viernes, 10 de marzo de 2017

¿Qué 1968? Entrevista a Antonin Liehm y Pascal Bruckner. ("La Vanguardia", 29 de junio de 1993)


Las influencias latentes del Mayo de París y la Primavera de Praga
París 1968...
Mil novecientos sesenta y ocho fue un año de rebeliones en todo el mundo. Se protestaba contra los gobiernos, se reivindicaban las cosas más variadas, los objetivos de las protestas y de las reivindicaciones eran muy diversos. En este contexto, podría parecer que el Mayo francés y la Primavera de Praga tenían fines opuestos. Pascal Bruckner y Antonin Liehm matizan este punto de vista:
-PASCAL BRUCKNER: Aunque ambos movimientos parecen opuestos, hay una analogía entre ellos: ambos intentaron liberarse de alguna tutela, en el caso de Praga la del totalitarismo comunista y, en el de París, la del autoritarismo gaullista. Lo que es interesante en el Mayo francés es que utilizó el vocabulario marxista y radical para expresar reivindicaciones de orden esencialmente individual. Todo el mundo deseaba una revolución, la cual fue encabezada por Marx, Trotski, Mao, pero se trataba principalmente de una revolución en la vida privada. El Mayo del 68 francés fue un “happening” colectivo que reivindicaba al individuo.
-ANTONIN LIEHM: Si en el Mayo del 68 parisino el colectivo reivindicaba al individuo, la Primavera de Praga empezó con exigencias firmadas por individuos y destinadas a la colectividad. Si, la ideología, los objetivos, el lenguaje de esos movimientos eran radicalmente opuestos, sin embargo tenían un denominador común: tanto uno como otro se dirigían contra el “establishment”. Cada uno de los “establishments”, el comunista, postestalinista, por una parte y, por la otra, el gaullista, se había convertido en un símbolo de algo generado tras la Segunda Guerra Mundial, y la primera generación de la posguerra, o sea, tos jóvenes del 68, se opusieron a cada uno de esos "establishments”. La Primavera de Praga fue un movimiento tolerante y liberal porque fue una oposición a un "establishment” totalitario; en cambio, el Mayo francés era antitolerante y antiliberal, ¿por qué?, pues porque buscaba una reforma de un “establishment” tolerante y liberal.
.... Praga, 1968
-Puesto que esa lucha contra el “establishment” tuvo lugar simultáneamente en todo el mundo,
¿hubo influencias y pactos entre los distintos movimientos?
-A.L.: Entre Praga y París, Praga y Berlín occidental (el movimiento de Rudi Dutschke) no hubo influencias significativas; éstas se produjeron más tarde, y fue mayor la influencia de Praga sobre París que viceversa. El líder de las protestas parisinas, Dani Cohn-Bendit, por ejemplo, pronto comprendió de qué se había tratado en Praga y empezó a buscar el punto de encuentro de sus ideas con las de Primavera de Praga. Escuchándole hoy, uno tiene la sensación de hablar con un dirigente de la Primavera de Praga. En cambio, difícilmente se encontraría a un participante del movimiento checo que se identificara con la izquierda radical occidental de entonces. Además, esa clase de izquierda occidental, la maoísta-trotskista-estalinista-guevarista, ha desaparecido, se ha disuelto; sólo quedaron de ella pequeños restos de terrorismo.
-P.B.: París vivía principalmente bajo la influencia de otras revoluciones, las francesas y las rusas. Además de eso, en París se sentía la influencia de los radicales americanos que se manifestaban contra la guerra de Vietnam. La Primavera de Praga despertaba simpatías porque intentaba sacudirse el yugo de Moscú, y es que para la izquierda francesa, Moscú también era un enemigo. En París, como en todo el mundo, la intervención soviética en respuesta a la Primavera de Praga, tuvo un impacto muy fuerte. Tras esa invasión de los tanques, la sociedad empezó a plantearse una serie de cuestiones esenciales.
-¿Hubo un impacto duradero sobre la izquierda? ¿Cuáles fueron sus consecuencias para el futuro?
-P.B. Tras esa fecha empezó a reestructurarse la izquierda francesa, y actos análogos fueron sucediendo en otros países europeos. En Francia, por una parte, los socialistas, según el ejemplo de Dubcek, intentaron construir un "socialismo con rostro humano”, y fue entonces que los socialistas fueron creciendo y tomando fuerza, al mismo tiempo que se iban liberando de la tutela comunista, de la cual hasta entonces fueron literalmente prisioneros. Poco tiempo después, en 1972, apareció François Mitterrand que dio una dirección y una identidad al socialismo francés y, cuando en 1980 abrazó a los comunistas, fue únicamente para estrangularlos mejor. La otra corriente, inspirada por la Primavera de Praga fue la que surgió del partido comunista y la que, tras los sucesos checos, se convirtió en anticomunista. A modo de ejemplo casi simbólico: el primero que saludó “La broma” de Milán Kundera, esa novela que denuncia el estalinismo, fue el comunista de toda la vida Louis Aragón. Y fue como si la publicación de "La broma” en francés y la invasión soviética de Praga despertaron una nueva intuición en una importante fracción del PC francés, la intuición del final definitivo de la ideología comunista. Y si durante los veinticinco años posteriores anduvimos a tientas en muchos asuntos relacionados con las ideologías, ahora sí comprendemos que la Primavera de Praga dio a Europa el primer impulso para acabar con el comunismo, como régimen político y como ideología.


-¿A qué se debe la fascinación por el comunismo que la intelectualidad europea y americana experimentó a lo largo de este siglo?
-A.L.: La fascinación por el comunismo se debe a la mitologización de una experiencia ajena y duró a causa de la incapacidad de analizar experiencias propias. Algo análogo está pasando hoy en la Europa del Este donde existe la fascinación por la experiencia ajena, especialmente la norteamericana, la fascinación por el mito de la riqueza y el bienestar occidental.
-P.B.: La inteligencia occidental aprobó y bendijo el totalitarismo y los estados totalitarios en nombre de la justicia y la libertad. Sartre, Althusser y muchos otros eran, pues, los responsables de esconder la verdad y de propagar la mentira, establecer el reino de la mentira entre la inteligencia occidental.
-Aparte de esas vagas y gastadas nociones de libertad y justicia, ¿cuáles fueron las causas profundas de la permanencia de esa mentira intelectual en el mundo occidental?
-P.B.: Uno: La relación de admiración-odio de los occidentales por si mismos. Dos: El odio de los intelectuales a su pertenencia a la clase burguesa; para espiar esa pertenencia, el intelectual se casaba con la ideología del adversario. Tres, y sobre todo: La fascinación por la historia. Puesto que Marx pretendía haber descubierto las leyes de la historia, el intelectual tenía la sensación que, casándose con el marxismo, se casaba con la historia.
-Hubo intentos de reconciliar el existencialismo, es decir el sistema de pensamiento filosófico predominante en la época, pensamiento basado en el individuo y la libertad, con el marxismo, que subraya lo colectivo. ¿Con qué resultados?
-P.B.: Sartre, por ejemplo, dedicó dos enormes volúmenes de su obra “La crítica de la razón dialéctica” al intento de reconciliar esos dos sistemas de pensamiento, y fracasó estrepitosamente. Y es que el individuo nunca llega a inclinarse por completo ante un sistema. Ese tratado de Sartre resultó ser bastante patético. En definitiva: a nivel filosófico Sartre no llega a convencer, a nivel histórico era un mentiroso. Sartre mintió sobre el asunto de Cuba, mintió en cuanto a la URSS, mintió a propósito de China. Su argumento principal es siempre la fascinación por la historia. Para él, la historia es una especie de diosa despiadada que devora a sus hijos, pero que un día ha de ver el triunfo de la verdad, de la justicia y del comunismo. De manera que en nombre de esa adoración de la historia, Sartre y los demás intelectuales de la izquierda radical abdicaron de cualquier ideal de espíritu crítico y libre. Y al final quedó en evidencia que Sartre luchó toda su vida por una sociedad en la cual él no hubiera querido vivir.
París 1968...
-¿Cómo fue, pues, que la intelectualidad dejó de sentirse seducida por la doctrina marxista?
-A.L.: En el Este, donde la gente la experimentó en la propia piel, el desencanto se fue produciendo durante los años 50 y 60. En Occidente, el mito perdió las fuerzas tras el 68. En Francia entraron en escena los “nuevos filósofos”, movimiento surgido del 68, que entablaron una crítica de la época anterior. Pero de nuevo, en vez de reflexionar sobre Francia, basaron su crítica sobre la experiencia ajena, en su caso sobre Solzhenitsin y el Gulag.
-¿No existe autorreflexión en Francia?
-A.L.: Los intelectuales franceses siempre han tomado prestada la experiencia de otras culturas, tanto para declarar los ideales del comunismo, como luego para destruirlos. Y lo mismo ocurre en la actualidad: los intelectuales no paran de reflexionar sobre la ex Yugoslavia, tema que es ciertamente importante, pero a causa de eso evitan analizar los problemas de su casa. Creo que el pensamiento intelectualmente interesante nace de la autorreflexión.
-P.B.: Es cierto que falta el autoanálisis, pero es porque Francia para nosotros no es el centro del mundo; lo que hacemos es escuchar atentamente los de fuera de nuestro país, acoger todas las opiniones.
-Volvamos a los últimos veinticinco años. Los “nuevos filósofos” retomaron, pues, las críticas de Raymond Aron y Albert Camus. ¿Cuál fue su aportación?
-P.B.: Los nuevos filósofos, sin tener un sistema de pensamiento propiamente original -lo que afirmaban ellos lo habían dicho antes Russell, Camus, Aron, Isaiah Berlín- denunciaron el esquema marxista. Hicieron saltar la vieja barraca de la izquierda en la que estaba enclaustrada la “inteligentsia” francesa. Gracias a eso se pudo empezar a reflexionar libremente otra vez y cambiar el modo de pensar.
-Después de veinticinco años, ¿se puede constatar que el año revolucionario 68 ha dejado huellas?
-P.B.: El significado de la Primavera de Praga está en su aportación aperturista. El Mayo francés fue una especie de gigantesco “happening” que resucitó todas esas ideologías de manera paródica: allí se desplegó el maoísmo, la revolución francesa, la revolución bolchevique. En el momento en que todo eso tenía lugar parecía algo muy serio, pero en el fondo se trataba del último día antes del crepúsculo de las ideologías de izquierdas, su última explosión que acabó en las cenizas. A partir del Mayo del 68 todas esas ideologías agonizaron, diez años más tarde murieron y hoy, tras 25 años, están bien enterradas.
-A.L.: A primera vista podría parecer que del 68 no quedó nada; pero yo creo que ocurre todo lo contrario. Con el año 68 sucede lo mismo que, en el siglo pasado, ocurrió con las rebeliones de 1848. En el año 1848, llamado la Primavera de las Naciones, hubo rebeliones y revoluciones por toda Europa. En todas partes sin excepción, esa revolución fue derrumbada por los disparos de los fusiles policiales, algo parecido a lo que sucedió en París y en Praga en el 68. Y no obstante, toda la segunda mitad del siglo XIX vivió bajo el signo de las reformas iniciadas en aquel año revolucionario, los antiguos regímenes absolutistas desaparecieron bajo el peso de las ideas del 1848, para dejar lugar a regímenes más liberales. Y creo que hoy, después de veinticinco años, podemos afirmar que aunque el movimiento revolucionario de París, el de Praga, o el alemán y el americano, etc., fueron derrumbados, sus ideas y sus reivindicaciones en muchos aspectos se llegaron a realizar. Después de veinticinco años vivimos en un mundo en el que se han realizado las más significativas reivindicaciones del 68, la sociedad las absorbió como exigencias legítimas.
-Usted acaba de regresar de Praga. ¿Se habla del aniversario allí?
... Praga 1968
-A.L.: En Praga hoy en día la gente tiene miedo de hablar siquiera de la Primavera de Praga, por temor de ser acusados de comunistas: durante esos primeros años poscomunistas, todo lo que tuvo lugar durante los 40 años de totalitarismo, lo bueno y lo malo, se sataniza de igual manera y se mete en el mismo saco.
-La generación del 68 es la que ahora lleva la batuta. ¿Cuál es su orientación?
-A.L.: En Europa Central y del Este los intelectuales tienen la sensación que en vez de ser críticos, atributo que distingue a un intelectual, ellos deberían ser complacientes con el nuevo “establishment”. Y es que si criticaran algo, creen que darían la impresión de defender el pasado comunista. Ahora bien: un intelectual complaciente es una especie de monstruo.
-P.B.: La generación del 68, o sea la mía, ha impuesto en la sociedad francesa sus reivindicaciones de la revolución del 68, y hoy sigue imponiendo sus leves. Aún no ha llegado una generación nueva capaz de imponer ideas nuevas en la sociedad. La generación más joven es incapaz de una buena crítica de la anterior.
-¿Por qué?
-P.B.: Tal vez porque ahora la vida es mucho más dura para los jóvenes, y además, quizá, porque no se beneficiaron de un sistema educativo clásico como nosotros. Es cierto que en el 68 nosotros nos rebelamos contra ese sistema que en consecuencia fue profundamente modificado. Pero creo que nos dio una base más firme, una cultura más sólida que la que se puede llegar a tener en la actualidad. Hoy en día no hay ni un escritor, ni un sociólogo, ni un filósofo con alguna aportación nueva. Los que generan la cultura en Francia son, pues, los que pertenecen a la generación del 68, que reina sin ningún contrapoder. Y eso resulta más bien inquietante.
La Vanguardia, Cultura, 29 junio 1993. p. 46 y 48.

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