Cristóbal
Serra
Un
andragense, escritor excepcional.
Cristóbal
Serra nació en Palma un 28 de septiembre de 1922. Andragense por parte de
madre, vivió algunos años de su infancia y juventud tanto en el Puerto como en
la villa de Andrach. El puerto de Andrach ha significado para don Cristóbal
(mestre Tòfol, como yo le llamo, y estoy
seguro que no le gusta), su verdadero paraíso, su rincón más querido, en el que
pasó los mejores años de su vida, del cual se ha derivado toda su literatura,
todo su pensamiento, todo su ser.
Cristóbal
Serra ha escrito una veintena de libros y ha traducido muchos otros,
convirtiéndose así en un escritor verdaderamente bueno, un escritor apreciado
por los buenos críticos, aunque al margen del gran mercado editorial. Entre sus
obras más importante se encuentran "Péndulo", "Viaje a Cotiledonia", "Diario de signos", "Augurio Hipocampo", "Nótulas", "Las líneas de mi vida", "El asno inverosímil", etc. Serra es un "rara
avis" que ha ido creando una obra de una gran coherencia, breve pero
intensa, de gran impacto poético y con grandes mensajes contenidos en pequeñas
dosis.
Vive
en Palma, totalmente solo, rodeado de miles y miles de libros, con el recuerdo
nostálgico de su querido Puerto de Andrach; un recuerdo telúrico, poético y
literario, que se hace más grande cada día, y que mezclado con su inabarcable
erudición, le convierten en un ser indestructible, que va más allá de los
límites de tiempo y de la modernidad.
En
Andrach es conocido como "Tòfol Bornada".
Por
parte de madre es andragense, ¿quiénes fueron sus antepasados?
Mi
abuelo materno, Mateo Simó Valent, se convirtió en director de La Isleta, y después fue inspector jefe
de Transmediterránea. Mi abuela
materna iba mucho por Barcelona, y ahí nació mi tía Juanita Simó Alemany. Mi
madre, Francisca Simó Alemany, nació en Andrach.
Mi
padre, Cristóbal Serra Carbonell, provenía de Muro y antes de Palma; era
médico, formado en Zaragoza.
Mi
abuelo se hizo una casa en el Puerto de Andrach (de camino a Sa Mola) en los
alrededores de “Es Tancat” al final
de Ses Bassetes. Los bisabuelos tenían una fábrica de jabón por aquella zona y
como tenían mucho terreno construyeron
ahí la casa (de la familia Valent).
El
“Miramar” era de un primo hermano de
mi abuelo, que también era Valent; entonces era un café y había habitaciones a
donde iban pintores catalanes, como [Josep] Ventosa.
¿Qué
familiares tiene ahora en Andrach?
Mis
abuelos no tenían propiamente a gente de la que viva ahora. No conozco a casi
nadie, tal vez un Simó del que no sé si tenía alguna relación (creo que era de
Correos).Y por parte de mi abuela sólo había un hermano y que no tuvo hijos. De
los muertos sí que había algunos, pero no lo puedo precisar.
La
tía Juanita no se casó. No tengo una gran descendencia. Tengo sobrinos de mi
hermano Mateu, Marta Serra Mir, casada con un tal Joan Porcel Bonet, de Voramar Teatre.
¿Qué
recuerda de su infancia, durante los años 20, en el Puerto de Andrach?
Soy
de 1922 y ya muy pronto fui al Puerto de Andrach. Tengo muchos recuerdos. Son
recuerdos poéticos (pero no quiero ser pedante), el contacto con los
pescadores... Ahí la vida se vivía muy bien. A mi abuelo y a mi tía las gustaba
la pesca. Fue allí donde, realmente, tuve mi segundo nacimiento. El Puerto fue
el hogar de mi infancia.
En
Ses Bassetes, dónde vivíamos; bien, yo que entregaba a la contemplación y así
conocí a muchos personajes (que aparecen en “Diario de signos”) aunque un poco “desfigurados”. Llevé una vida un poco al margen de los demás. Con
12 o 13 años me dedicaba a leer mucho.
Recuerdo
como fijaba mi atención en los cangrejos, que salían durante las noches de luna
(llena) y se quedaban como hechizados por el influjo lunar. Era muy curioso.
A
los 11 o 12 años jugaba al futbol. Con “El
Porteño” jugábamos en “Sa Plana”,
en Andrach, y en el Puerto, en S'Aluet (dónde está ahora el aparcamiento). A
los 13 años me pusieron las gafas y dejé de ser un “héroe”.
A
ultimísimas horas de la tarde se encendían unas fogatas en el Puerto, para
pasar la noche en vela y saludar al barco que iba hacia Barcelona, ya de noche.
Recuerdo
que durante la fiesta de la Virgen del Carmen, organizábamos competiciones de
remo, y siempre los del puerto, los pescadores, nos ganaban. Eran gente muy
bregada.
Algunos
personajes del Puerto era muy peculiares. Recuerdo a Miss Flower, a Barbara,
que era una inglesa que tenía un barco que es llamaba “Jane”, que había quedado varado en el muelle del Puerto. Era un
barco ya muy revenido; ella pintaba y siempre iba muy sucia. Yo estaba siempre
con ella para aprender inglés. Barbara se dedicaba a pintar sus gatos, era muy
gracioso. Vivía esta mujer dentro del barco, tenía una gaviota y a veces la
llevaba encima de la cabeza, y una vez se fue con su peluca. Era una mujer muy
mayor, la apodaban “sa canera” [la
caseta del perro], una vez tuvo una riña con un chiquillo, y este chico le
arrojó los gatos dentro de un bidón de alquitrán. Yo la cogí mucho cariño. Murió
en el Puerto y está enterrada en Andrach.
En
mi libro “Augurio Hipocampo” aparecen
más personajes de este tipo, de aquellos años en el Puerto de Andrach.
Una
persona que me influyó mucho entonces, que era sacerdote y que me daba clases
de latín, fue Marcià Flexas (el vicario); la gente pensaba que yo de mayor
sería sacerdote, porque siempre estaba con él y nos llevábamos muy bien. Don Marcià era muy buen latinista, no muy científico, pero muy bueno. Tolo Alemany (del Club de Vela) es pariente suyo.
Recuerdo
también que don Pedro Ferrer había estudiado con mi abuelo en Barcelona.
Cristóbal Serra y sus tres hermanos (Mateo, Pilar y Francisca)
en Ses Bassetes en el Puerto de Andrach
|
¿Cómo
era el Puerto en los años 20 y 30?
Era
un sitio, sin exagerar, idílico, estupendo para vivir y para crear, muy
tranquilo y con un paisaje inigualable.
Según
don Marcià Flexas, el Puerto llevaba mucho pescado a la Ciudad. Había un
depósito de pescado (Sa Lonja) que se conserva a medias. Estaba situada tras el
“Miramar”, entrando por el Puerto.
Había una especie de castillo o de torre, de la cual todavía queda algo.
Habían
alterado algunas cosas, pero el Puerto de Andrach tenía todavía su encanto.
En
la Iglesia había unos santos pintados por mi madre (unos cuadros). Y había una
señora que había ayudado a la “erección”
de la iglesia.
Todavía
recuerdo algunos personajes más, como uno del mundo intelectual, don Pep
Ensenyat, abogado, profesor en Sa Normal,
y que había sido muy progresista. También una señora catalana muy famosa, con
unas ideas muy personales y que tenía mucha ironía. Hacía ver que era muy
catalanista y que tuvo algunos problemas con la Guardia Civil. Venía en verano
y se dedicaba a nadar y a leer. Era de la familia de los Rebour, y la llamaban “Madame Pujola”.
Siempre
ha tenido mucho cariño por el Puerto de Andrach
Era
una delicia para los sentidos. Era algo primitivo... no había nada igual en
toda la isla. Se veía la Dragonera. Las puestas de sol era extraordinarias. La
mar era especial, y estaban cerca Sa Mola, la cala en Fonoll y la cala Llamp
para ir a pescar. Yo me iba a pescar muchas obladas con un compañero, junto al
Faro.
Era
un lugar perfecto para estar tranquilo y gozar de la naturaleza y del paisaje.
También
se fueron a vivir al pueblo de Andrach...
Esa
fue también una época muy agradable. Tenía 20 años y vivía en la calle Via
Roma, con mis abuelos y la tía Juanita.
Estudié
Derecho en Barcelona y acabé la carrera en Madrid. Me acuerdo del trayecto
Andrach-Palma, para el que había dos coches-correo, que tardaban en llegar una
hora y media. Después me iba en barco desde Palma a Barcelona.
En
Andrach no tenía muchos amigos. Aún así tuve relación con Jaume Escolà que me
fabricó unos atriles de madera que usé durante mucho tiempo. Recuerdo a unos
vecinos que vivían delante de casa, y que a última hora de la tarde se
acercaban para pasar la velada. Aprendía francés. También conocí a Bartomeu
Bosch, que estaba en el seminario. Le recuerdo con una muy alta estima. Es una
muy buena persona. Vivía cerca de casa y nos veíamos a menudo. Le tengo en gran
consideración. Es una gran persona, como muy poca gente.
Don
Cristóbal, ¿de dónde le viene el apodo de “Bornada”?
De
bordear, de hacer con un barco un bordeo
por la costa. En casa siempre hemos sido gente de la mar. Mi padre tenía dos
hermanos capitanes y siempre hemos estado relacionados con este mundo. “Bor” no puede venir de “born”. “Es una bordeada”, se vanagloriaban de hace un buena bordeada.
¿Cuándo
comenzó a sentirse atraído por la literatura?
Siempre
me ha dado por la escritura, y siempre digo lo mismo: siempre he tenido -a
diferencia de otros- un recato que me distinguido. Con 30 años apareció mi
primer libro, “Péndulo”. Supo de él
Octavio Paz (por medio de Borges en Formentor), se lo compro y me llamó. Le
conocí en el café Formentor de Palma. Desde entonces tuvimos una buena amistad
y mantuvimos una correspondencia por carta.
Mi
primer libro traducido fue el Tao Te King
de Lao-Tse; tenía entonces 30 años, estaba en contacto con orientalistas y a
mí, a diferencia de ellos, tenía interés por el Tao. Me mantuve firme en el
Tao. Yo tengo mucho sentido del humor, pero en según qué temas hay que andar
con cuidado.
Eso
me transformó como persona, tuve unas experiencias personales que no son las
propias de la gente de aquí (he vivido una vida un poco secreta). Yo había
acabado Derecho en Madrid, y la postguerra me llevó al existencialismo, el
surrealismo, el dadaísmo; y “Péndulo”
es lo más original que he escrito. No he seguido al modelo de nadie (Perfecto
Cuadrado lo ha elogiado mucho). De “Péndulo”
se ha hecho una traducción al italiano por parte de la amante o acompañante de
Octavio Paz, una tal Bona de Pisis, que dejó su tarea de traducir a
Valle-Inclán, para traducir mi libro, que lleva un prólogo de Octavio Paz
mismo.
Señor
Serra, usted es considerado un escritor “raro”
entre los “raros”...
Soy
una rareza dentro de la literatura española y mallorquina. Todos mis libros son
raros y especiales. El último libro –el “Álbum
biofotográfico'”- hay una
caricatura de Román Piña, con una serie de epítetos atribuidos a mí, a
lo largo de la publicación de todos mis libro. Aquí están: dador de nótulas, vanguardista cristiano, ermitaño, crepuscular,
escritor de culto, braquilógico, agonista bajo máscaras, romancier malgré lui,
salmón saltarín, abanderado de la brevedad, lacedemónico, micrólogo, raro, poeta
enmascarado, asnomaníaco, taoísta de siempre, serpentino y sorprendente.
Soy
una persona que vive en una sensación continua de misterio.
¿De
qué libros está más satisfecho?
Tengo
mucho cariño por “Péndulo” y por muy
logrado el “Diario de signos” en donde
hablo del Puerto de Andrach (es un diario muy particular). Este libro se ha
traducido a varias lenguas: francés, italiano, serbio, alemán...
Sobre
mi Obra, algunos críticos dicen que soy el escritor vivo más importante de
España, lo dice José Ignacio Gracia Noriega en el “Álbum biofotográfico”. Ignacio Soldevila, en su “Historia de la novela” dice que “Serra es un genio, por tanto es muy bueno”.
En
realidad soy alguien muy solitario, y he escrito siempre en soledad, sin ningún
contacto con nadie y sin buscar nada más que ir haciendo, poco a poco, una
obra. Libro a libro. Sin prisas ni pretensiones.
También
recuerdo que Camilo José Cela, que conocí en Palma, me decía que “tenía que aprender de mí”.
Tuvo
una persona muy especial en su vida, Juaqui.
Sí,
conocí a Juaqui con 30 años, trabajaba en la biblioteca de La Caixa. Joaquina Juncà murió el año 1998. Era una mujer muy
atractiva, pintaba y cantaba. Fuimos amigos prácticamente durante 50 años.
Cuando
tuve que abandonar el Puerto de Andrach, me sentí durante mucho tiempo como
alicaído, desdichado… lo pase muy mal y ella me sostuvo. No podría haber hecho
algunas de mis traducciones sin su ayuda y compañía.
Durante
unos años trabajó de profesor.
Trabajé
unos 25 años como profesor, y me jubilé a los 65 años.
Hice
la carrera de Historia en Valencia, y allí mismo también estudié inglés y
francés. La carrera se llamaba: Filosofía y Letras, Sección Historia, Subsección Culturas Modernas.
En
Palma substituí a Francesc Moll, en el instituto Ramon Llull, y trabajé en
otros colegios. En buena parte con los padres carmelitas, y 5 años en el Magisteri. Durante todos estos años
siempre continuaba escribiendo, la docencia era una forma de ganarse la vida.
Por
otro lado he tenido otros oficios ocasionales: 2 años de portero de noche en el
hotel Jaume I, 3 años en el periódico “Baleares”, Y he traducido cartas
comerciales (igual que Pessoa). He luchado mucho.
¿Ha
escrito alguna vez en catalán?
Nunca.
No sé lo suficiente. Y no tengo nada contra el catalán, pero no es la mejor
lengua para mí, para escribir el tipo de prosa que he hecho. El castellano se
me ha dado. He tenido una gran formación en castellano. Don Marcià Flexas me
prestaba muchos libros y me influyó mucho.
En
algunos círculos de Mallorca se le tiene por “anticatalanista”.
Vino
un señor y me hizo firmar un documento en favor de la enseñanza en castellano y
¡buena la hice!, era un manifiesto anticatalán. Y no fue un error, pero se me
ha malinterpretado.
Joan
Guasp me telefoneó y me dijo: “¿Pero qué
has hecho?”. Pero que a mí no me molesten, que yo no hecho nada a nadie. No
volvería a hacerlo... pero la gente no es comprensiva. Creo que los que
vinieron a casa eran gente de Rosa Díez. La gente, en general, es malévola. Yo
nunca he apoyado a Franco y no he tenido nunca nada que ver con ningún partido
político. Yo soy un “bilibú”. “No estoy atado a nada”. Escribo lo que
siento. Sin pensar en los demás. Soy de unas creencias muy personales. Tengo
mucho sentido del humor, pero también una angustia interior. Vivo -no como
otros- por mí mismo. Nunca he tenido una mala palabra con nadie.
¿Qué
proyectos tiene al día de hoy?
No
tengo ganas de hacer muchas cosas. Estoy revisando algunas cositas. La “Biblioteca parva” tiene el símbolo del
el Hipocampo, el caballito de mar, símbolo de la felicidad y el bienestar.
Ya
con casi 88 años he escrito mucho, he escrito incluso sobre asnos. Y después de
eso no necesita hacer más. “El asno
inverosímil” es el “número clausus”.
No
tengo ganas de llegar a los 100 años. En cuanto a enfermedades tengo “alifafes”. Yo no miro al futuro, creo
que vivimos en la eternidad; no hay diferencia entre el tiempo y la eternidad.
El tiempo es un escollo que será destruido por el apocalipsis. “No hay donde agarrarse “.
Don
Cristóbal, ¿qué lenguas conoce?
Francés,
inglés, italiano, algo de alemán, latín, griego un poco, más el catalán y el
castellano. Tuve a una señora gallega que me hacía la casa, y con la ayuda de un
diccionario aprendí portugués.
Aprender
latín es un buen comienza. Ahora bien, no por saber latín se tiene que ser un
buen escritor. Llorenç Riber escribía en un castellano flojito (y sabía latín
aunque no debió ser un gran latinista).
¿Qué
le gusta hacer más allá de la literatura?
Hago
pocas cosas. Veo pasar el tiempo y me entretengo con cosas de casa, y veo que
sigo viviendo; pero ya no me puedo dedicar a lo que me dedicaba hace tiempo.
Escucho
un poco de música, y veo un poco la televisión. Me gusta mucho la pintura y
disfrutar mirando los cuadros en los
libros. En la televisión veo las noticies y los documentales locales.
En
música me interesa Mozart, Satie... Bach solo hasta cierto punto. Es un poco
demasiado frío. De tan perfecto es frío, muy complicado.
Me
gusta la música menos complicada, me gusta mucho el canto gregoriano, que te
eleva el espíritu
Me
paseo muy poco. Me dedico a ahorrarme pasos.
¿Le
gustaría volver a ver el Puerto de Andrach, ahora tan distinto?
Ya
tengo una imagen para siempre. No quiero conocer un Puerto más prosaico del que
conocí.
El
Puerto de Andrach, como ya he dicho, es el lugar de mi segundo nacimiento.
Abandonadas las aguas del Puerto, me sentí muy desgraciado; pero bueno… es
necesario conocer y experimentar la desdicha para después ser dichoso.
Rafel Oliver
Grammatico,
N´Ali, La revista del municipi d´Andratx, 2º época, nº 114, julio-agosto
de 2010 pp. 12-15.
Traducción de Don Cógito
Le pregunté por él a un bibliotecario de izquierdas catalanazo, que tiene una tienda de libros en Palma. Dice que no lo conoce. Esta respuesta y el hecho de que Serra es traductor de Leon Bloy, me hacen pensar que debe ser un escritor genial.
ResponderEliminarEl abandono el puerto porque quiso y así lo decidió muy a pesar de su hermano don Mateo Serra Simó mi padre que vivió en el puerto hasta que falleció .rodeado de sus tres hijas.don Cristóbal tiene una familia extensa pues tenía dos hermanas y seis sobrinos más
ResponderEliminarDon Cristóbal Serra ha vendido su alma al diablo.no dudo que sea un buen escritor pues soy conocedora de escritores sensibles y de fácil lectura y comprensión fácil ,simplificando de esos que te llenan el alma .tofol ,no es de esos escritores .el vendió su alma al diablo.fue incapaz de respetar a sus muertos
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