domingo, 13 de julio de 2008

Bruno Schulz

Maldoror ediciones, una pequeña editorial gallega, se ha propuesto traducir y publicar en España toda la obra del autor polaco Bruno Schulz, además del estudio que su compatriota Jerzy Jarzebski, le ha dedicado. Amigo de Witkiewicz y Gombrowicz, considerado como uno de los grandes renovadores de la novela polaca de entreguerras; Schultz, muerto durante la segunda guerra mundial, posee una bibliografía muy corta, pero una influencia cada vez más grande, y no sólo en la literatura de su país. No hay más que ver la lista -larga- de traducciones al castellano que ya desde la década de los 60 se han sucedido.
Para quien esté interesado en leer algo de este interesante autor, os dejo un enlace muy interesante a algos textos y dibujos (era un dibujante muy interesante) además de dos estudios, uno de Juan Carlos Vidal; otro de John Updike.
Por mi parte os ofrezco un pequeño texto de Schulz (publicado en sus Ensayos críticos), muy significativo de su manera de ver la literatura, la palabra, la poesía, la realidad. Espero que lo disfrutéis.

La mitificación de la realidad

Lo esencial de la realidad es el sentido. Lo que no tiene sentido no es real para nosotros. Cada fragmento de la realidad vive en la medida que participa de un sentido universal. Las antiguas cosmogonías expresaban esto con la sentencia: "En el principio fue el Verbo". Lo que no es nombrado no existe para nosotros. Nombrar una cosa equivale a englobarla en un sentido universal. Una palabra aislada, pieza de mosaico, es un producto reciente, resultado —ya— de la técnica. La palabra primitiva era divagación girando en torno al sentido de la luz, era un gran todo universal. En su acepción corriente, hoy la palabra es sólo un fragmento, un rudimento de una antigua, omnímoda e integral mitología. De ahí esa tendencia en ella a regenerarse, a retoñar, a completarse para regresar a su sentido entero. La vida de la palabra consiste en que tiende hacia miles de combinaciones, como los trozos del cuerpo descuartizado de la serpiente legendaria que se buscan en las tinieblas. Ese organismo complejo ha sido desgarrado en sílabas, en sonidos, en discursos cotidianos; utilizado bajo esa forma nueva, en su sentido práctico, se ha convertido en un instrumento de comunicación. La vida de la palabra —y su desarrollo— fue desplazada hacia un camino utilitario, y se vio sometida a las normas de la vida práctica. Sin embargo, cuando las exigencias de la práctica se relajan, cuando la palabra liberada de esa presión se abandona a sí misma y vuelve a sus propias leyes, se produce en ella una regresión; tiende entonces a completarse, a encontrar sus antiguos lazos, su sentido; y esa tendencia de la palabra hacia su matriz, su añoranza del remoto origen, nosotros la llamamos poesía.
La poesía son cortocircuitos de sentido que se producen entre las palabras, un repentino brote de mitos ancestrales.
Cuando utilizamos las palabras corrientes nos olvidamos de que son fragmentos de historias remotas y eternas, y que construimos —como los antiguos— nuestra casa con añicos de las estatuas de los dioses. Nuestros y terminos mas concretos son remotísimas derivaciones de los mitos y las historias antiguas. No hay ni un átomo, en nuestras ideas, que no provenga de ahí, que no sea una mitología transformada, mutilada o cambiada. La función más primitiva del espíritu es la creación de fábulas, "de historias". La ciencia ha encontrado siempre su fuerza motriz en el convencimiento de hallar al final de sus esfuerzos el sentido ultimo del mundo, sentido que busca en las alturas de sus artificiales construcciones. Pero los elementos que utiliza ya han sido usados, provienen de historias antiguas desarmadas. La poesía reconoce el sentido perdido, restituye las palabras a su lugar, las enlaza según ciertos significados. Manejada por un poeta, la palabra adquiere conciencia, podríamos decir, de su sentido primero, se desarrolla espontáneamente según sus propias leyes, recupera su integralidad. De ahí que toda poesía sea una creación mitológica, que tiende a recrear los mitos del mundo. La mitificación del inundo no ha terminado. Ese proceso únicamente ha sido obstaculizado por el desarrollo de la ciencia, empujado a una vía secundaria donde permanece, separado de su sentido. La ciencia tampoco es otra cosa que un esfuerzo por construir el mito del mundo, puesto que el mito está contenido en los elementos que ella utiliza y nosotros no podemos ir más allá del mito. La poesía alcanza el sentido del mundo por deducción, anticipando, a partir de grandes atajos y audaces aproximaciones. La ciencia apunta al mismo fin por inducción, metódicamente, teniendo en cuenta todo el material de la experiencia. Mas, en el fondo, ambas buscan lo mismo.
Incansablemente, el espíritu humano añade a la vida sus glosas –los mitos, incansablemente intenta "conferirle un sentido" a la realidad. La palabra, abandonada a sí misma, gravita, tiende hacia el sentido.
El sentido es el elemento que arrastra al ser humano al proceso de la realidad. Es un dato absoluto y que no puede ser deducido de otros datos. Es imposible explicar por qué algo nos parece "sensato." Atribuirle un sentido al mundo es una función indisociable de la palabra. La palabra es el órgano metafisico del hombre. Con el tiempo, la palabra se anquilosa, deja de vehicular sentidos nuevos.El poeta le devuelve a las palabras su virtud de cuerpos conductores, creando acumulaciones donde nacen tensiones nuevas. Los símbolos matemáticos son un desarrollo de la palabra en nuevos domínios. La imagen es también un derivado de la palabra, de la que todavía no era signo, sino mito, historia, sentido.
Normalmente consideramos la palabra como una sombra de la realidad, como un reflejo. Sería más justo decir lo contrario. La realidad es una sombra de la palabra. La filosofía es, en el fondo, filología, estudio profundo y creador de la palabra.

Primera edición: Studio nº 3-4, 1936.

5 comentarios:

  1. Muchas gracias por su comentario, don cógito. Por cierto, ha de saber que la página web de unos amigos míos que se llama www.esunmomento.es ha puesto su blog entre los enlaces a sitios amigos.
    Un gran abrazo

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por todo y por el interés.....
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  3. Qué bien que España puede conocer tales cosas... A mí siempre me parece que solo nosotros los polacos traducimos "a los del extranjero" y a nosotros no nos conocen; pero todas las veces que voy a Madrid me convenzo de que ese tráfico va en ambas direcciones. ¡Qué bien!
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Bienvenida Zuza!!!!!!

    Espero verte más por aquí

    Muchos saludos!

    ResponderEliminar
  5. Tengo que añadir que, tienes mucha razón en lo que dices... aquí en España hay editoriales que "estan apostando" fuerte por la literatura polaca (pienso especialmente en El Acantilado y Alba)....con exito!
    Es algo que hace unos años me hubiera parecido imposible, casi milagroso... y sin embargo ahí los tienes... muy buenas tiradas de Mrozek, Szymborska, Lem, Zagajewski..
    .. y se avecina en el horizonte una -parece- pequeña avalancha de traducciones de Wat y Zbigniew Herbert.
    Sólo (entre los grandes)me falta mi querido Milosz...ay

    Otra vez muchos saludos

    ResponderEliminar