CAPÍTULO XXIII
CÓMO GARGANTÚA FUE SOMETIDO POR PONÓCRATES A UNA DISCIPLINA QUE LE HACÍA APROVECHAR TODAS LAS HORAS DEL DÍA.
Cuando Ponócrates conoció la viciosa manera de vivir de Gargantúa, decidió educarlo de otra manera... para comenzar su labor con más acierto suplicó a un sabio médico de aquellos tiempo, llamado Teodo, que le indicara, a ser posible, lo mejor para llevar a Gargantúa al nuevo camino....
Con el fin de lograr mejor su propósito, le proporcionó la compañía de gentes cultas, que aguijaban su ingenio y le estimulaban el amor al estudio.
Después le hizo tal plan de trabajo, que no le permitía dejar de aprovechar ni una sola hora del día. Todo su tiempo lo dedicaba a las letras y al honesto saber.
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A los comienzos se leían gratas historias de antiguas proezas, hasta que llegaba el momento de beber vino; entonces, si les parecía bien, continuaban la lectura, y si no, discutían alegremente sobre la virtud, propiedad, eficacia y naturaleza de todo lo que les iba sirviendo: el pan, el vino, el agua, la sal, las carnes, los pescados, las frutas, las verduras, las uvas y las composiciones de todo ello. Por ese medio aprendió en poco tiempo los pasajes con esto relacionados de Plinio, Ateneo, Dioscórides, Julio Polux, Galeno, Porfirio, Oppiano, Polibio, Heliodoro, Aristóteles, Elian y otros. Luego hacía traer la mesa, con frecuencia, para mayor seguridad, los libros y comprobaban las citas, aún cuando su memoria retenía perfectamente las citas, aún cuando su memoria, retenía perfectamente estas nociones, con tal precisión que ningún médico de entonces le hubiera igualado
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En plena noche, antes de retirarse, salían al lugar más descubierto para examinar el cielo; veían los cometas, si los había, y las figuras, situaciones, aspectos, oposiciones y conjunciones de los astros.
Después con su preceptor, recapitulaba brevemente, a la manera de los antiguos pitagóricos, cuanto había leído, aprendiendo, hecho y escuchado todo el día.
Por último rogaba a Dios creador, adorándole, ratificándole su fe y glorificándole su fe y glorificándole por su inmensa bondad; y dándole gracias por todo lo pasado, se recomendaba a su divina clemencia para el provenir.
Hecho esto, se entregaba al reposo. "
Para leer el comentario que Auerbach realizó en su libro Mímesis sobre Gargantúa, pinchar aquí. Cortesía de Zápiro.