martes, 7 de marzo de 2017

Rémi Brague. Entrevista en "La Vanguardia" y noticia de Gregorio Luri


“La verdad no se puede tener, es como una luz”
Remi Brague, filósofo, historiador de las ideas
Tengo 67 años. Parisino, durante diez años viví también en Munich. Estoy casado desde hace sólo 44 años. Dirijo el centro de investigación Tradición y Pensamiento Clásico en La Sorbona. La política es menos importante que la cultura. Soy católico practicante... y creyente
¿Sabe más a los 67 que a los 40?
Leo mejor el hebreo, sin duda.
¿Y sobre cosas que le sirvan para vivir?
Resulta más importante la cosmovisión que uno tenga que la experiencia cotidiana, que puede ser manipulada y falsificada por varios factores.
¿Cree más en las ideas que en la experiencia?
Las ideas pueden ser pura ilusión. Pero las ilusiones también desarrollan un papel esencial en nuestras acciones. La intervención de la gente en el mundo depende estrechamente del modo como ve el mundo. Nuestras acciones vienen de más lejos de lo que nos figuramos, y pueden tener consecuencias más largas.
¿Eso que hacemos en el día a día?
Sí. Las puertas que se cierran tras nosotros tienen una relación estrecha con las puertas que se pueden abrir frente a nosotros. En realidad estamos hablando de la dimensión de nuestra libertad.
¿Para eso sirve la filosofía?
La filosofía no sirve para nada, como el arte, la religión o todo lo que es importante en la vida. Servir es lo que hacen los esclavos.
Pues hablemos de libertad.
La filosofía puede ayudarnos a sopesar las consecuencias de nuestros actos y la hondura de nuestra libertad; entender que en un cierto sentido todo depende de nosotros, de nuestras acciones y decisiones.
¿No se siente usted insignificante?
Por un lado sí, tenemos poca importancia, vivimos en un pequeño planeta.
En el extremo de una pequeña galaxia.
Sí, pero por otro lado somos el único punto del universo sobre el que podemos tener una influencia, y por eso desde la perspectiva de la acción, de lo que tenemos que hacer, somos lo más importante del mundo.
¿Cada uno de nosotros?
Sí, porque cada uno de nosotros es la única persona que puede tener una influencia sobre cada uno de nosotros, y el resto del mundo es indiferente.
¿Usted tiene verdades?
Las verdades no se pueden tener, son como una luz, y la luz no es un objeto que se puede coger. No tenemos la verdad, la verdad nos tiene, la verdad nos da luz.
Entiendo.
San Agustín distingue entre dos tipos de verdad: la verdad que luce, que proyecta luz sobre las cosas y que nos permite conocerlas y utilizarlas; y la verdad que nos pone a plena luz y evidencia aspectos de nuestra alma que preferiríamos esconder, la que acusa las sombras y las pone de relieve.
Ilumina nuestra mediocridad.
Sí, y no nos gusta, preferiríamos esconder los aspectos desagradables de nuestra personalidad, y eso explica por qué la civilización de hoy tiene sentimientos ambiguos frente a la verdad.
Pero las verdades dependen de la moral de la época.
Mucho menos de lo que imaginamos, porque hay una especie de kit de supervivencia del género humano que se halla en todas las culturas, como el no matar, no robar o no mentir. Ninguna cultura podría sobrevivir a largo plazo sin esas normas.
Pero no las respetamos.
Hay una diferencia inmensa entre lo que tendríamos que hacer y lo que hacemos. Ya lo dijo san Pablo: el bien que yo conozco no lo hago, el mal que odio lo hago. La pregunta básica de la moral de Kant: ¿qué es lo que yo tengo que hacer? Es una pregunta tonta.
¿…?
Todos sabemos la respuesta, la cuestión es por qué no podemos aplicarla.
¿Y?
No basta con no matar al prójimo, tenemos que no querer matarlo, abandonar el odio hacia el otro. Pasar del ademán exterior a la actitud interior.
Pero si naces en un ambiente donde odiar y matar es cotidiano...
Hacer lo que hacen los demás es algo espontáneo y para eso no necesitamos una moral, simplemente actuar como las ovejas.
Ya, ¿y...?
Que creo que podemos recurrir a la conciencia de nuestra libertad. Todas las personas que han hecho historia han sabido decir no en algún momento.
Primero nos gobernó el cosmos, luego Dios, ¿quién gobierna hoy al hombre occidental?
Piensa que se puede gobernar a sí mismo, pero el progreso moral es muy lento y muy frágil. Necesitamos un punto de referencia exterior a lo cual yo llamo, muy sencillamente, Dios.
Dios es un acto de fe sin argumentos de razón.
Se pueden ver sólo cuando se cree. Es algo difícil de entender, pero la fe contiene principios de luz que permiten entender algo de la condición humana, como saber que la libertad corresponde a la estructura honda del ser. Pero sin la fe se puede vivir de un modo perfectamente moral.
Entonces, ¿la fe es una elección?
Sí, es una elección cotidiana constante, y aquí topamos otra vez con el abismo insondable de la libertad.
IMA SANCHÍS
En el ciclo A hombros de gigantes (Obra Social La Caixa) politólogos y filósofos explican que somos enanos a hombros de gigantes, que si nuestra vista alcanza la lejanía es gracias a la altura de los gigantes que nos sustentan, que nos preceden. Brague le da otro enfoque: convierte a cada uno de nosotros en gigantes, hacedores de futuro en cada gesto. Ser conscientes de esa libertad nos hace humanos. Profesor de Filosofía Musulmana en La Sorbona y de Historia del Cristianismo Europeo en la Ludwing-Maximilian de Munich, es un hombre tímido, erudito y educado que se disculpa por su castellano, que es excelente (también habla inglés, alemán, italiano, árabe, latín y griego)
La Vanguardia, La Contra, 3 diciembre 2014

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Católico sin complejos
Rémi Brague (París, 1947) es uno de los filósofos más relevantes de la actualidad. Ejerce como profesor de filosofía musulmana en la Universidad de la Sorbona, de historia del cristianismo europeo en la Ludwig-Maximilián Universitat de Munich, donde ocupa la cátedra Romano Guardini, y dirige el centro de investigación Tradición del Pensamiento Clásico de la Sorbona. Domina el griego, el latín, el árabe, el hebreo y varias lenguas modernas, entre ellas el español. Pero sus intereses filosóficos desbordan su posición académica. Es un fino lector de Baudelaire, Nietzsche, Heidegger o Leo Strauss.
Entre sus obras podemos resaltar Europe la voie romaine, editado en catalán por Barcelonesa Edicions (Europa, la via romana, 1992) y en castellano por Gredos (Europa la vía romana, 1995); La sagesse du monde (La sabiduría del mundo. Encuentro, 2008); La Loi de Dieu (La ley de Dios, Encuentro, 2011); Au Moyen du Moyen-Age (En medio de la Edad Media, Encuentro, 2013); Le propre de l’home (2013) y Les Ancres dans le ciel (2013). Esta última obra amplía un seminario que impartió en la Fundado Joan Maragall y publicado por Cruïlla con el título de La infraestructura metafísica (2010).
La cuestión central que recorre toda la obra de Brague la podemos formular así: ¿Por qué nos resulta tan difícil, a nosotros, que somos la primera generación que cree haber sobrevivido a sus dioses, ser nihilistas a tiempo completo? Una vez muerto Dios debiera haber desaparecido el miedo, pero sospechamos que el diablo aún sigue vivo y notamos que la fe siempre tiene hambre. Ya no creemos en el hombre, pero nos asusta el anti humanismo; no nos entendemos como encuentro herederos de la Ilustración, pero sospechamos que la antiilustración puede ser una forma de barbarie; no queremos ser santos, pero no podemos vivir sin considerarnos portadores de valor. Como no podemos ser buenos por convicción, intentamos serlo por defecto, abrazados a nuestra última virtud, la tolerancia, que es una virtud que nos impide matar... pero que no nos garantiza el anhelo de vivir.
No hay manera de celebrar la muerte de Dios, porque no hay manera de libramos de la sujeción a la ley. Cuando creemos libramos de leyes superiores, nos descubrimos encadenados a leyes inferiores.
Rémi Brague, siguiendo en su proyecto a Leo Strauss, busca las claves de la comprensión de lo que nos pasa remontándose más allá del moderno proyecto ilustrado, hasta la ilustración medieval. Por eso no es estrictamente hablando un medievalista. Lo que a él le interesa es el presente y, más en concreto, el presente de una Europa dispépsica que está viendo desaparecer a los cristianos... aunque bastante menos rápidamente que a los europeos.
Quienes conozcan a Brague, no necesitarán argumentos para leer En medio de la Edad Media. Quienes quieran conocerlo encontrarán en esta obra -incluyendo la magnífica entrevista inicial-, una magnífica vía de acceso al prensa-miento de un católico sin complejos, que posee “un gusto inmoderado por la provocación”.
La Vanguardia, Cultura (s), 2 de julio de 2014. p. 14

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