lunes, 1 de octubre de 2018

"El libro negro del comunismo" de Juan Pedro Quiñonero (Blanco y Negro, 23 de noviembre de 1997)


Construcción del canal Mar Báltico-Mar Blanco (1933). Foto Aleksander Rodchenko.
EL LIBRO NEGRO EL COMUNISMO
¿Quién se cobró más víctimas, Hitler o Stalin?

Veinte millones de muertos en la antigua URSS. Sesenta y cinco millones de muertos en China. Un millón de muertos en Vietnam. Dos millones de muertos en Corea. Dos millones de muertos en Camboya. Un millón de muertos en Europa del Este. Un millón setecientos mil muertos en África. Un millón y medio de muertos en Afganistán. Varias decenas de millares de muertos, víctimas de muy diversas ramificaciones del movimiento comunista internacional: un escalofrío recorre la objetiva estadística, tan sólo uno de los apartados de «El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión» (Ed. Robert Laffont), que acaba de editarse en Francia y en cuya redacción han colaborado intelectuales independientes, especialistas de renombre en distintos aspectos de la historia mundial de este movimiento. A un paso del final del siglo comenzamos a contemplar en sus verdaderas proporciones un espantoso espectáculo ya conocido.
Durante vanos años de trabajo, Stephane Courtois, Nicolas Werth, Jean-Louis Panne, Andrzej Paczkowski, Karol Bartosek y Jean-Louis Margolin han intentado hacer un balance equilibrado y ecuánime de la herencia mundial del comunismo, más allá de toda polémica, intentando resumir nuestros conocimientos internacionales. De entrada, la suya ha sido una tarea de vasta compilación y resumen de una ingente bibliografía, enriquecida con los materiales inéditos que ha sido posible consultar en los archivos oficiales de la antigua URSS, parcialmente explorados, tras la descomposición dramática del primero de los grandes imperios comunistas con vocación universal.
El primer resultado puramente estadístico de esos trabajos no puede ser más escalofriante: Veinte millones de muertos en la antigua URSS. Sesenta y circo millones de muertos en China. Un millón de muertos en Vietnam. Dos millones de muertos en Corea. Dos millones de muertos en Camboya. Un millón de muertos en Europa del Este Un millón setecientos mil muertos en África. Un millón y medio de muertos en Afganistán. Varias decenas de millares de muertos, víctimas de muy diversas ramificaciones del movimiento comunista internacional.
Estalinismo. Directos y lejanos herederos de ese océano de muerte, crímenes y terror intentar justificar y explicar, como pueden, las raíces y proliferación de esa espantosa selva, recomendó a la denuncia del “estalinismo”, culpando a Stalin de todas las “desviaciones” y perversiones de un modelo que aspirada a imponer sus valores, por la fuerza y la violencia de las armas, a todos los pueblos de nuestro planeta Existe una bibliografía muy frondosa que sale al paso de esa simplificación interesada. «Le libre Noir» resume más de medio siglo de estudios reconstruyendo, con bastante precisión, los grandes rasgos que distinguen al modelo comunista ruso, exportado con éxito a China, parte de Europa, África y Asia. En contra de lo que continúan afirmando los herederos directos o lejanos del pasado comunista, contra toda evidencia. Stalin se “limitó” a continuar y ampliar los métodos policiales y terror político concebido, organizado y sistematizado por Lenin y Trotsky.
Inspirándose, directamente, en Robespierre y Saint-Just, Lenin creó la primera policía política y las primeras checas. Y es posible consultar y leer las cartas, correspondencia y consejos prácticos que Lenin daba a sus comisarios para detener. liquidar y exterminar a sus enemigos políticos, aportando una novedad capital a las artes del terror político: la publicidad de masas. En numerosas ocasiones, Lenin ordena por escrito, de modo muy enérgico, expeditivo y terminante. cómo es necesario ejecutar, con un tiro en la nuca o ahorcando a los enemigos políticos, y pide a sus verdugos materiales que se dé mucha publicidad “pedagógica” a esas ejecuciones masivas. 
El profeta armado. La hagiografía trotskista y el carácter odioso de la persecución estalinista contra la primera generación de trotskistas-internacionalistas, por otra parte, tampoco permite olvidar que Trotsky fue el primer “profeta armado” de la revolución comunista y tuvo una responsabilidad excepcional en las operaciones militares consagradas a liquidar a toda a oposición de izquierdas, comenzando por los sindicatos anarcosindicalistas, que las tropas comunistas, bajo el mando directo de Trotsky, precisamente, exterminaron a tiro de cañón, con una brutalidad bien conocida y excepcional.
Existe una bibliografía muy frondosa, igualmente, sobre los Procesos de Moscú, cuando los dirigentes soviéticos organizaron, por vez primera, la puesta en escena del crimen político, castigado con ejecuciones de masas. En Nuremberg, en la inmediata postguerra, los aliados victoriosos durante la Segunda Guerra Mundial juzgaron y condenaron sin apelación a los dirigentes nazis que no habían muerto o no se habían suicidado. En Moscú, años antes, la justicia estalinista dramatizó publicitariamente el exterminio de la oposición interna, liquidando a los dirigentes comunistas que habían optado por líneas políticas de muy diversa especie.
El terror. Es difícil precisar si los Procesos de Moscú fueron la “culminación” o el “principio” del terror específicamente estaliniano. Cuando Stalin decide montar publicitariamente el terror político, hacía mucho tiempo que los campesinos rusos habían sido eliminados masivamente, los tártaros habían sido deportados en masa, los judíos habían sido perseguidos hasta los campos de concentración soviéticos (muy anteriores a los campos de concentración nazis), toda disidencia política habla sido condenada a los pelotones de ejecución, el tiro en la nuca o la horca.
Queda una evidencia histórica, el “gulag”, el campo de concentración soviético, no fue un accidente ni una “perversión” del modelo comunista: Lenin, Trotsky y Stalin estaban moral y políticamente convencidos de que el campo de concentración era una solución válida en términos económicos e industriales. Los padres fundadores del modelo comunista soviético creían en la necesidad de imponer el terror político a través de la policía, liquidando y exterminando cualquier disidencia, y crearon los campos de concentración como un instrumento de colonización de Siberia y un recurso industrial y financiero útil y eficaz para salir de la “crisis” económica.
El «Libre Noir» resume y amplia el vastísimo campo de estudio que comento a aportar sus primeros materiales con las “Memorias” de Volin, décadas antes de que los libros de y sobre Souvarin, o el “Archipiélago Gulag” fuesen recibidos con dramática hostilidad por una parte nada desdeñable de la inteligentsta occidental. No asistimos, hoy, a la revelación de acontecimientos que desconociésemos desde hace medio siglo: si comenzamos a contemplar ese espantoso espectáculo en sus verdaderas proporciones planetarias.
Tras las experiencias de Lenin, Trotsky y Stalin, el modelo comunista chino, bajo el liderazgo imperial de Mao Tse Tung, posee su propia lógica, su aspiración fundacional a prolongar la herencia del 93 francés, el militarismo bonapartista y la eficacia implacable del terror específicamente leninista.
Los historiadores del PC chino y la gigantesca epopeya de la Larga Marcha recordarán que, en verdad, las raíces del terror maoísta también tienen una historia específicamente “local”. Mao poseía un talento propio en las artes del exterminio físico de sus rivales políticos.  La historia del PC chino está llena de trágicas historias de liquidaciones. «Le libre Noir» no siempre insiste en esa “especificidad” maoísta que asumió muy pronto la ambición totalitaria que había culminado, provisionalmente, con las grandes purgas estalinistas.
De "Los dibujos del Gulag" de Danzig Baldev
Camaradas chinos. No es casual que cuando el XX Congreso del PCUS y Kruschev intentaron abrir, tímidamente, el debate sobre los crímenes de Stalin, estallase o se ampliasen las grandes crisis chino-soviéticas. Los camaradas chinos eran calurosos partidarios de los métodos estalinistas, que Mao y su esposa utilizaron con una crueldad luciferina, aportando matices propios a la historia más implacable del terror político.
La historia política de la Revolución Cultural china quizá todavía no esté estudiada en toda su inquietante iniquidad criminal. Tenemos noticia del terror de masas, de las deportaciones indiscriminadas, de las torturas más crueles pero está mal estudiado, en Europa al menos, el aspecto puramente “industrial” y “publicitario” de aquella orquestación nacional e internacional del terrorismo de Estado.
Los sesenta y cinco millones de muertos del comunismo chino quizá reclamen de nuestra conciencia una reflexión y estudio más hondos La Prensa escrita, la radio y la tensión fueron utilizadas para multiplicar los efectos devastadores de las denuncias más criminales. La publicidad más odiosa fue empleada para atizar las pasiones y las venganzas más innobles La “comunicación audiovisual” sirvió como instrumento de manipulación y terror de masas. La diplomacia “cultural” fue usada para exportar, defender, justificar y manipular unos crímenes que también fueron la opresión horrible de una guerra civil ideológica entre varias facciones de la dirección del PC chino, ejerciendo el terrorismo ideológico y policial con eficacia internacional, sus métodos fueren glorificados corno un triunfo revolucionario por una parte significativa de las juventudes europeas.
Pol Pot. Muy pronto comenzó a conocerse la inmensidad criminal de los genocidios vietnamita y camboyano y buena parte de la Prensa occidental decidió optar por el escepticismo. ¡Era difícil creer en la gravedad de los crímenes de Pol Pot intentando exterminar a su propio pueblo! De hecho, Lenin, Trotsky, Stalin y Mao había conseguido una fabulosa victoria: el exterminio masivo de campesinos y judíos rusos era presentado en numerosos estudios de eminentes historiadores como una “purga”, como un “error”, una “necesidad cruel”. Fue necesario esperar muchas décadas, todavía, antes de que comenzase a emerger la evidencia fría y espantosa se trataba, en Moscú y en Pekín, del genocidio de pueblos enteros organizado por una minoría política sin escrúpulos, dispuesta o imponer su ley recurriendo a los ejércitos de ocupación y el arma capital de un parque de artillería nuclear estratégica.
El «Libre Noir» permite comenzar a estudiar, al mismo tiempo, las distintas facetas de terror comunista, su carácter “nacional”, su ambición internacional, su utilización masiva de la diplomacia como recurso de desestabilización generalizado. La Guerra Civil Española fue, en ese sentido, un “laboratorio” bien conocido. cuyas enseñanzas políticas, policiales y militares fueron muy útiles a los agentes comunistas en toda Europa del Este tras el debacle de la Segunda Guerra Mundial
En ese terreno reciamente hispánico el «Libre Noir» decepciona un poco. Los autores manejan la bibliografía bien conocida sobre los estragos de los agentes del Komintern en la España de la Guerra Civil. Y allí aparecen las matanzas de trotskistas y anarquistas en la Barcelona 1937 (el desuello físico de Andreu Nin, por citar un solo ejemplo) Sin embargo, se han olvidado documentos de primera importancia, como las “Memorias” de Enrique Lister donde se cuentan con mucho detalle y nombres propios los ensangrentados enfrentamientos entre dirigentes del PCE. 
Muchos de los protagonistas de la historia por escribir del PCE están todavía bien vivos, y el gran proyecto de la reconciliación nacional parece impedir que se abra y dé publicidad a unos procesos políticos y policiales que costaron muchas vidas humanas. Nadie parece desear que se conozca la verdad sobre esa ensangrentada página de la historia nacional Documentos como el «Libre Noir» harán cada día más urgente e imprescindible esa revisión previsiblemente traumática.
Camino de Auschwitz. Dicho esto, el «Libre Noir»  si permite comprender en toda su inmensidad el carácter planetario de nuestra tragedia más íntima, porque muchos de los mismos agentes estalinistas que traficaron con vidas y muertes humanas en España, continuaron ejerciendo su oficio de profesionales del terror en los campos de concentración nazis y en la Europa del Este. Está por escribir el comportamiento de los comunistas capaces de discernir entre los compañeros de viaje que era necesario salvar, y los enemigos de clase que era necesario exterminar camino de Auschwitz. Mucho mejor conocida es la historia de los agentes comunistas que provocaron el derrumbamiento totalitario de Europa del Este, que Washington había cedido a Moscú, precipitadamente, durante la etapa final de la Segunda Guerra Mundial.
Los biógrafos del General Patton y la historia de la diplomacia transatlántica han recordado en muchas ocasiones como Washington decidió entregar a su triste suerte a los países de Europa del Este “liberados” por las tropas soviéticas. Y muchos militares americanos se preguntaron por lo bien fundado de unas decisiones políticas que consistían en retrasar el avance aliado, para dejar a Europa del Este a los blindados controlados por los comisarios políticos soviéticos. Historia siniestra y feroz, todavía parcialmente explorada.
Misiones terroristas. El «Libre Noir» nos recuerda. sin embargo, que los agentes internacionales de Stalin tenían claras misiones terroristas: liquidación física de disidentes trotskistas, liquidación de líderes políticos que pudieran oponerse a la estrategia soviética, sabotaje de libertades básicas en nombre del terror político ejercido por los grupúsculos bolcheviques. Vasto horizonte ce crímenes y genocidios padecidos por los pueblos este-europeos, con un costo humano sencillamente devastador.
Sorprende, siempre, a cada instante, la dimensión universal del mismo proyecto totalitario la diplomacia leninista nace al mismo tiempo que el terrorismo de Estado, el pacto germano-soviético es contemporáneo del Gulag y de Auschwitz, la caída de Berlín y la instauración de regímenes comunistas al Este de Europa se forja a través de la presión militar soviética, la guerra imperial de Afganistán se inicia en el momento álgido de la batalla de los euromisiles, cuando Moscú había convertido los SS-20 soviéticos en un arma de chantaje diplomático contra toda Europa, y ejercía sin pudor la amenaza tutelar de un parque de artillería nuclear con ambición mundial.
Quizá se trate de uno de los hallazgos más positivos y estimulantes del «Libre Noir» el terror comunista no es una “desviación” de un modelo político original. Al contrario, es un cuerpo de doctrina racional y ambicioso, dispuesto a servirse de todos los recursos del Estado y el Imperio totalitarios para imponer su ley y su terror a pueblos enteros. La policía persigue, castiga y condena con la pena de muerte cualquier disidencia. Los ciudadanos son privados de libertad en nombre del Estado. El Terror es utilizado como recurso industrial generalizado: usa a los ciudadanos privados de toda libertad como mano de obra barata al servicio de la burocracia, que ha diseñado el campo de concentración como un recurso eficaz de colonización imperial de vastísimos espacios de tierras vírgenes. La diplomacia es concebida como un arma de presión y expansión sin límites ni fronteras. Moscú y Pekín comienzan a soñar con la implantación mundial de sus modelos comunistas El ejército y las armas nucleares fueron eficaces recursos de vio encía puesta al servido de la misma y única utopía totalitaria.
En Kronstadt, los sindicalistas fueron aniquilados por el ejército trotskista en nombre de la construcción del Estado. Los Procesos de Moscú confirmaron la vocación mundial del Gulag. Praga, Varsovia, Berlín, Budapest, la guerra imperial de Afganistán, ilustraron la concepción militar de la diplomacia comunista,  recurriendo a las tropas de ocupación para “liberar” nuevos territorios condenados a un estado de servidumbre imperial.  
Comunismo y nazismo. En ese terreno, el «Libre Noir» reabre un debate indispensable sobre las relaciones de fondo entre comunismo y nazismo. Ernst Nolte y François Furet han intercambiado, en ese terreno, dos libros y una extensa correspondencia que tiene la virtud de su ejemplaridad intelectual y el defecto de su carácter puramente “teórico”, sin caer, nunca, en el fango ensangrentado por la controversia.
El «Libre Noir» quizá nos ayude a continuar investigando esa horrible tragedia. Muchos de los dirigentes y responsables de los campos de concentración nazis recibían de sus superiores los “manuales de gestión” soviéticos. Hay una bibliografía muy pedagógica, en ese terreno muchos de los verdugos que ejercen su profesión de terroristas de Estado en los campos de concentración nazis recibían la formación “técnica” de los manuales redactados por los terroristas de Estado comunistas, con numerosos ejemplos y consejos prácticos de cómo dirigir, controlar, “hacer trabajar” y exterminar a grandes masas humanas, convertidas en carne de cañón para el Estado o los campos de exterminio.
Cien millones de muertos. La ilusión voluntarista de una perversidad nazi y un «error» comunista es cada día menos soportarte. La evidencia descubierta en los archivos soviéticos es que muchos dirigentes nazis se “inspiraron” en no pocos de los aspectos “técnicos” de los campos de trabajo y concentración comunistas para mejor dirigir y “explotar” (industrialmente) los campos de concentración y exterminio nazis. Globalmente. los campos de exterminio nazis se cobraron “sólo” veinticinco millones de muertos, mientras que los campos de exterminio comunistas sumaron entre ochenta y cinco y cien millones de cadáveres. Estadística que sorprende por sus proporciones de maldición bíblica: dos Estados, dos Imperios, devorando millones de víctimas inocentes, exterminando pueblos enteros, en nombre de la voracidad implacable de una minoría ideológica con vocación imperial y totalitaria.
El «Libre Noir» reabre y amplia, en ese terreno, un debate que apenas comenzamos a explorar en su lúgubre inmensidad. Los mejores, más eminentes y respetados especialistas en la historia cultural del fascismo y el comunismo, Ernst Nolte y François Furet han intercambiado argumentos de base, conscientes ambos, de que estaban abriendo uno de los debates más crueles y espantosos de la historia de nuestra cultura y civilización. La historia no ha terminado, ni mucho menos: apenas comenzamos a explorar las raíces e identidad de las semillas donde florecieron las utopías totalitarias, donde fueron inmolados sin piedad millones de seres humanos, sacrificados en el holocausto fúnebre de unas creencias milenaristas y criminales que aspiraban a confundirse con el destino del hombre en la Tierra.
Los "tontos útiles" de los Jemeres Rojos


Juan Pedro QUIÑONERO.
Blanco y Negro, 23 de noviembre de 1997, pp. 26-32

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