«ULTIMAMENTE
ha dado conferencias en Brasil, Argentina, Puerto Rico...» El filósofo y ensayista Julián Marías, a solas con sus libros en
orden. Hay en la gran biblioteca rectangular retratos de todo el 98. J. M es un
hombre discreto, suasorio, que intenta o quisiera, a veces, resultar
imperceptible. Una rigurosa e invisible cuadrícula ordena y distribuye, sin
duda. las ideas, las horas, la vida de esta casa. «Mis temas han sido la
sociología y la literatura.»
—¿Interesamos en América?
—Yo creo que mucho. Y no sólo en los países de
lengua española. Brasil importa tantos libros nuestros como todo el resto de
Sudamérica. En Brasil se nos lee en castellano y en portugués. Pero hay un
fenómeno curioso: nuestras obras de pensamiento han calado allí más que las
literarias.
—¿Qué es su último libro, «Los españoles»?
—«Los
españoles» comprende una serie de ensayos con unidad interior. En este
volumen trato de recoger unas cuantas figuras y problemas españoles, desde el
siglo XVIII a la actualidad.
—¿Cuál es la médula intelectual de esos
ensayos?
—Un temple liberal español matizado por lo que
yo llamo «melancolía entusiasta».
Julián Marías se ocupa actualmente en la
preparación de un nuevo volumen de su monumental obra sobre Ortega: «Ortega, circunstancia y vocación». Asimismo, dirige un Seminario de
Investigación y dicta cursos para estudiantes americanos. Colabora en revistas
españolas y en «La Nación», de Buenos
Aires.
—¿Qué se estudia en su Seminario de
Investigación?
—La estructura social española desde el XVIII
para acá. En este Seminario trabajan conmigo Laín, Lapesa. Aranguren, Fernández
Almagro. Lafuente Ferrari, etc. También contamos con varios colaboradores
jóvenes.
A propósito de su inminente volumen orteguiano,
queremos plantear a Marías el tema de Ortega y la última juventud española. «Los jóvenes
—nos dice— descubren ahora que a Ortega lo hablan perdido. En un país donde
cada autor suele tener detrás un viento favorable que lo empuja. Ortega ha sido
un solitario a quien se ha atacado desde todas partes, incluso desde el sector
que pudiera considerarse más afín a él. Por eso la juventud lo conocía poco y
mal.»
Francamente optimista sobre la función
mayoritaria del pensador, Julián Marías nos asegura que un libro filosófico
tiene hoy en España más venta proporcional que en cualquier otro país de
Europa. «La filosofía se vende
ya tanto o más que la novela. Y por lo que se refiere a América, yo he dado en
Argentina un curso de filosofía donde los asistentes pagaban matricula, y,
además de las mil cien personas que llenaban las butacas, otras cuatrocientas
han permanecido de pie.» Julián Marías
es, quizás, el único hombre de pensamiento a quien un empleado de Correos de
Burgos, o un juez de Nájera, le han escrito cartas de lector inteligente sobre
sus propios libros. Luego está la anécdota entrañable del obrero que le pedía
un libro que no podía comprar. O el caso del trabajador español en Estocolmo
que se le presentó con trece ejemplares de sus obras para que se los firmase. «Todo
esto se debe, quizás, a que el filósofo o ensayista español, por lo general, no
emplea en sus escritos un lenguaje técnico, especializado, siempre repelente
para el profano, sino que procura escribir de modo sugestivo y ameno. Yo creo
mucho en la eficacia del bien escribir. Esta tradición de escribir bien no se
ha perdido nunca en España.»
—Pero ahí están los avanzados del «como salga»... Parece que el cuidar el
oficio es ya para ellos una lascivia burguesa
—Esos no son verdaderos escritores. Han
advenido circunstancialmente a la literatura, y yo diría que escriben sin
vocación. Se obra en ellos una pseudomorfósis que les hace rasar por lo que no
son.
Julián Marías, el hombre del trabajo solitario y
constante echa de menos en la vida y en los libros de hoy el tema del amor. «Se escriben novelas de sexo, que siempre es más
fácil que escribir novelas de amor.»
—¿No será esto, por lo que se refiere a España,
una reacción contra anteriores limitaciones?
—No lo creo, porque lo cierto es que siempre ha
habido bastante libertad al respecto. Lo sexual se maneja hoy como atractivo
fácil de un libro. Por otra parte, si, como supongo, la literatura influye
sobre la vida, resulta que Petrarca y el petrarquismo han condicionado el
estilo amoroso occidental durante siglos. Pero actualmente asistimos a un
empobrecimiento reciproco del Lema en los libros y en la vida.
Al final de la entrevista es cuando los
retratos noventayochistas descienden a conversar con nosotros. «Ellos están en plena vigencia por su
preocupación española, compatible con una ausencia de todo nacionalismo. Su
europeísmo lo llamamos hoy accidentalidad. Ellos eran veraces y fieles a su
condición de escritores. Son nuestro mejor precedente.»
—¿Le molesta a usted que le llamen ensayista?
—No. Al fin, todo es ensayar.
Francisco Umbral, Destino, Año XXVII, Núm. 1329 (26 enero 1963), p. 34
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