Entrevista a Stanislaw Lem. Fallecido
a finales de marzo, reproducimos la última entrevista que concedió el autor
polaco, inédita hasta hoy, con motivo de la traducción de ‘Provocación’, donde aporta su afilada visión acerca del holocausto
“La
ciencia ficción es un género pueril”
Ángeles
López
Con
la magnífica excusa de la publicación de Provocación
en castellano, hemos logrado que el octogenario Stanislaw Lem rompa su
silencio. El texto da la vuelta al género de la reseña de libros imaginarios
que ya abordara en Vacio perfecto, un
libro que próximamente publicará Funambulista junto con otros títulos del
escritor polaco. En Provocación se
conjuga la obra de un supuesto antropólogo alemán llamado Horst Aspernicus -que
reivindica los crímenes del nazismo como forma de redención- con un
extravagante estudio que intenta recoger, mediante precisas estadísticas, todo
lo que le sucede a la humanidad durante un único minuto.
Provocación es el primer inédito suyo traducido
al español en más de quince años. Se trata de un excitante y perturbador
análisis sobre el genocidio. ¿La verdadera intención de Provocación consiste en sacudir, en zarandear al hombre para que
‘despierte’?
Mi
mujer, con la que vivo desde hace cincuenta años, me decía el otro día que con
la edad tal vez haya aceptado que hay un mensaje en mis libros, un mensaje al
que debo atender, el de la salvación del mundo. Bromas aparte, está visto que
el mundo no es salvable, y que la gente no anda por ahí recitando fragmentos de
mis libros por la calle. Se me podría acusar de delirio de grandeza, claro. Y
es que, aun cuando uno fuera Kant, que no lo soy, nada cambiaría el que hubiera
gente que estuviera a favor o en contra de mis posturas, el mundo seguiría
igual. Sin duda, todo cuanto escribo puede ser entendido desde esa perspectiva interpretativa, como si yo fuera una
Casandra. No en balde, en Ciberiada,
uno de los protagonistas es un filósofo que durante 70 años va diciendo genialidades
y al que nadie le hace el menor caso... tal vez sea una especie de autorretrato
mío... Ahora, en serio: ¿qué poder tiene la literatura? ¿Puede cambiar por
ejemplo la política? Está claro que no. Todo ser humano alberga esperanzas,
muchas veces irracionales en este sentido, y a la postre acaba tremendamente
decepcionado. Hace veinte años ya dije que todo suele acabar muy mal, pero
nadie me quiso hacer caso. En mis libros menudean ciertas ideas didácticas,
pero no he escrito jamás para aleccionar a la malhadada y estúpida humanidad y
convertirla en más justa y virtuosa, si bien reconozco esa intención educativa
en muchos de mis libros. En Edén, por
ejemplo, que es en principio sólo una novela de aventuras, se ve que el hecho
de bloquear la información dentro del circuito social puede tener unas
consecuencias nefastas. O en Solaris, que es un ataque contra el
antropomorfismo, hay un programa para una cosmogonía contemporánea. Y ése es un
enfoque que se puede hallar en toda mi obra y no sólo en Provocación. Los libros cobran vida en el momento en que los
lectores se los apropian y esto hace que sea imprevisible la recepción de los
libros en relación con las expectativas que pueda tener su autor.
¿En
qué circunstancias se alumbró Provocación?
¿Cómo fue la recepción de la obra cuando fue publicada por vez primera?
No
recuerdo las circunstancias que rodearon la escritura de Provocación. Pero puedo asegurar que no escuché precisamente música
celestial durante ese proceso. El libro se publicó por vez primera en Alemania
en 1980, pero sólo la parte relativa al genocidio, a la obra imaginaria de
Aspernicus. Sólo en 1984 se editó en Polonia, pero esta vez ya con el añadido
de la reseña sobre One human minute.
Muchos comentaristas e historiadores creyeron en la existencia real de la
monografía sobre el holocausto del escritor alemán Aspernicus. No se percataron
de que, aunque sólo por problemas de fechas, ese libro no podía existir, y
cuando le preguntaron por el libro de Aspernicus al director de la Comisión de
Crímenes Hitlerianos... ¡el tipo contestó que lo tenía en su mesita de noche
pero que todavía no le había dado tiempo a leerlo!
Provocación no parece un análisis de los
horrores del pasado ni una sátira sobre el presente. ¿Es un oscuro vaticinio
sobre el futuro próximo? Y al hilo de esto, ¿cómo ha logrado que sus libros no
mueran, una vez muerto el sistema contra el que iban dirigidos?
No
me gusta hablar de mensajes en mi obra. Los libros tienen que hablar por sí
mismos, un libro cobra vida a partir del momento en que es leído, y se produce
una química entre el lector y el autor, pero poco importa cual haya sido la
intención del autor al escribirlo. Ahora bien, sería triste comprobar, por otro
lado, que un libro como Provocación
sigue siendo de actualidad hoy en día, sería triste.
Desde
finales de los 80 se volcó en el ensayo. ¿Por qué motivo sintió la necesidad de
abandonar la ciencia ficción? ¿Acaso la misma razón que, durante los peores
momentos del estalinismo, le llevó a abandonar el realismo por la literatura
fantástica?
¿Acaso
hubiera debido seguir escribiendo ficción hasta el final de mis días? Un hombre
puede cambiar de oficio. A veces escribo cosas divertidas y otras veces cosas
menos divertidas. El ser humano debe dedicarse a hacer aquello para lo que está
dotado, y yo pensaba que sabía escribir cierta literatura y así lo hice. Luego,
con el tiempo, me planteé si seguía sabiendo. La motivación fue disminuyendo,
los centros de interés cambian, también cambian las circunstancias. Pero muchas
de las cosas que eran fantasía se han hecho realidad. Hoy en día, la realidad
es más caricaturesca que lo que yo mismo encontré en mi imaginación en su día,
con lo cual no tiene sentido que compitan la fantasía y la realidad entre sí.
No hay imaginación que pueda competir con la realidad, no hay nada que pueda
superar la realidad actual, es un esfuerzo inútil. Este lenguaje propio de las
fábulas de Esopo que yo usé en su momento ya no es necesario; por otro lado, yo
no debo luchar contra el poder. Actualmente se pueden firmar manifiestos,
artículos, aunque tal vez sean sólo gestos, no sirvan de gran cosa. Pero
escribir libros... No sé, muchas cosas están caducas o simplemente son
estériles, o es que yo he perdido las ganas de escribir. Por ejemplo, algo como
la conquista del espacio por los astronautas no tiene sentido para mí, pues no
creo que los hombres puedan colonizar Marte. En ese caso es mejor callarse y
dejar la pluma silenciosa. El género de la ciencia ficción es algo que no
soporto, lo considero un género muy menor, pueril y carente de todo valor
cognitivo. Prefiero mil veces cualquier novela policiaca, por mala que sea, que
todas esas zarandajas galácticas. Escribí un artículo en los 70 titulado algo
así como Ciencia ficción: un caso
desesperado con alguna excepción, e inmediatamente me dieron de baja de
miembro en la Science Fiction Writers of
America De joven escribí novelas cercanas a la ciencia ficción para poder
escapar del realismo social en boga y para sortear la censura estalinista, pero
no dejo que se reediten...
Hablando
de mis libros de madurez, Ciberiada, Fábulas de robots, etcétera, son más
apólogos o cuentos filosóficos en la tradición de la literatura francesa del
Siglo de las Luces que ciencia ficción. Pero siempre intenté que hubiera una
base científica, siempre busqué confirmación científica de lo que yo escribía.
En realidad, me considero, permítaseme el término, no un científico sino un
dentista o, por lo menos, eso he intentado. Yo no creo en los ovnis ni en lo
que nos cuenta Von Däniken sobre los preastronautas y esas cosas; todo esto va
en contra del más elemental raciocinio y ofende la mente de cualquiera, son
auténticas majaderías. A muchos seres humanos, que no saben hacer nada de nada,
les viene muy bien que sean unos visitantes del cosmos los que hayan construido
las pirámides o la vasija de barro más insignificante. En fin, siempre he
intentado dar cuenta en mis libros de mis más profundas convicciones.
Una
de las cosas que más sorprenden de Provocación,
cuyo tema es el análisis de las convicciones que tenemos sobre el holocausto,
es que derrocha un tremendo sentido del humor. ¿Cómo se le ocurrió introducir
algo a primera vista tan ajeno al tema tratado?
Hay
mucha ironía en mi obra. Se dice a menudo que la ironía es hija de la
impotencia, al menos históricamente así ha sido. Muchas veces era la única
manera que tenía un escritor de expresarse. De todos modos, no hay que hacerse
ilusiones, la palabra no es muy eficaz. Me gusta la literatura en cierto modo
didáctica, pero que se ajuste a las buenas preguntas y a las buenas respuestas.
Yo mismo me baso en el sistema científico del prueba y error, pero en literatura no hay recetas. La literatura
actual es truculenta, sanguinolenta, desprecia todo pintoresquismo, creyendo
que el hecho de chocar equivale a una catarsis, y no es así. Chocar es sólo
golpear a alguien en la cabeza con un mazo, pero eso no purifica, eso no es
catártico. Yo en mis libros intento usar un lenguaje sencillo, casi primitivo.
En
su libro habla de una manera bastante convincente sobre la semejanza entre la
ética nazi del genocidio y la naturaleza de los modernos terrorismos. ¿Se puede
decir que esta obra prefígure la irrupción del fenómeno del terrorismo suicida?
Provocación
habla de algo propio a la naturaleza humana. Muchos males pueden explicarse
desde esta óptica: el ser humano comete muchos actos porque persigue un ideal
elevado y oficializado. Maltratar, destruir, asesinar por un ideal
supuestamente generoso es mucho más interesante y atractivo que incurrir en
atrocidades con nocturnidad y a escondidas. Y tanto más placer se obtendrá si
todo esto se hace por cuenta ajena, no de modo egoísta, sino por un ideal
majestuoso como puede ser una ideología, un ordenamiento jurídico, una religión
o un estado totalitario. En tal caso no sólo se satisfacen los más bajos
instintos sino que además uno recibe premios, recompensas y palmaditas en la
espalda. En Alemania mi obra es considerada la de un filósofo, un filósofo
visionario. Es cierto que hay elementos filosóficos en algunos de mis libros.
En Solaris se habla del lugar del
hombre en el mundo, o en relación con Diarios
de las estrellas se me ha comparado con Swift y su Gulliver. Ciberiada dio lugar a una reseña en The New York Times en donde se decía de
mí que era “un Jorge Luis Borges de la
era espacial, que maneja en serio conceptos de la filosofía y de la física,
desde el libre albedrío hasta la teoría de las probabilidades”. Me hizo
mucha ilusión esto último. Se ve que mis libros suscitan un abanico de
interpretaciones muy diferentes según el ámbito lingüístico de recepción de que
se trate. Pero el verdadero juez de una obra es la Historia, sólo ella tiene la
última palabra.
Vuelve
a jugar a ese excitante juego de las reseñas de libros ficticios que ya
practicó en ‘Vacío perfecto’. ¿Dónde reside la diferencia entre estos dos
trabajos? ¿Es que este género permite decir cosas que de otro modo no se pueden
decir?
Provocación
va en esa línea. Escribí cuatro volúmenes de reseñas de libros imaginarios bajo
el epígrafe general de La biblioteca del
siglo XXI. Con la edad me volví impaciente y ya no soportaba la dura labor
artesanal inherente a ser un fabulador, pues convertir una iluminación, una
fulguración que cruza por tu mente en obra literaria requiere mucho esfuerzo y
no sólo mental, también físico. De ahí lo de las reseñas: necesitaba usar menos
tabulación, todo lo que era narratividad me había llegado a aburrir tanto...
¿De qué sirve contar que la marquesa salió de casa a las cinco? Esos libros me
permitieron experimentar, probar modelos, fueron muy útiles para mí.
En
Alemania es considerado un filósofo, en Rusia un científico y en Polonia un
autor de libros para niños. Lo cierto es que muy pocos escritores nos han
llevado tan lejos como usted, en todos los sentidos. ¿Cómo le gusta ser leído?
Es
difícil eso de cómo uno es percibido. ¿Por qué en Japón o en España mis libros
son tan apreciados y, en cambio, los franceses desprecian olímpicamente tales
obras maestras? Bromas aparte, lo que no me gustaría es pasar a la historia
como un escritor de obras infantiles.
Traducción
de Teresa Bonneau
La Vanguardia
(Culturas). 12 de abril de 2006.
Es mi autor favorito y nunca había visto en entrevista a él,en YouTube conseguí una empero estaba en polaco y sin subtítulos. Gracias por compartir,es una buena manera de escuchar las opiniones del maestro.
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