viernes, 24 de febrero de 2017

Documentos traspapelados. El poeta y el Partido (Comunista): “Reportaje a Neruda”. Pro Arte, Santiago de Chile, 1952. Entrevista-homenaje a Pablo Neruda. Sobre la estética del realismo socialista y la política de la Unión Soviética.


Pablo Neruda en Moscú con motivo del Premio Mundial de la Paz.
Aleksandr Fadaiev saluda a Delia de Neruda
REPORTAJE A NERUDA
ProArte. Edición Nº 160 — Santiago de Chile, viernes, 28 de noviembre de 1952 — pp. 1 y 6.
A mediados del pasado mes, concertamos este reportaje con Pablo Neruda, en su casa de Isla Negra. Se lo habíamos ofrecido a nuestros lectores, y aunque con bastante tardanza, cumplimos hoy el deseo de éstos y el nuestro al darlo, aunque muy por debajo de nuestros propósitos. No contendrá la observación del repórter acerca del poeta y de su ambiente, pues esta edición ha debido reducirse a las realidades materia les del momento.
En el refugio de Isla Negra, entre su escuadra fantasma de pequeños veleros traídos de todas las tiendas marinas del mundo; entre caracoles, viejos libros náuticos, mapas medievales, cajas de música, figurillas de Oriente, y ante la mirada perenne de María Celeste y Medusa, los mascarones de proa que Pablo y Delia Neruda dejan descollantes, durante sus ausencias, allí nos habló el poeta, como desprendido de ese mareo mágico que le rodea, sobre las cosas terrenales, mirando el mar sin verlo, atento sólo a la comunicación de su verdad: el realismo socialista.
Es nuestro propósito aquí, no interrumpir esa comunicación. Perdónesenos pues, la parquedad del diálogo, en lo que a nosotros respecta.
Para quien conozca a Neruda sus residencias —la del mar y la de la ciudad— son el reflejo de su genio. Hemos conocido otras capas de poetas, y; ¡ay! cómo les desmentían, cómo nos mostraban una materialidad mezquina, tan diferente de lo que ellos exteriorizaban.
Su casa de Isla Negra y todo lo que ella contiene es como un maravilloso cofre gigante, dentro del cual se suele dormir. La de Santiago, en la Avenida Lynch, es un cofre más grande y más repleto aun de cosas y de ideas de las cosas. El escritor británico O. S. Fraser, que en su interesante libro —modestamente titulado "News from South America", editado en Londres— dedica un capítulo a su pasada por Chile, lo hace casi exclusivamente para hablar del poeta y de su gente. Fraser dice allí, refiriéndose a la casa santiaguina del poeta: "Es la única casa de poeta en que yo haya estado, que es como un poema, una expresión completa y original de personalidad". Es en este ambiente donde Neruda nos ha llevado. Y no hay contradicción posible. Un hombre que ama así la vida, no puede sino combatir de modo implacable a las ideas y hombres que viven muertos en vida. Por eso es que este mensaje suyo que hoy entregamos Incluye propósitos, de él y nuestros.
Que quienes mezclan mal las cosas, se desprendan por un instante de su intolerancia para escucharlo.

— ¿Cómo se podría sintetizar la idea del realismo socialista en la literatura y el arte.

—Sobrepasando los cánones antiguos, el realismo socialista muestra la transformación del hombre en el periodo de nacimiento de la nueva sociedad. Es decir, no se reduce a retratar al hombre y al paisaje, sino que contribuye a la formación y a la construcción del porvenir. De esta manera, el arte de nuestra época llega a cumplir un rol fundamental, como una materia tan necesaria como el acero o el ladrillo de las nuevas construcciones. El libro y la pintura deben señalar la proximidad y la fecundidad de la época socialista que viene, y deben mostrar los fundamentos humanos sociales y naturales de la esperanza contemporánea. De esta manera, el escritor se convierte en creador de la historia, asumiendo, por primera vez, un papel directo en la construcción de una época.

— ¿En qué medida crees que tal tendencia ha existido o existe en la literatura?

—En general, tenemos una noble tradición en nuestra América, en especial en la novela. Esta novela tuvo la influencia de Tolstoi y de otros protagonistas de una gran época; pero si contamos estrictamente las inclinaciones de nuestro relato americano, hallamos el naturalismo satisfecho o el realismo pesimista. El naturalismo satisfecho es, en general, la visión de los terratenientes proyectada a los ambientes populares del campo americano. Y el realismo pesimista es la incursión de la burguesía de las ciudades para deformar el alma y el contenido de la literatura.

Novelas extraordinarias como "Huasipungo" o "El señor Presidente", son verdaderos agujeros cavados por la desesperación.
En mis conversaciones con los escritores soviéticos, me contaban ellos cómo en medio de la represión, después de la revolución de 1905 Gorki escribía "La Madre", monumento a la fe en el destino humano. No podemos pensar que las terribles condiciones de nuestro pueblo justifiquen las obras atroces. Es más bien la influencia de las capas retrógradas de la actual sociedad, que pide a los artistas un mundo sombrío y sangriento, para mostrar que el hombre no tiene salida ni solución.
Aparte de esto tenemos la influencia de novelistas como Faulkner, llenos de perversidad, o poetas como Eliot, falso místico reaccionario, que dispone de un cielo particular para la nobleza británica. Y no es por casualidad que estos dos escritores reciben el Premio Nobel, coronación y premio que da una sociedad agonizante a sus propios enterradores.

Si lee uno las revistas de nuestra América, del Uruguay o de Panamá, se ve la preocupación cosmopolita, el deseo de no dejar número sin mencionar al ideólogo nazi Heidegger, o al destructivo Sartre. Este es el reflejo del cosmopolitismo y de la desnacionalización de los actuales dirigentes de nuestra sociedad criolla. La capa superintelectual se aleja de nuestros problemas y de la lucha del pueblo con sus episodios conmovedores y su grandeza. Vemos revistas, como "Sur", de Buenos Aires, que consagran números enteros a espías internacionales y colonialistas, como Lawrence de Arabia, a traidores como Drieu La Rochelle, que se envenenó antes de ser ahorcado en los momentos de la liberación de París, y que ahora abre sus páginas a un joven poeta polaco, que ha cambiado su patria —donde tanto se ha sufrido y se ha construido— por los dólares del Departamento de Estado [Ver nota abajo]. La Revista "Sur" nunca se ha preocupado de Julius Fuchik, el héroe inmortal, que antes de ser asesinado por los nazis, escribió en su calabozo, en papeles de cigarrillos, su grandiosa profesión de fe "Memorias escritas bajo la horca", y que son, a la vez, que un gran libro de todas las épocas, un canto a la esperanza y una confirmación de fe en el destino.

—Sin embargo —decimos a Neruda— no es posible esperar un cambio radical de posición, en escritores y artistas que se han nutrido de un sistema como el que tú denuncias. ¿Qué estímulos propone este realismo?
—No podemos pensar en el cambio repentino, a través de una fórmula repetida de la expresión y del contenido de los actuales artistas y escritores —nos responde el poeta—. Este cambio debe desarrollarse por los propios medios personajes y siguiendo el desarrollo más profundo y más sincero. No sacaríamos nada con catalogar la exterioridad pasajera con nombres progresistas, si no tenemos el cambio mismo de la concepción, producido a través de una lucha personal.

No creo que forzosamente esté ligado a una actividad política este desarrollo; pero sí a un cambio de criterio, a un reavalúo de las distintas partes de la sociedad.

Si durante el período de agonía del feudalismo se hubieran condenado los artistas a continuar los trabajos de tapicería galante o de rondeles para las nobles damas, sin ver el despertar de la burguesía en las ciudades, y consecuentemente el progreso humano, habrían perdido estos artistas su derecho a existir, porque no habrían visto el amanecer de una nueva clase dirigente.
En el momento actual del mundo, las fuerzas de avance, de progreso y de creación, se sitúan en el proletariado. El despertar de estos millones de hombres, la resurrección del mundo colonial, los nuevos públicos increíblemente numerosos, tienen que transformar forzosamente todos los órdenes del arte. Ante este fenómeno, es enteramente fútil discutir sobre arte dirigido o arte libre. Se trata de arte vivo o arte muerto.
Hace sólo algunos meses conversaba yo en Ginebra con el director Ansermet. Él me decía las conclusiones de su nuevo libro, que pronto aparecerá. "La música ha muerto" —me decía—. "La hemos sepultado". Yo le respondí que la música no ha muerto en la Unión Soviética, esto creo que puede ser bien claro para todos, como lo fue para Ansermet. La música atravesó por una crisis, también en la Unión Soviética, tendió a hacerse jeroglífica, atonal, disonante, hermética, difícil y antipopular. Esto venia de la influencia cosmopolita de los maestros europeos, que están matando la música. El Partido Comunista de la URSS que naturalmente, al revés de lo que pasarla con el Partido Liberal o Radical de Chile, se preocupa de toda la vida de su pueblo, y también de la ciencia y de las artes, advirtió el peligro, y señaló la gravedad de la situación. En un país eminentemente musical, en que millones de hombres llenan las salas de concierto y que ahora es difícil conseguir entradas sin tomarlas con anticipación, las salas iban quedando semivacías, el pueblo se apartaba de la música.
Los grandes compositores a quienes he tenido el honor de conocer, como Prokofieff, Schostakovich, Khachaturian, entregan ahora la totalidad de su esfuerzo a una música ligada con la tradi­ción rusa y con el porvenir de la tierra soviética. Prokofieff acaba de recibir un nuevo Premio Stalin por su “Cantata de los Bosques”, que es considerada su obra más importante. Y así, el reconocimiento de una deuda hacia su pueblo y hacia el porvenir, en vez de ser, como se ha dicho, una esterilización de la materia artística, es, pre­cisamente, la puerta de la fecundidad.

* *
¿Debe considerarse, en general, que existe un abandono de la línea humanística de los gran­des creadores?

—En la literatura vemos desaparecer ante el público más letrado, nombres que, como los de Tolstoi, Balzac, Hugo, son los nombres titánicos de la creación artística. Estos nombres arrancan de la tradición humanística de siglos, y se unen a los de Dante, Bacon, Cervantes y Shakespeare, Ra­belais y Montaigne, es decir, a una línea directa de adelanto en el conocimiento. La influencia que estos hombres tuvieron sobre una época, en que la burguesía no tenía la continuidad del pensamiento, sirvió a todo el despertar de nuestra lite­ratura americana. Hoy se desea desviar esta línea humanística, y confundir los espíritus con movi­mientos de retraso, como el existencialismo o el abstraccionismo. Estas corrientes, en vez de dar salida a los conflictos humanos, llevan al labe­rinto de la negación o de la inutilidad.
Yo creo en el BIEN, y no creo que el MAL sea el terreno de la fecundidad artística —afirma enfáticamente Neruda—. Yo creo en las ideas des­preciadas por falsas corrientes actuales, que ya terminan su efímera vida, como la verdad y la belleza. Creo que el arte debe contener el bien, la verdad y la belleza. El cultivo del mal, en el sentido byronlano o baudelieriano, es la reacción individual de un artista ante la hostilidad completa de una sociedad. Pero, ¿cómo sentir esta hostilidad en un momento auroral del mundo? Un nuevo mundo está naciendo ante nuestros ojos, la Unión Soviética, transforma la naturaleza con las más vastas concepciones, para alcanzar la pros­peridad y la paz, quinientos millones en la China cambian sus modos de vida retrasados, y se ponen con entusiasmo infinito a cambiar el fondo y la forma de su país. He visto las imprentas más grandes del mundo en antiguos países feudales, como Polonia y Rumania; he visto detenerse el tráfico en las calles de Moscú, por los suscriptores de una nueva edición de las obras completas de Balzac; he visto a los obreros del Báltico pasar sus vacaciones en el Mar Negro en Rumania; en fin, todo nos dice que un concepto más racional, más elevado y más digno de la vida se ha esta­blecido con una firmeza indestructible. Los artis­tas no tienen derecho a cerrar los ojos, y sí, deben abrirlos.
Quisiéramos —interrumpimos— que nos ha­blaras ahora, de lo que has afirmado, como la ne­cesidad de simplificar los medios de expresión, y que se observa cada vez de manera más notable en tu última poesía.
—Mi propia experiencia literaria, me indica, có­mo se transforma el estilo para adaptarlo a un nuevo público. Hace años, tuve que escribir un poema para leerlo ante ciento veinte mil perso­nas fue en el Brasil, cuando Prestes habló por primera vez al pueblo de Sao Paulo. Este poema, me enseñó mucho. Tenía que contener realismo, romanticismo revolucionario y absoluta simplicidad. Y además debía ser entendido por aquel inmenso número de personas, empleados, profe­sionales, artistas, obreros del puerto de Santos, y campesinos negros de las haciendas del café. Cada verso fue recibido con un alto murmullo por la masa, lo que me indicaba cómo llegaba a una inmensa mayoría de los que allí estaban. Estu­dié dentro de mí lo que no había producido: más tarde escribí “Los muertos en la Plaza”, y más tarde, este desarrollo hacia la simplicidad, me permitió abarcar casi todo el “Canto Gene­ral”. Pero creo que mi próximo libro será aún más sencillo.
Conversamos en seguida con Neruda acerca de la situación mundial, en relación con la paz y la guerra, cuyo diálogo terrible él ha debido escu­char en Europa durante estos dos últimos años. Sus referencias son una acusación sostenida contra la política Internacional oficial de nuestros días. Nos dice, entre otras cosas:
—El Senado norteamericano ha votado hace muy poco tiempo crédito para provocar insurrecciones en los países del socialismo, y para enviar misio­nes de espionaje y de sabotaje a estos países. El Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea de Chile. General Celedón, que regresó no hace mucho, ha declarado en “El Mercurio”:
"Estados Unidos se prepara en forma intensiva para la guerra".
En estas condiciones, es bien difícil, pero no im­posible, mantener o aumentar la amistad entre los pueblos. El fascismo norteamericano impide que salgan de sus fronteras, hombres universalmente amados, como Paul Robeson, o cierran sus puertas al que más gloria ha dado a los Estados Unidos, al gran comediante Carlos Chaplin. Es difícil para todo el mundo entrar a territorio nor­teamericano. Una inquisición, nueva forma de la Gestapo, se ha introducido en el cine, en los pe­riódicos y en las embajadas norteamericanas, los institutos norteamericanos de cultura en cada país, se dedican a la penetración en los medios inte­lectuales y estudiantiles, exportando sus ideas bélicas y sus conceptos brutales de dominación del mundo, encubriéndolos con falsas facilidades a nuestros jóvenes estudiantes. La embajada norte­americana distribuye en los colegios de Chile, pro­paganda contra la Unión Soviética; esta propa­ganda es exactamente la misma de Goebbels. A ningún joven progresista o que tenga en sus fa­milia algún pariente de ideas liberales, se le dis­pensa becas de las fundaciones norteamericanas
— ¿Observaste esa tensión de que habla cons­tantemente la prensa a través de la llamada corti­na de hierro?
—La cortina de hierro es una intención norteamericana para ocultar o disimular sus prepara­tivos de guerra. Ellos quieren impedirnos todo contacto con países nuevos, que han resuelto a su manera problemas que los afligían por edades. En este sentido, el bloqueo de Chile es casi com­pleto. No podemos comerciar ni con la China, ni vender cobre a Polonia, ni recibir libros de casi ninguna parte, mientras “Visión” y el "Reader & Digest", son violentamente descargados sobre nues­tro público para deformar y envenenar nuestra nacionalidad.
Hace poco, en la revista “Time” se publicó una gruesa calumnia en contra mía. No creo necesario desmentir, porque calumnias de este tipo se han hecho contra muchos chilenos, en esa misma re­vista. Citaré los casos del Presidente Aguirre Cerda y del Presidente señor Ibáñez. A esta revista no le gusta desmentir sus calumnias, que forman la parte principal de su texto. Yo recuerdo que en Moscú, habiéndome hecho una revista literaria una entrevista, hice saber que algunos de los concep­tos emitidos por el periodista, como expresados por mí, no estaban en mis declaraciones. Los colegas del periodista aquel, lo citaron y lo en­juiciaron, haciéndolo renunciar a su puesto, por permitirse alterar mis declaraciones. Eso es un ejemplo de moral periodística que la revista "Time” estaría muy lejos de seguir; por el contrario, allí se premiarla al tergiversador
Lo peor es que esta cortina norteamericana inunda el mundo occidental, y aísla cada vez más a los pueblos. Hay que recordar que la más expresión más alta del arte coreográfico soviético, la bailaría Ulanova, con toda su trouppe, fue expulsada de Italia después de dar “Romeo y Julieta”, como nunca más podrán verlo los italianos, y por órde­nes de la embajada norteamericana. Estos son crímenes contra la cultura, y éste es el camino de Hitler.
La última vez que escuche a Ehrenburg, en Berlín, él nos decía:
"Se acaba de formar un comité presidido por un antiguo embajador norteamericano en Moscú, para la liberación de Rusia. En los Estados Unidos se quiere liberar a los rusos de los rusos. Oficial­mente yo puedo asegurar que en la Unión Sovié­tica no permitiríamos ninguna institución que qui­siera liberar a Norteamérica de los norteamericanos”.
La política de guerra de los propietarios del salitre y del cobre de Chile, política de colonización, ha llegado a ofrecer síntomas de locura. No olvidemos que el señor Forrestal, Ministro de Guerra yankee después de proclamar la instalación de bases aéreas en la luna, para bombardear a la URSS, terminó por tirarse de una ventana.
Yo sostengo que es posible la convivencia entre los sistemas y los regímenes diferentes, en nuestro mundo actual, y que sólo es posible la compe­tencia pacifica de ellos. A este respecto, un mi­llonario yanki decía con franqueza a un amigo:
No temamos a vuestros tanques, sino a vues­tras cacerolas”.
Nosotros no tenemos por qué temer ni a los tanques que aplastaron el nazismo ni a las cace­rolas en que se preparé comida para millones de hombres.
* *
La entrevista con el poeta del Canto General ha seguido un poco el orden desordenado de nues­tras preguntas. De repente se detiene, sonriente, frente al repórter con ademán de reproche, cuando la conversación se prolongaba ya demasiado rato sobre la situación mundial:
—Tú no harás que yo olvide mi gran interés por referirme a nuestra poesía.
—Es que lo de casa queda siempre para el final.
—Mi impresión es que la poesía sigue su curso venturoso en nuestro país. Las publicaciones que llegaban de Chile —a pesar de que no hay ninguna estrictamente literaria—, rara vez las abría sin encontrar un nuevo nombre. Las tendencias de la poesía chilena en los jóvenes poetas, son una franca inspiración hacia la claridad (a la vez, posiblemente, la mayor dificultad también que ven­cer), y una preocupación grande sobre Chile y las cosas del país, hacia lo que llamaríamos con título de almacén: "los frutos del país” Hay tam­bién una creciente tentativa de tomar parta en los problemas del pueblo, y aun cierta precipita­ción en ello. En un país tan extraordinariamente po­lítico como el nuestro, la poesía política es algo natural que no sólo nos viene de los clásicos como Quevedo y Lope, sino de poetas como Pezoa Véliz, Pedro Antonio González y Dublé Urrutia
Lo interesante en esta situación es el desarrollo de cada una de las personalidades poéticas, la maduración de sus cualidades, la misma lucha individual de cada uno de los jóvenes poetas por llegar a expresar el considerable reino que los poetas de este tiempo debemos conquistar, y el lenguaje más directo y más hermoso.
Hay, naturalmente, una cosa establecida: ha terminado el ciclo de la poesía oscurantista, o lo menos estamos en su momento crepuscular. Las tinieblas no tienen nada que ver, ni deben tener nada que ver con nuestra vida. No hay sitio tampoco para la "angustia”, en un mundo en que mayor número de hombres cada vez comparten la lucha, la liberación y la alegría. Las angustias metafísicas son bien pequeñas al lado de la terri­ble condición material de la gente. Sin embargo, si los poetas no pueden, por incapacidad, compar­tir los dolores y las luchas generales de todos los hombres, no tenemos guerra contra ellos. El mismo curso de la vida les irá mostrando el cami­no, si en realidad son poetas, es decir, si son gene­rosos. Habrá siempre el caso de los irreductibles devoradores de papel. Esos se empapelarán por dentro hasta morir sin humildad y sin heroísmo.
— ¿Qué opinión te merecen los artistas chile­nos que encontraste en el extranjero?
—También allí he encontrado ejemplos de la vitalidad juvenil de nuestra patria. Quiero seña­lar especialmente el extraordinario éxito del pin­tor Nemecio Antúnez que acaba de hacer una nueva exposición en Europa, esta vez en Oslo. Es un joven maestro que busca su camino, y que ha adquirido ya los medios de expresión y la orientación de nuestro tiempo. Venturelli ha hecho a China un regalo digno de nuestra patria. La única pintura que adorna el Comité Nacional de la Paz de China en un mural de nuestro gran pintor. Por otra parte, me ha asombrado la obra realista y espléndida da la joven pintora Carmen Cereceda.
— ¿Y Matta?
—Siento a Matta muy inquieto. Las ondas eléc­tricas del tiempo que viene no pueden dejar de llegar a un explorador tan inteligente.
La entrevista ha terminado en Isla Negra, el día 11 de Octubre. Nos es muy fácil recordar la fecha, porque el 11 es la víspera del 12 y el 12 es el llamado Día de la Raza. Pasó la noche con nosotros el arquitecto español Germán Rodríguez-Arias, amigo íntimo de Pablo y, además, el constructor de la encantada casa marina del poeta. Temprano, nos levantamos. Hormiguita y Germán Rodríguez dormían aún. Pablo nos con­dujo a una pequeña elevación del terreno cerca de la casa, donde ese día debía inaugurarse un mástil para la bandera nacional. Pepe, el chofer del station-wagon de Pablo, que acorta las a veces largas esperas en el auto, leyendo el “Canto Ge­neral", como si fuera un breviario, portaba solem­nemente la insignia chilena, mientras Pablo lle­vaba las “provisiones'’ para la ocasión: un cen­tenar de cohetes, petardos y otros detonantes
Se izó la bandera en lo alto del mástil, y enton­ces se celebró el Día del Descubrimiento con una salva interminable de petardos, que despertó a toda la pequeña colonia de Isla Negra.
Pero nuestro amigo Rodríguez-Arias no habla aún despertado. Entonces Neruda le espetó el siguiente discurso, con una voz que el otro pudo haberla escuchado aún dormido:
"El haber nacido en la península ibérica es una gran responsabilidad. ¡Tendrás que pagarlo!”.
Y desencadenó sobre su amigo tal estrépito de petardos, que ésta hubo de saltar al campo para unirse a tan sonoras celebraciones.
Así es Pablo Neruda inflexible contra la mentira compartida, combatiente ardoroso por los derechos humanos, y al mismo tiempo alegre y juguetón como un muchachito, cuando el humor le corre como una comezón por las arrugas de la risa
***
Creemos que tus juicios de este reportaje co­rrerán de boca en boca —le decimos—. Habrá pros y contras, como debe ser cuando como ahora, la comprensión entre hombre y hombre se ve en­trabada por los prejuicios y las intolerancias.
—Sí, así debe ser —nos dice, despidiéndose con la mano sobre nuestro hombro—. Que siga esta conversación a través de "Pro Arte”, con todos los que se interesen por ella. Que me pregunten lo que quieran. Tengo un gran deseo de que hable­mos libremente de estas cosas.

Y aquí dejó Neruda iniciada esta conversación. Nuestras columnas están desde hoy esperando el debate.



[Nota del editor] Pablo Neruda hace aquí referencia al poeta polaco Czeslaw Milosz que, en 1951, pidió asilo en París tras servir como agregado cultural en las embajadas de la “Polonia soviética” de Estados Unidos y de Francia entre 1946 y ese mismo año. Milosz es el autor, entre otros libros, de La mente cautiva y Otra Europa, en donde hace referencia no sólo a su huida “del Este” y al clima totalitario que imperaba en Polonia durante esos años, sino a la relación que Milosz mantenía con Neruda (había traducido al polaco varios poemas del autor chileno) y al gran disgusto con que acogió estas declaraciones. Czeslaw Milosz vivió (él, su mujer y sus dos hijos) hasta una década más tarde, cuando fue contratado como profesor de Literatura Polaca en Berkeley (California) de 1961, de los magros ingresos que supusieron sus colaboraciones periódicas con la prensa polaca del exilio, sus traducciones y los ingresos que obtenía de unos libros que eran sistemáticamente boicoteados por la intelectualidad filo-comunista francesa.

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