusto arcaizante,
cosa que acentúa la dimensión épica, «casi
psicoanalista, o mejor: mítica, misteriosa, irracional», en palabras de
R.M. Pereda que analiza con acierto tres posibles niveles de lectura de! texto.
Tenemos
también esa constante referencia al presente, a un presente enrarecido y
extraño, como si fuera considerado bajo una mirada esquizoide. La estructura
general del relato, y la del libro, está sometida a los dictados de una
todopoderosa organización, «tal vez el
destino, el estado», opina el citado A. Álvarez, que personifica la
situación paranoica extrema del hombre actual en perenne lucha contra un enlomo
hostil. Al tiempo, esa «Organización»
impone leyes y da razón, a nivel inmediato y dentro de la lectura más realista
del relato, de esos otros sucesos que afloran incontenibles desde profundidades
intuidas en los límites de la mente de un «hombre
civilizado».
Hay
también en la novela de Álvarez Flórez una referencia a la ciencia ficción,
aunque ésta no sea muy explícita. El ambiente, en ocasiones, tiene bastante que
ver con d que es propio de la rama más terrorífica de ese género. Es un terror
en estado puo, casi siempre, y contaminado, a veces de absurdo. Una ciencia
ficción de corte psicológico y demencial, paradójica como los espacios
imposibles del dibujante holandés M. C. Escher.
Nos
encontramos además en un mundo emparentado en parte con el de John Courper
Powys, donde la utilización de formas dialectales asturianas proporciona una
cualidad física cálida y entrañable en ocasiones. Su lectura en clave mítica
relaciona a este mundo con el de la llamada «Fantasía Heroica», la de Conan o Herbert, donde dimensiones mágicas
entremezcladas con hiperespacios llevan a terribles terrenos interiores donde
se convocan fantasmas malditos.
Esta
vela de «Fantasía Heroica» donde él
relato discurre por mundos paralelos al nuestro, tanto en tiempos inmemoriales
como en futuros distantes, reaparece con fuerza en los escritos de Eduardo Haro
Ibars. Los fragmentos de su novela El
libro de las Manipulaciones que conocemos[27]
nos remiten a un mundo mágico habitado por entidades épicas. Pero se trata de una
épica pretendidamente desmitificada y desnuda de cualquier componente violento
y machista, y por ello de su finalidad y carácter definitorio. Las aventuras no
tienen cumplimiento ni sentido evidente, so articulan en narración por medio de
un lenguaje lleno de símbolos referenciales al surrealismo, a la pseudo-decadencia
del último pop, al gran viaje que tiene lugar en los límites extremos de la
ciudad o del universo.
Todo
esto aparece con mayor claridad en sus poemas (¿o relatos?: en la mayor parte
de los «novaexpressionistas» resulta
difícil establecer diferencias) donde Haro Ibars despliega con mayor potencia,
y en mayor medida, sus baterías verbales.[28]
Es entonces cuando la capacidad de sugerencia aumenta y refiere a la distanciación
y frialdad clásicas. Parece, pues, que Haro Ibars es en lo que habitualmente se
llama poesía donde consigue sus mayores logros, y la reciente obtención del
premio Puente Cultural de Poesía con su libro Pérdidas blancas parece confirmarlo.
Juan
Alcover quizá sea el más divertido y desenfadado de todos los «novaexpressionistas». Sus textos[29]
suelen adquirir un carácter programático, parecen proclamas en favor de todos
los «pirados» de la tierra. Son constantes
en ellos, pues, las referencias al mundo «underground»
español y a su jerga particular, cosa que por otra parte está presente en el
lenguaje escrito de todos los demás autores aquí citados. También se hacen
patente en Alcover profundos sentimientos de soledad y aislamiento expresados a
través de un lenguaje neutro que de inmediato recuerda el de los comunicados
radiados o el de la publicidad en cualquiera de sus formas. En el mundo de su
escritura el par de opuestos Realidad/Imaginación está invertido y desborda
cualquier posible límite. Probablemente sea uno de 'los escritores de este
grupo con mayor futuro, fuerza y capacidad de invención.
Con
Asís Calonje entramos en un mundo profundo, secreto, evocador a todos los
niveles. Su escritura es claramente joyciana, pero del último Joyce, el del Finnegans Wake, el del «calembour», el «pun», el juego de palabras a lo Lewis Carroll o, en español, a lo
Cabrera Infante. Se trata de unos textos tremendamente complejos donde la
información está desmenuzada y fragmentada en el plano de la palabra, la
sílaba, el sonido, creando un universo especial del que toda seguridad está
ausente. El mundo que se potencia es inconcebible e irrepresentable siguiendo
esquemas mentales consagrados por la tradición epistemológica occidental. Las
tres dimensiones habituales son insuficientes y es preciso recurrir a
imaginarias geometrías intelectuales para conseguir encontrar las guías que
ordenen la lectura. Los fragmentos que conocemos de su novela en marcha,
titulada provisionalmente XX,[30]
hacen que nos enfrentemos con un estilo de una solidez tal que parece
incompatible con la juventud de su autor, el cual hace gala de un dominio del
lenguaje magistral y lleno de resonancias interiores concretado en una
narración apabullante. También en Calonje existen claras referencias a la
terminología de la ciencia ficción en su aspecto de ficción especulativa, cosa
que le acera en cierto modo a Antolín Rato y lo separa de Álvarez Flórez o Haro
Ibars menos atraídos por la metáfora tecnológica que por la posibilidad de
unificar magia y realidad.
Los
textos que conocemos de Alfonso Español[31]
nos presentan a un escritor tremendamente influenciado por Burroughs (sin duda,
el que más debe al novelista americano de todo el grupo). Utiliza
constantemente los métodos de cut up
y de fold in. Y esto hasta tal punto
que a veces sus escritos parecen continuaciones surrealistas del Nova Express.
Cuando consigue liberarse de esta influencia y activa ese mundo que se adivina
tras la pantalla burroughsiana, es evidente que llega a expresar algo realmente
original y fuerte. Se puede adivinar a partir de lo que hasta ahora ha
publicado un futuro brillante, puesto que su potencia narrativa y su capacidad
de invención son más que notables.
No
somos profetas, y tampoco lo pretendemos ser, pero estamos seguros de que la
“Novaexpressión Narrativa Española” va a producir, como ya ha producido (caso
de Antolín Rato o Álvarez Flórez) algunos de los libros más interesantes de la
narrativa española. De momento, el aire que se levanta al pasar las páginas de
sus escritos es renovador y fresco, y parece provenir de ese transfondo común
del que toda una generación participa. Expresan una actitud vital nueva y en
ascendencia. Sus planteamientos ideológicos coinciden con los de una especie de
anarquismo libertario deshumanizado, al crear una terrible confusión con el fin
(¿o el medio?) aparente de que renazca y pueda oírse, entre la escoria y
miseria que rodea, la auténtica voz de unos grupos injustamente postergados y
desplazados. Quizás pueda reprocharse a los «novaexpressionistas» una excesiva dependencia del mundo anglosajón,
un constante remitir a módulos formales de la lengua inglesa y al ambiente «underground» de Inglaterra o Estados
Unidos, fundamentalmente. Aparte del feroz colonialismo, cultural en el mejor
de los casos (en el peor suele concretarse en manifestaciones mucho más
terribles), de todos conocido, es posible que esa referencia tan frecuente a
unos esquemas alejados del medio vital hispano permita una visión distanciada
que potencie el vuelo expresivo no condicionado, es decir, situado más allá de
las normas dictadas por un gobierno dictatorial y consagrados por una sociedad
enferma que se ha dedicado sistemáticamente a destrozar la capacidad creativa
de cualquier individuo. Los «novaexpressionistas»
saliéndose del ambiente en el que, más o menos, transcurren sus vidas,
adquieren una categoría de «extraños»,
«ajenos» a lo que sucede que
posibilita su consideración más incisiva.
En
cualquier caso, los símbolos de sus escritos son breves, urgentes. Describen
una situación, una escena, que es presentada, no en secuencia, sino al mismo
tiempo. Entre esos mensajes no existe una relación especial, excepto que su
autor los ha dispuesto de tal modo para que produzcan una imagen de vida. No
hay comienzo, ni final, tampoco suspense, ni moral, ni causas, ni efectos. Lo
importante en estos textos es la profunda sugerencia que potencian de muchos
momentos maravillosos o terribles vistos todos a la vez. Todo lo cual, sin
duda, responde al principio del «collage»,
que es el principio que impregna y proporciona una metodología a todo el arte
de la última mitad del siglo XX, y esto en cualquiera de sus manifestaciones,
entre las que se incluyen, cómo no, las que surgen a partir de una utilización
consciente de los medios de comunicación de masas.
JUANA FIGUERAS
ARGYSLAS COURAGE
Department of Foreing
Languages.
Swift Collage.
Dublin, Georgia.
Estados Unidos.
Papeles
de Son Armadans. Año XXII
Tomo LXXXIV. Núm. CCL. Madrid-Palma de
Mallorca
Enero, MCMLXXVII, pp. 21-46.
Sobre la autoría -o no- de este escrito léase el libro de J. Benito Fernández, Eduardo Haro Ibars, los pasos del caído, Anagrama 2005, p. 218
***
[1] A. Burgos: «Málaga y
el Ayuntamiento contra el Premio Ciudad de Málaga». Revista Triunfo, núm. 649. Madrid, 8-II-1975.
[2] «Sobre nueva
narrativa peninsular en lengua castellana». Reseña,
núm. 93. Marzo de 1976.
[3] «Narrativa joven en
castellano». Vida nueva, núm. 1020.
6-III-1976
[4] «La bomba literaria».
Ajoblanco, núm. 12. Barcelona,
23-IV-1976.
[5] J. M. Fossey en Informaciones de los Artes y las Letras. Madrid. 8-1-1976.
[6] A. Álvarez Lorenzana:
«Un nuevo mundo: Álvarez Flórez», en Papeles
de Son Armadans, núm. 239- Madrid-Palma de Mallorca, Febrero de 1976. (En
adelante esta revista será designada como PSA).
[7] R. Saladrigas:
«Debate sobre novela española», en Telexpress. Barcelona. 16-VI-1975. Esta
ruptura ha sido señalada también por otros críticos. Así. refiriéndose a la que
representa respecto de los narradores sudamericanos. A. Kerrigan
escribe en el Book of the Year, 1975,
de la Enciclopedia Britannica: «...the
critics welcomed an experimentalist novel (Cuando 900 mil Mach aprox.
by Mariano Antolín Rato) as some kind of
response of the invasion of the field of Spanish literature by
Híspanic-American writters».
[8] R. Conté: «Entre la
tradición y la vanguardia», en Informaciones
de las Arles y las Letras. Madrid, 26-XI1-1975.
[9] J. M. Martínez Cachero: «La novela en 1975»,
en El año literario español.
Editorial Castalia, Madrid, 1976.
[10] G. Torrente
Ballester: «Cuadernos de la Romana», en Informaciones
de las Artes y las Letras, Madrid, 26-VI-1975.
[11] De los «Prolegómenos»
editoriales a Autoejecución y suelta de
animales internos, de J. M. Alvares Flórez, Col. Azanca. Ediciones Júcar.
Madrid, 1975
[12] Juan Quiñonero: «La
metamorfosis de la novela», en Informaciones
de las Artes y las Letras. Madrid, 17-1-1974.
[13] R. Conte: «Novela y
burguesía». Ínsula, núm. 353. Madrid,
Abril de 1976.
[14] F. Savater: «Vladimir
Nabokov», en El país. Madrid,
5-V-1976.
[15] G. Lemaire:
«Biographie», Tel Quel. núm. 66-
París, verano de 1976.
[16] El primer trabajo
publicado por un miembro del grupo del que tenemos noticia en uno de M. Antolín
Rato que apareció en el núm. 164 de PSA.
Noviembre de 1969. Se trataba de un artículo (¿cómo no?) sobre Burroughs: «La
literatura atonal y aleatoria de William Burroughs».
[17] M. Lendínez: «La
nuera narrativa “parada” en español». Distorsión
Espacial, núm. 2. Febrero de 1975.
[18] Como se recordará Our Exagmination... of Work in Progress
es el título de una obra colectiva publicada en 1929 acerca de Finnegans Wake, de James Joyce, cuando
la obra aún era conocida como Work in
Progress. Los autores de los ensayos incluidos en el libro son Samuel
Beckett, Stuart Gilbert. William Carlos Williams, entre otros ilustres
joycianos. Además, como epilogo, van dos cartas dirigidas a Joyce. Las firman
Vladimir Nixon y G.V.L. Slingshy, que se supone sean pseudónimos del escritor
irlandés.
[19] Véase la solapa de Cuando 900 mil Mach aprox. de M. Antolín
Rato. Col. Azanca. Ediciones de los PSA,
1973.
[20] Dicho artículo
apareció en PSA, vol. LXXXII. Núm.
CCXLIV, julio de 1976.
[21] E. Haro Ibars: Gay Rock. Col. Los Juglares, Ediciones
Júcar. Madrid. 1975, M. Antolín Rato: Bob
Dylan. 2, Col. Los Juglares, Ediciones Júcar, Madrid. 1975. Además, Antolín
Rato y Alfredo Embid: Budismo Zen:
Enseñanzas y textos, Barral Editores, Barcelona, 2ª edición. 1974.
[22] M. Lendínez: «Una
guía de cuerpo» y alma»». Informaciones
de las Artes y las Letras. Madrid, 16-I-1975. También: «Un curioso
manuscrito anónimo: "Breve historia del underground madrileño"», PSA. núm. 210. Marzo de
1974.
[23]
En Literature Tomorrow. I. 2. Spring
1976. «Interviews with Innovative European Writers».
[24] Cfr. «Mariano Antolín
Rato: una literatura para el futuro», de S. Senosiáin Erro, en PSA. núm. 236-37. Nov-Dic. de 1975. En
este artículo se recogen gran parte de las críticas y notas de prensa sobre la
primera novela de Antolín Rato. Sobre la segunda ver en especial: «De vulgari Zyklon B. manifestante», de
P. Sánchez, en la revista Jano, núm.
213. Barcelona, 13-11-1976; «Elementos de psicocartografía literaria», de M.F.
de Abreu, en Reseña, núm. cít.; «La
poesía cibernética de Antolín Rato», de E- Haro Ibars, en Informaciones de las Artes y las Letras, Madrid. 17-VII-1975; L. A.
de Villena. «Mariano Antolín y la “Escritura metálica”», en Ya, Madrid. 9-X-1975.
[25] De vulgari Zyklon B manifestante, de M. Antolín Rato. Col. Azanca.
Ediciones Júcar. Madrid, 1975.
[26] Ver al respecto:
«Antimitología de la sangre y de la historia», de R. M. Pereda. Triunfo, núm. 666. 5-VII-1975.
«Autoejecución y suelta de animales internos», de J. L Jiménez, en Fotogramas, núm. 14-15. Barcelona,
18-XI-1975. Y el artículo de A. Álvarez publicado en PSA ya citado.
[27] E. Haro Ibars:
«Coronación», en PSA, núm. 214. Enero
de 1974.
[28] Poemas de E. Haro
Ibars han aparecido los siguientes: «Poemas», en PSA, núm. 198, Setiembre de 1972. «Textos», en PSA, núm. 223, Octubre de 1974. «Superman contra la bruja», en Camp de l´Arpa, núm. 19, Barcelona.
Abril de 1975. «Perdidas blancas», en PSA,
núm. 235. Octubre de 1975.
[29] Juan Alcover ha
publicado: «Estrategia lisérgica en las dunas», en PSA, núm. 231, Junio de 1975. «El rollo que no cesa», en PSA, núm.
239, Febrero de 1976. «Llamando a todos los dandys al camino», en Ajoblanco, núm. 12, 23-IV.1976.
[30] De Asís Calonje
conocemos: «El espermatozoide que quería ver las estrellas», en PSA, núm. 219, Junio de 1974. «XX.
Ruinas despiertas. » en PSA, núm.
228. Mano de 1975. En Cuadernos
Hispanoamericanos, núm. 309, marzo de 1976, publica una nota sobre Antolín
Rato: «Zyklón B: Manifestación del proceso creativo».
[31] Alfonso Español, que
sepamos, ha publicado: «Joe el literato y su revólver de sueños», en PSA, núm. 232, Julio de 1975. «Chicle de
caos», en PSA, núm. 239, Febrero de
1976.
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