miércoles, 24 de octubre de 2018

"La "nova expressión" narrativa española" de ¿Mariano Antolín Rato? (Papeles de Son Armadans, enero 1977)


Our Exagmination round His Factification for Incamination of
La «nova expressión» narrativa española
(Las últimas tendencias narrativas en lengua castellana)

Estudiosos y comentaristas diversos repiten periódicamente que la novela española es un desastre. «El campo narrativo en lengua castellana está seco, es un desierto», escribe A. Burgos en la revista madrileña Triunfo.[1] Un artículo en Reseña dice: «Nos encontramos con el largo silencio de una generación que se diría negada para la literatura. Quienes abrieron sus inteligencias en tomo a 1968 parecen empeñados en dejar el más patético testimonio de su existencia: el de su propia esterilidad».[2] Coincide con lo anterior un resumen del panorama narrativo español de 1975, publicado en la revista Vida Nueva, donde aparece lo siguiente: «No nos queda más remedio que decir que la mediocridad es la reina en la mayoría de los casos»[3] (en esta ocasión de esa mayoría se salvan Eduardo Mendoza y Antolín Rato, excepciones que confirman la regla). En Ajoblanco son aún más radicales: «Para cruel desengaño de los que esperaban que este número fuera un estallido poético-literario y para feliz consuelo de la kultura oficial, debemos antes que nada decir NO. Esto no es la tan cantada bomba literaria. De momento todavía no es posible nada de eso en el país de los bobitontos».[4]
Sin embargo, frente a tan siniestros agoreros (de la izquierda, de los jesuitas con inquietudes sociales, del llamado underground, respectivamente), basta con observar el panorama narrativo español de estos últimos años prescindiendo de prejuicios de subdesarrollo y complejos de inferioridad recalcitrantes (¿es demasiado pedir?) para que inmediatamente salten a la vista claros síntomas de renacimiento. Esas «honrosas excepciones» que en los recuentos anuales de la novela española confirman su mediocridad, con el paso del tiempo, y como siempre ocurre (por elemental adición matemática), han ido acumulándose hasta llegar a constituir un grupo bastante numeroso de novelistas interesantes a los que cada año suele añal írseles algún recién llegado que escapa a la quema general. En efecto, estamos asistiendo a la irrupción y afianzamiento de una serie de escritores auténticamente originales que llevan a cabo una obra de creación intensa y actual, además de interesante. Aparecen obras en las que se detecta un vigor y una fuerza en la escritura en prosa muy poco frecuentes en el panorama narrativo español de las últimas décadas. Unas obras donde se supera ese grave conflicto, tan característico de los autodidactas, entre una potencial capacidad de invención bastante intensa y un temor reverencial a determinados aspectos (los pocos que el autor conoce) de la tradición cultural.
Algo de esto debe haber notado Jean Michel Fossey cuando señala que la novela española más reciente bulle de nuevas obras y corrientes, por lo general experimentales que la hacen sumamente atractiva frente al escaso interés de las últimas producciones narrativas del resto de Europa.[5] En el mismo sentido se expresa A. Álvarez Lorenzana: «Nuevos vientos parecen soplar en el panorama reiterativo de la novelística española, reducido desde hace años a unos mismos nombres de lentísima renovación y aún más lenta sustitución [...] En los últimos años la cosa va cambiando, con cierto carácter general y no de libros o autores dispersos, y así tenemos que se incorporan nombres nuevos como J. Leyva, Juan Cruz Ruiz, Emilio Sánchez Ortiz, M. Antolín Rato, José María Guelbenzu, entre los que tienen ya más de una obra publicada, dentro del grupo experimentalista o vanguardista de las muy variadas vanguardias, desde luego, y otros como Javier Marías, Martínez Torres o Vicente Molina Foix, un tanto más en línea con lo que se entiende por novela en el sentido más tradicional, por literatura más cercana al gusto dominante».[6] Insiste en estos puntos Robert Saladrigas que dice a propósito del papel de revulsivo desempeñado por la narrativa sudamericana con respecto a la española que, con independencia de la influencia de los grandes novelistas latinoamericanos, «cobra nuevos bríos, los novelistas se replantean las premisas de su arte, y nombres que hasta entonces habían permanecido en el callejón sin salida del realismo se lanzan a la indagación y conquista de una nueva expresividad. La mayoría dan un giro de trescientos sesenta grados a su obra. Casos como los de García Hortelano, Caballero Bonald, Juan y Luis Goytisolo, Juan Marsé, Concha Alós, Camilo José Cela, sin contar con la aparición, en un ambiente ya notoriamente favorable a la aventura vanguardista, de obras como las de Juan Benet, J. Leyva, Gulbenzu, Antolín Rato, Martínez Torres, y el largo etcétera de jóvenes creadores que siguen sus huellas en un constante esfuerzo por cuestionar sus propios logros en materia de expresividad narrativa»».[7]
Los testimonios del renacer de la novela española podrían multiplicarse pero creemos que con los anteriores es bastante. Son muchos los que coinciden en señalar este nuevo empuje, esta renovación, resurgimiento y vitalidad de la narrativa en castellano. Quizás sea pronto para pronunciarse de un modo definitivo (¿para eso no es siempre pronto?), pero nosotros apostamos a favor del presente y futuro de la novela española dado que las más recientes obras en prosa castellana suponen el comienzo de algo realmente desconocido e importante.
Con todo, no debe de pensarse que las cosas empezaron de la noche a la mañana. La obra de Torrente Ballester, Camilo José Cela, Caballero Bonald o Juan Goytisolo, por citar sólo a los cabezas de serie, no se escribió (como tampoco se tomó Zamora) en una hora. Se trata de una obra sólida que proporciona respaldo sobre el que apoyarse para ponerse a escribir de novela española sin tener el rabo entre las piernas.
Pero aquí no vamos a hablar de «indiscutibles» como los que se acaban de citar, sino de la novela española que se está escribiendo y publicando (cuando lo consigue, cosa que no parece nada fácil) ahora mismo por gentes de ahora mismo. Nos ocuparemos concretamente de los novelistas que según R. Conté forman parte de la «vanguardia informalista».[8] Dentro de esta tendencia cita a Juan Cruz Ruiz. Emilio Sánchez Ortiz, Antolín Ralo, Álvarez Flórez... a los que, sin duda, añadimos por nuestra cuenta a J. Ley va y unos pocos más, para que así el grupo quede al completo. Esta «vanguardia informalista» por cierto, y siempre siguiendo a Conte, junto a la «vanguardia formalista» (es decir: Martínez Torres, Félix de Azúa, Javier Marías y Molina Foix), constituye uno de los dos polos sobre los que gira la narrativa actual. Siendo la llamada «novela tradicional» el otro polo.
Nuestra intención, pues, es examinar desde cerca las novelas de algunos de los autores incluidos en ese apartado de «vanguardia informalista», añadiendo unas notas sobre otros jóvenes, cercanos a ellos, casi inéditos. Un apartado que viene a coincidir con el «Grupo experimentalista o vanguardista de las muy variadas vanguardias» al que se refería A. Álvarez en su artículo ya citado. Para ello, dejaremos a un lado los temores y dudas que asaltan a Conté con respecto al futuro y auténtica calidad literaria de tales novelas. Temores que, por cierto, comparte también el profesor Martínez preguntándose boquiabierto ante las obras de esos autores: «¿Son novelas estos libros?»[9] A echar leña al fuego, contribuye Torrente Ballester rasgándose las vestiduras después de leer una novela escrita, sin duda, por alguno de los escritores de la «vanguardia informalista», y concluyendo dogmático: «de aquí un camino por el que no vamos a ninguna parte».[10] 
Probablemente las nuevas novelas no vayan a ninguna de las partes que es capaz de imaginar el señor Torrente (y no dudamos de su capacidad imaginativa), y sí a «otra parte», a un espacio donde quedan rebasadas las ideas periclitadas de lo que sea novela y narración. En cualquier caso, estamos seguros de que abren niveles de lectura hasta el presente guardados bajo sellos conceptuales desde el siglo XIX, cuando la novela («género burgués por excelencia») floreció como «realista». Y no se olvide que en los tiempos actuales «la realidad es para las clases dominantes».[11]
El interés de esta nueva literatura, así como su integración en las corrientes generales que circulan por el panorama de la narrativa mundial, ya la había constatado Quiñonero cuando escribió: «La novela escrita en la península se vincula con las grandes corrientes que agitan a la novela occidental en nuestros días. La Saga/ Fuga [de JB, de Torrente Ballester] recuerda por su empuje, su ironía, su revuelta en el seno de la tradición a la obra última de Luigi Malerba. La novela de Camilo [José Cela, es decir, Oficio de tinieblas, 5] sólo es comparable al Cómo es, de Samuel Becket. M. Antolín Rato [acaba de publicar su primera novela: Cuando 900 mil Mach aprox.] es un discípulo fiel de William Burroughs, J. Leyva [recién aparecida su Heautontimoroumenos] realiza entre nosotros experiencias casi paralelas (aunque más humanistas) a las de Marcelin Pleynet.»[12]
No vamos a ocupamos de los académicos (Cela y Torrente), que muchos otros lo hacen en nuestro lugar, y nos quedamos con los dos escritores más representativos de la «vanguardia informal»: J. Leyva y M. Antolín Rato. Apoyándonos en las opiniones de Quiñonero, nos encontramos con que representan dos de las tendencias narrativas experimentales más vigentes de estos últimos años.
En efecto, J. Leyva, junto con Cruz Ruiz y Sánchez Ortiz, lleva a cabo una aventura textual que «investiga transformaciones del código narrativo o del código lingüístico [...] aventuras destinadas a círculos cerrados, o a los propios escritores, a los científicos y profesores», como escribe Conte, repitiendo una vez más su teoría de los polos sobre los que pivota la literatura actual.[13] Se trata, por tanto, de una escritura que remite a los experimentos textuales de los escritores franceses post-nouveau roman, a los grupos formados alrededor de las revistas literarias Tel Quel y Change. Suponemos que obras como éstas son las que hacen que a F. Savater se le abran las carnes porque para su comprensión «exigen la lectura de un tratado o de un número especial de Tel Quel",[14] como si para gozar de cualquier escrito no fueran precisos unos conocimientos imprescindibles, el primero de los cuales es saber leer...
Lo cierto es que en Heautontimoroumenos (1973), de J. Leyva, o en O (1975), de E. Sánchez Ortiz se manifiesta una clara y profunda meditación sobre el hecho narrativo y sobre lo literario que resulta absolutamente nueva en la novelística española. No negamos la influencia francesa ya señalada, pero en estos dos libros publicados por Taller do Ediciones J. B., de Madrid, y en los restantes de estos autores, hay un referente hispano indudable, un apasionamiento y calor contenido que no llega a distanciarse por completo de las vivencias narradas de modo indirecto e intransitivo. Se trasluce a través de sus páginas un «dolor de España» y una cierta autoconfesión de vencido, de eterno perdedor, que distancia estas obras de sus modelos galos. Estas características pseudo-autobiográficas son aún más evidentes en Juan Cruz Ruiz, mucho más personalista y narrativamente inmaduro que los otros dos, del cual en ocasiones se diría que es un continuador de la novela existencialista de los años cuarenta y cincuenta. Podría señalarse que la experimentación de estos tres autores parece realizada a pesar de sí mismos, como si la ruptura que desarrollan les produjera angustia al no tener límites entre los que enmarcarse. Es indudable, de cualquier modo, que las novelas de Leyva, Sánchez Ortiz y Cruz Ruiz contienen un potencial explosivo bastante atemperado aunque se sitúen en los puestos de cabeza de la mejor narrativa experimental.
Más radical, a la par que narrativa, es la experimentación potenciada por las novelas de Antolín Rato, quien, como se ha señalado repetidamente, en parte lleva a cabo una especie de puesta a punto de nuevos módulos prosísticos a partir del desarrollo de los relatos tecnológicos de William Burroughs, «quizás el más grande escritor del siglo XX», como escribe G. Lemaire.[15]
Y con Burroughs llegamos al fin al objeto central de este trabajo y a su título. Resulta que Mariano Antolín Rato, junto con Eduardo Haro Ibars, Juan Alcover, Asís Calonje, Alfonso Español y pocos más, pueden ser agrupados a partir de su mundo común de referencias al universo de Burroughs y al transfondo del que este emerge. De Burroughs pues, y más concretamente de su novela Nova Express, se deriva el término que utilizamos para calificar a todos estos escritores, es decir «Novaexpressión Narrativa Española». Una etiqueta convencional que sugiere algún trasnochado movimiento pictórico y que nosotros usamos a falta de otro más afortunado. Por ejemplo, «Grupo de Papeles de Son Armadans», dado que es en esta revista de Palma de Mallorca donde publican regularmente a partir de, más o menos, 1970[16] sus trabajos de creación (y de crítica, aunque en menor cantidad) primeros, segundos, terceros... todos los narradores que llamamos «novaexpressionistas». Y esto hasta tal punto, que hay números de la revista que casi llegan a ser monográficos, conteniendo dos, tres y hasta cuatro trabajos de estos escritores. El director de la publicación es Camilo José Cela, pero no podemos apreciar en ninguno de los «novaexpressionistas» influencia directa de este autor, si bien parece compartir con todos ellos un claro interés hacia la obra de Blake, Joyce, Burroughs... que entre otros aparecen citados en la solapa de oficio de tinieblas, 5 (1973) como antecesores inmediatos de la novela. Pero de todos modos el grupo se articula en torno a la revista y, en menor medida, a la colección de narrativa contemporánea Azanca (de Ediciones Júcar, Madrid, primero publicada por los Papeles de Son Armadans), donde fa publicado sus novelas Antolín Rato (y Álvarez Flórez), y donde se anuncia la próxima aparición de la primera de E. Haro Ibars: El libro de las manipulaciones. Hemos de señalar asimismo que entre los quince volúmenes de la colección que hasta el momento han aparecido, se cuentan nada menos que cinco obras de Burroughs.
Martín Lendínez, por su parte, calificó al grupo como «La ciencia f(R)icción española», diciendo que la erre entre paréntesis estaba por «Realidad», puesto que los aparentes escritos de ciencia ficción de estos autores siempre mantenían «fricciones» con el mundo real.[17] No consideramos excesivamente feliz la etiqueta, y seguiremos utilizando la nuestra, «Novaexpression», para referimos a todos estos narradores.
Aunque los escritores que incluimos en el grupo no tengan demasiadas cosas en común, comparten por lo general una actitud ante la literatura (¿y la vida?) que parte de idénticos presupuestos. Sus edades oscilan entre los veintipocos y treintaypocos años. Además de su interés por la obra de Burroughs ya señalada, y de su asunción de la escritura de Joyce como punto de referencia obligado (otra de las razones de nuestro título),[18] participan de un conjunto de intereses que aparecen recurrentemente en sus obras. Su fuente temática común es el universo de lo que ha dado en llamarse «underground», «contracultura», «nueva sensibilidad», etc., lo que les conecta «con todo un movimiento joven contra-cultural que se desarrolla, crece y produce obras en el mundo entero».[19]
Existe pues en las obras de todos estos nuevos escritores una constante presencia de sexualidad explícita, droga y psicodelisino, violencia y sátira, contaminación, policía personificación de toda paranoia, rock and roll, misticismos más o menos orientales... es decir, elementos pertenecientes a la subcultura de los marginados, los freaks... en este sentido el artículo de Antolín Rato, Ficción Especulativa y Realismo Psiquedélico casi resulta programático.[20] Lo mismo podría decirse de las frecuentes colaboraciones de Haro Ibars en diversas publicaciones de gran tirada (especialmente en Triunfo, Ozono e Informaciones de las Artes y las Letras, todas ellas de Madrid) donde suele ocuparse de temas relacionados con esa «nueva sensibilidad» en sus diversas facetas: musical, cinematográfica, literaria, gráfica, etc. Por otra parte, tanto Haro Ibars como Antolín Rato se han ocupado extensamente del rock y han escrito libros sobre el tema. Asimismo Antolín Rato es co-autor de un libro sobre budismo zen (otro de los pilares de la contracultura de los años sesenta).[21]
Esta voluntad libertaria contracultural queda recogida de un modo clarísimo en Martin Lendínez (traductor de Burroughs) quien al escribir sobre Carcia Calvo le reprocha su falta de asistencia al mundo «underground» hispano cuando éste más le necesitaba y su retraso en hacer públicas unas opiniones muy válidas y que hubieran ayudado mucho en la época en que se redactaba aquella Breve Historia del Underground Madrileño que el mismo Lendínez publicaría bastante después acompañada de comentarios suyos.[22]
Participan todos estos nuevos escritores del mismo trasfondo realista que se muestra en los llamados «comix underground», y lo hacen de un modo tan explícito que Martín Lendínez y A. Calonje, entre otros, llegaron a editar una revista ciclostilada, Inmersión, donde publicaban un tebeo titulado «El terrible Candiru» (nueva referencia a Burroughs) que se remitía al grafismo «underground» bastante antes de que surgieran los interesantes dibujantes de «comix» españoles que dan a la luz (o daban, que eso nunca se sabe) sus trabajos en Star o El rollo enmascarado, de Barcelona, o en las mil y una guadianescas publicaciones del mismo tipo en el resto del país (o allí). En muchos de los «novaexpressionistas» este realismo es testimonial, virulentamente crítico y revulsivo, aunque casi siempre aparezca entreverado de elementos multisignificativos, según corresponde a las informaciones que se reciben sin cesar. Por lo general, son discursos que parecen escritos contra el reloj a partir de un idioma al que se inyecta experiencia vivida que se traduce en invención y ruptura. El lenguaje esclerotizado de la novela tradicional ya no sirve para referirse al presente y cae hecho trizas. Surgen entonces universos del sentido fragmentarios, fluencias que se adecúan a la inmediatez ambiente. Son mundos abiertos contenidos en escrituras muy poco lineales y desplegados en forma de relatos que se estructuran calidoscópicamente en los terrenos de la sugerencia, ahí donde es imposible hacer pie y sentirse seguro. La lectura que imponen exige una disposición mental que se escapa entre las mallas de nuestro conocimiento, obligando a inventar acercamientos a lo que sucede en la página escrita situados más allá de cualquier convención establecida. Esto lo ilustra perfectamente Antolín Rato cuando declara: «Creo que al enfrentarse con el Zyklon B [se refiere a su segunda novela: De vulgari Zyklon B manifestante] lo primero que se percibe es algo así como una nebulosa enrarecida en la que se destacan algunas palabras, frases, fragmentos de relato electrificados. Aquí y allá se producen resplandores y fulguraciones del sentido que llevan al lector de una dirección en otra sin dejarle respiro. Eso me parece excitante, al menos yo suelo pasármelo muy bien leyendo libros que provocan ose efecto [... ] En un momento determinado el lector puede preguntarse: ¿Qué es lo que está pasando en realidad? Se siente arrastrado por unidades de sentido interrelacionadas y no consigue determinar con claridad que está sucediendo una cosa y no otra al mismo tiempo. Son infinidad de informaciones entrecortadas que se confunden, anulan, complementan... según. Entonces si sigues leyendo, tienes todos los canales conectados en las frecuencias precisas. Te abandonas y, de pronto, en el transcurso de la lectura crees descubrir unas leyes, un orden que articula el relato. Es como si tu cerebro hubiera encontrado el programa que proporciona un sentido global a todo lo leído. Vas a sentarte tranquilo... crees que has dado con la clave del asunto... ahora a descansar. Pero enseguida te das cuenta de que nada de eso. Ese programa forma parte a la vez de otro programa que sólo era válido para aquel estimulo, aquella información concreta, y no para todas. Entonces todo vuelve a empezar aunque de modo distinto...»[23]
No vamos a ocupamos extensamente de Mariano Antolín Rato pues dentro de los «novaexpressionistas» es con mucho sobre el que más se ha escrito. Su novela Cuando 900 mil Mach aprox. obtuvo el Premio de la Nueva Crítica de 1975 y fue extensamente comentada con ese motivo.[24] Pero queremos señalar algo que no suele destacarse entre las constantes de su obra. Casi todos hablan al referirse a ésta de los elementos de ciencia ficción que contiene, de que se trata de novelas cosmológicas, de la deshumanización que patentiza, la magia, la poesía, la experimentación tecnológica, etc. Nadie, que nosotros sepamos, se ha referido a su intento lingüístico encaminado a superar el concepto que tenemos de ser humano, a crear una especie de nuevo ser colectivo donde las individualidades (el individuo aislado de la sociedad burguesa) quedan reducidas a un papel de componentes de un organismo superior, al modo de las células en el cuerpo humano. La configuración básica ha dejado de ser el hombre («ese invento reciente», al decir de Foucault) para convertirse en una estructura superior que implica las actividades complementarias de muchos humanos. Es como si el humanismo tradicional se concretara definitivamente como función de tumba de la sociedad capitalista occidental ya en descomposición, «¿Ha sido superada la dimensión humana individualista tradicional? ¿Ha muerto el hombre? ¿Nos movemos a nivel celular?», se pregunta en la contracubierta de su segunda novela.[25] Y todo esto en un universo que alguien ha calificado de «alegórico-dantesco» donde brotan vivas imágenes eléctricas y fulgurantes a partir de un lenguaje tenso, cibernético, metálico (siguiendo adjetivos encontrados en diversas críticas a las obras de Antolín Rato).
Las pistas que estas novelas proporcionan (y de las que pensamos ocuparnos más extensamente en otro trabajo que preparamos sobre De vulgari Zyklon B manifestante) se dirigen directamente al cerebro sin pasar por el intermedio del oído. La comunicación va desde la visión a las circunvalaciones cerebrales a partir de un ritmo que impone la lectura silenciosa, a la que también fuerzan el original sistema de puntuación y los diversos signos esparcidos por el texto imposibles de traducir fónicamente.
Esperamos que las siguientes obras de Antolín Rato, que las habrá sin ninguna duda, confirmen el interés levantado por sus dos primeras novelas y respondan a unos presupuestos tan exigentes, rigurosos y actuales como ellas.
Viene aquí, un tanto a contrapelo por su estilo, José Manuel Álvarez Flórez que tampoco ha pasado desapercibido por la crítica. Su primera novela, Autoejecución y suelta de animales internos (1975), tuvo un amplio eco muy favorable.[26] Este libro, que algunos como J. Luis Jiménez tienen reparos en considerar novela, nos impone un mundo muy próximo. Es un universo que alcanza un cierto nivel táctil y produce escalofríos. Estamos en el epicentro de la violencia contenida que se abre en un relato épico cuyas raíces originales se hunden en míticas historias primigenias de lucha y muerte. «Se trata de recuperar, inventándola si es preciso, toda una mitología astur riquísima en poderes de evocación arquetípica y que deambula [...] con la fuerza y la libertad de una aventura interior de corte psicodélico», como escribe a propósito de la obra el ya citado Jiménez. Y todo esto servido en un idioma castellano de una riqueza comparable a la de los fejores[sic.] clásicos, un idioma creador de formas y espacios lingüísticos inéditos, pero siempre con cierto regusto arcaizante, cosa que acentúa la dimensión épica, «casi psicoanalista, o mejor: mítica, misteriosa, irracional», en palabras de R.M. Pereda que analiza con acierto tres posibles niveles de lectura de! texto.
Tenemos también esa constante referencia al presente, a un presente enrarecido y extraño, como si fuera considerado bajo una mirada esquizoide. La estructura general del relato, y la del libro, está sometida a los dictados de una todopoderosa organización, «tal vez el destino, el estado», opina el citado A. Álvarez, que personifica la situación paranoica extrema del hombre actual en perenne lucha contra un enlomo hostil. Al tiempo, esa «Organización» impone leyes y da razón, a nivel inmediato y dentro de la lectura más realista del relato, de esos otros sucesos que afloran incontenibles desde profundidades intuidas en los límites de la mente de un «hombre civilizado».
Hay también en la novela de Álvarez Flórez una referencia a la ciencia ficción, aunque ésta no sea muy explícita. El ambiente, en ocasiones, tiene bastante que ver con d que es propio de la rama más terrorífica de ese género. Es un terror en estado puo, casi siempre, y contaminado, a veces de absurdo. Una ciencia ficción de corte psicológico y demencial, paradójica como los espacios imposibles del dibujante holandés M. C. Escher.
Nos encontramos además en un mundo emparentado en parte con el de John Courper Powys, donde la utilización de formas dialectales asturianas proporciona una cualidad física cálida y entrañable en ocasiones. Su lectura en clave mítica relaciona a este mundo con el de la llamada «Fantasía Heroica», la de Conan o Herbert, donde dimensiones mágicas entremezcladas con hiperespacios llevan a terribles terrenos interiores donde se convocan fantasmas malditos.
Esta vela de «Fantasía Heroica» donde él relato discurre por mundos paralelos al nuestro, tanto en tiempos inmemoriales como en futuros distantes, reaparece con fuerza en los escritos de Eduardo Haro Ibars. Los fragmentos de su novela El libro de las Manipulaciones que conocemos[27] nos remiten a un mundo mágico habitado por entidades épicas. Pero se trata de una épica pretendidamente desmitificada y desnuda de cualquier componente violento y machista, y por ello de su finalidad y carácter definitorio. Las aventuras no tienen cumplimiento ni sentido evidente, so articulan en narración por medio de un lenguaje lleno de símbolos referenciales al surrealismo, a la pseudo-decadencia del último pop, al gran viaje que tiene lugar en los límites extremos de la ciudad o del universo.
Todo esto aparece con mayor claridad en sus poemas (¿o relatos?: en la mayor parte de los «novaexpressionistas» resulta difícil establecer diferencias) donde Haro Ibars despliega con mayor potencia, y en mayor medida, sus baterías verbales.[28] Es entonces cuando la capacidad de sugerencia aumenta y refiere a la distanciación y frialdad clásicas. Parece, pues, que Haro Ibars es en lo que habitualmente se llama poesía donde consigue sus mayores logros, y la reciente obtención del premio Puente Cultural de Poesía con su libro Pérdidas blancas parece confirmarlo.
Juan Alcover quizá sea el más divertido y desenfadado de todos los «novaexpressionistas». Sus textos[29] suelen adquirir un carácter programático, parecen proclamas en favor de todos los «pirados» de la tierra. Son constantes en ellos, pues, las referencias al mundo «underground» español y a su jerga particular, cosa que por otra parte está presente en el lenguaje escrito de todos los demás autores aquí citados. También se hacen patente en Alcover profundos sentimientos de soledad y aislamiento expresados a través de un lenguaje neutro que de inmediato recuerda el de los comunicados radiados o el de la publicidad en cualquiera de sus formas. En el mundo de su escritura el par de opuestos Realidad/Imaginación está invertido y desborda cualquier posible límite. Probablemente sea uno de 'los escritores de este grupo con mayor futuro, fuerza y capacidad de invención.
Con Asís Calonje entramos en un mundo profundo, secreto, evocador a todos los niveles. Su escritura es claramente joyciana, pero del último Joyce, el del Finnegans Wake, el del «calembour», el «pun», el juego de palabras a lo Lewis Carroll o, en español, a lo Cabrera Infante. Se trata de unos textos tremendamente complejos donde la información está desmenuzada y fragmentada en el plano de la palabra, la sílaba, el sonido, creando un universo especial del que toda seguridad está ausente. El mundo que se potencia es inconcebible e irrepresentable siguiendo esquemas mentales consagrados por la tradición epistemológica occidental. Las tres dimensiones habituales son insuficientes y es preciso recurrir a imaginarias geometrías intelectuales para conseguir encontrar las guías que ordenen la lectura. Los fragmentos que conocemos de su novela en marcha, titulada provisionalmente XX,[30] hacen que nos enfrentemos con un estilo de una solidez tal que parece incompatible con la juventud de su autor, el cual hace gala de un dominio del lenguaje magistral y lleno de resonancias interiores concretado en una narración apabullante. También en Calonje existen claras referencias a la terminología de la ciencia ficción en su aspecto de ficción especulativa, cosa que le acera en cierto modo a Antolín Rato y lo separa de Álvarez Flórez o Haro Ibars menos atraídos por la metáfora tecnológica que por la posibilidad de unificar magia y realidad.
Los textos que conocemos de Alfonso Español[31] nos presentan a un escritor tremendamente influenciado por Burroughs (sin duda, el que más debe al novelista americano de todo el grupo). Utiliza constantemente los métodos de cut up y de fold in. Y esto hasta tal punto que a veces sus escritos parecen continuaciones surrealistas del Nova Express. Cuando consigue liberarse de esta influencia y activa ese mundo que se adivina tras la pantalla burroughsiana, es evidente que llega a expresar algo realmente original y fuerte. Se puede adivinar a partir de lo que hasta ahora ha publicado un futuro brillante, puesto que su potencia narrativa y su capacidad de invención son más que notables.
No somos profetas, y tampoco lo pretendemos ser, pero estamos seguros de que la “Novaexpressión Narrativa Española” va a producir, como ya ha producido (caso de Antolín Rato o Álvarez Flórez) algunos de los libros más interesantes de la narrativa española. De momento, el aire que se levanta al pasar las páginas de sus escritos es renovador y fresco, y parece provenir de ese transfondo común del que toda una generación participa. Expresan una actitud vital nueva y en ascendencia. Sus planteamientos ideológicos coinciden con los de una especie de anarquismo libertario deshumanizado, al crear una terrible confusión con el fin (¿o el medio?) aparente de que renazca y pueda oírse, entre la escoria y miseria que rodea, la auténtica voz de unos grupos injustamente postergados y desplazados. Quizás pueda reprocharse a los «novaexpressionistas» una excesiva dependencia del mundo anglosajón, un constante remitir a módulos formales de la lengua inglesa y al ambiente «underground» de Inglaterra o Estados Unidos, fundamentalmente. Aparte del feroz colonialismo, cultural en el mejor de los casos (en el peor suele concretarse en manifestaciones mucho más terribles), de todos conocido, es posible que esa referencia tan frecuente a unos esquemas alejados del medio vital hispano permita una visión distanciada que potencie el vuelo expresivo no condicionado, es decir, situado más allá de las normas dictadas por un gobierno dictatorial y consagrados por una sociedad enferma que se ha dedicado sistemáticamente a destrozar la capacidad creativa de cualquier individuo. Los «novaexpressionistas» saliéndose del ambiente en el que, más o menos, transcurren sus vidas, adquieren una categoría de «extraños», «ajenos» a lo que sucede que posibilita su consideración más incisiva.
En cualquier caso, los símbolos de sus escritos son breves, urgentes. Describen una situación, una escena, que es presentada, no en secuencia, sino al mismo tiempo. Entre esos mensajes no existe una relación especial, excepto que su autor los ha dispuesto de tal modo para que produzcan una imagen de vida. No hay comienzo, ni final, tampoco suspense, ni moral, ni causas, ni efectos. Lo importante en estos textos es la profunda sugerencia que potencian de muchos momentos maravillosos o terribles vistos todos a la vez. Todo lo cual, sin duda, responde al principio del «collage», que es el principio que impregna y proporciona una metodología a todo el arte de la última mitad del siglo XX, y esto en cualquiera de sus manifestaciones, entre las que se incluyen, cómo no, las que surgen a partir de una utilización consciente de los medios de comunicación de masas.

JUANA FIGUERAS 
ARGYSLAS COURAGE

Department of Foreing Languages.
Swift Collage.
Dublin, Georgia.
Estados Unidos.

Papeles de Son Armadans. Año XXII
Tomo LXXXIV. Núm. CCL. Madrid-Palma de Mallorca 
Enero, MCMLXXVII, pp. 21-46.


Sobre la autoría -o no- de este escrito léase el libro de J. Benito Fernández, Eduardo Haro Ibars, los pasos del caído, Anagrama 2005, p. 218
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[1] A. Burgos: «Málaga y el Ayuntamiento contra el Premio Ciudad de Málaga». Revista Triunfo, núm. 649. Madrid, 8-II-1975.
[2] «Sobre nueva narrativa peninsular en lengua castellana». Reseña, núm. 93. Marzo de 1976.
[3] «Narrativa joven en castellano». Vida nueva, núm. 1020. 6-III-1976
[4] «La bomba literaria». Ajoblanco, núm. 12. Barcelona, 23-IV-1976.
[5]  J. M. Fossey en Informaciones de los Artes y las Letras. Madrid. 8-1-1976.
[6] A. Álvarez Lorenzana: «Un nuevo mundo: Álvarez Flórez», en Papeles de Son Armadans, núm. 239- Madrid-Palma de Mallorca, Febrero de 1976. (En adelante esta revista será designada como PSA).
[7] R. Saladrigas: «Debate sobre novela española», en Telexpress. Barcelona. 16-VI-1975. Esta ruptura ha sido señalada también por otros críticos. Así. refiriéndose a la que representa respecto de los narradores sudamericanos. A. Kerrigan escribe en el Book of the Year, 1975, de la Enciclopedia Britannica: «...the critics welcomed an experimentalist novel (Cuando 900 mil Mach aprox. by Mariano Antolín Rato) as some kind of response of the invasion of the field of Spanish literature by Híspanic-American writters».
[8] R. Conté: «Entre la tradición y la vanguardia», en Informaciones de las Arles y las Letras. Madrid, 26-XI1-1975.
[9]  J. M. Martínez Cachero: «La novela en 1975», en El año literario español. Editorial Castalia, Madrid, 1976.
[10] G. Torrente Ballester: «Cuadernos de la Romana», en Informaciones de las Artes y las Letras, Madrid, 26-VI-1975.
[11] De los «Prolegómenos» editoriales a Autoejecución y suelta de animales internos, de J. M. Alvares Flórez, Col. Azanca. Ediciones Júcar. Madrid, 1975
[12] Juan Quiñonero: «La metamorfosis de la novela», en Informaciones de las Artes y las Letras. Madrid, 17-1-1974.
[13] R. Conte: «Novela y burguesía». Ínsula, núm. 353. Madrid, Abril de 1976.
[14] F. Savater: «Vladimir Nabokov», en El país. Madrid, 5-V-1976.
[15] G. Lemaire: «Biographie», Tel Quel. núm. 66- París, verano de 1976.
[16] El primer trabajo publicado por un miembro del grupo del que tenemos noticia en uno de M. Antolín Rato que apareció en el núm. 164 de PSA. Noviembre de 1969. Se trataba de un artículo (¿cómo no?) sobre Burroughs: «La literatura atonal y aleatoria de William Burroughs».
[17] M. Lendínez: «La nuera narrativa “parada” en español». Distorsión Espacial, núm. 2. Febrero de 1975.
[18] Como se recordará Our Exagmination... of Work in Progress es el título de una obra colectiva publicada en 1929 acerca de Finnegans Wake, de James Joyce, cuando la obra aún era conocida como Work in Progress. Los autores de los ensayos incluidos en el libro son Samuel Beckett, Stuart Gilbert. William Carlos Williams, entre otros ilustres joycianos. Además, como epilogo, van dos cartas dirigidas a Joyce. Las firman Vladimir Nixon y G.V.L. Slingshy, que se supone sean pseudónimos del escritor irlandés.
[19] Véase la solapa de Cuando 900 mil Mach aprox. de M. Antolín Rato. Col. Azanca. Ediciones de los PSA, 1973.
[20] Dicho artículo apareció en PSA, vol. LXXXII. Núm. CCXLIV, julio de 1976.
[21] E. Haro Ibars: Gay Rock. Col. Los Juglares, Ediciones Júcar. Madrid. 1975, M. Antolín Rato: Bob Dylan. 2, Col. Los Juglares, Ediciones Júcar, Madrid. 1975. Además, Antolín Rato y Alfredo Embid: Budismo Zen: Enseñanzas y textos, Barral Editores, Barcelona, 2ª edición. 1974.
[22] M. Lendínez: «Una guía de cuerpo» y alma»». Informaciones de las Artes y las Letras. Madrid, 16-I-1975. También: «Un curioso manuscrito anónimo: "Breve historia del underground madrileño"», PSA. núm. 210. Marzo de 1974.
[23] En Literature Tomorrow. I. 2. Spring 1976. «Interviews with Innovative European Writers».
[24] Cfr. «Mariano Antolín Rato: una literatura para el futuro», de S. Senosiáin Erro, en PSA. núm. 236-37. Nov-Dic. de 1975. En este artículo se recogen gran parte de las críticas y notas de prensa sobre la primera novela de Antolín Rato. Sobre la segunda ver en especial: «De vulgari Zyklon B. manifestante», de P. Sánchez, en la revista Jano, núm. 213. Barcelona, 13-11-1976; «Elementos de psicocartografía literaria», de M.F. de Abreu, en Reseña, núm. cít.; «La poesía cibernética de Antolín Rato», de E- Haro Ibars, en Informaciones de las Artes y las Letras, Madrid. 17-VII-1975; L. A. de Villena. «Mariano Antolín y la “Escritura metálica”», en Ya, Madrid. 9-X-1975.
[25] De vulgari Zyklon B manifestante, de M. Antolín Rato. Col. Azanca. Ediciones Júcar. Madrid, 1975.
[26] Ver al respecto: «Antimitología de la sangre y de la historia», de R. M. Pereda. Triunfo, núm. 666. 5-VII-1975. «Autoejecución y suelta de animales internos», de J. L Jiménez, en Fotogramas, núm. 14-15. Barcelona, 18-XI-1975. Y el artículo de A. Álvarez publicado en PSA ya citado.
[27] E. Haro Ibars: «Coronación», en PSA, núm. 214. Enero de 1974.
[28] Poemas de E. Haro Ibars han aparecido los siguientes: «Poemas», en PSA, núm. 198, Setiembre de 1972. «Textos», en PSA, núm. 223, Octubre de 1974. «Superman contra la bruja», en Camp de l´Arpa, núm. 19, Barcelona. Abril de 1975. «Perdidas blancas», en PSA, núm. 235. Octubre de 1975.
[29] Juan Alcover ha publicado: «Estrategia lisérgica en las dunas», en PSA, núm. 231, Junio de 1975. «El rollo que no cesa», en PSA, núm. 239, Febrero de 1976. «Llamando a todos los dandys al camino», en Ajoblanco, núm. 12, 23-IV.1976.
[30] De Asís Calonje conocemos: «El espermatozoide que quería ver las estrellas», en PSA, núm. 219, Junio de 1974. «XX. Ruinas despiertas. » en PSA, núm. 228. Mano de 1975. En Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 309, marzo de 1976, publica una nota sobre Antolín Rato: «Zyklón B: Manifestación del proceso creativo».
[31] Alfonso Español, que sepamos, ha publicado: «Joe el literato y su revólver de sueños», en PSA, núm. 232, Julio de 1975. «Chicle de caos», en PSA, núm. 239, Febrero de 1976.

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