Víctor Alba. Sísifo y su tiempo. Memorias de un cabreado (1916-1996)
"evito comentarios las emociones mantengo a raya escribo sobre hechos /aparentemente sólo ellos son valorados en los mercados foráneos" Zbigniew Herbert
viernes, 30 de noviembre de 2007
Foto fija de España: 23 de febrero de 1981
Víctor Alba. Sísifo y su tiempo. Memorias de un cabreado (1916-1996)
martes, 27 de noviembre de 2007
¿Cómo fue posible?
lunes, 26 de noviembre de 2007
Barcelona según Ramón Gaya
Relatos del Infierno
Magadán, Vorkuta o Kolimá fueron lugares, pertencientes a un mundo más amplio (el Gulag descrito por Solshenitsin) en donde se llevó a la muerte a -como mínimo- el doble de personas que en Auschwitz, Birkenau o Dachau.
Se ha dicho -con bastante razón- que las atrocidades nazis nos revelaron la verdadera esencia del racismo, del antisemitismo o del nacionalismo; incluso algún que otro pensador se ha preguntado si después de Auschwitz era posible escribir poesía, o si “Dios había muerto” -por lo que se ve, por enésima vez- entre las cámaras de gas y las alambradas de los lager. Todos son estos, debates importantísimos, fundamentales para entendernos, para intentar fundamentar una nueva forma de pensar y vivir que evite tales barbaridades han obsesionado -como es normal- desde el final de la segunda guerra mundial a un sin numero de pensadores, artistas, sacerdotes, políticos o gente de lo más variopinta. Quienes -además- hemos llegado a conocer los restos de tales infiernos (visité Auschwitz hace trés años) no podemos más que sentir el DEBER de no pasar página a algo tan atroz.
Sin embargo, parece que no se ha dado toda la importancia que se debiera a hechos parecidos -pero realizados por una de las potencias victoriosas- tras el mismo conflicto. De lo que nos revelan tales hechos o las enseñanzas que debemos sacar de ellos no parece que haya sido -tampoco- algo que haya provocado mucho interés a personas partidarias del progreso humano o en otros mismos individuos -al parecer opuestos a los primeros- eternos dialogantes o apaciguadores in pectore.
Pero no entremos en polémicas -la mayor parte de ellas puro ruido alejado de un verdadero debate de ideas- y leamos el primer cuento del primer volumen de Relatos de Kolimá.
Por la nieve
¿Cómo se abre camino en la nieve virgen? Un hombre echa a andar, suda y blasfema, avanza sin apenas poder mover los pies, hundiéndose a cada instante en la esponjosa y profunda nieve. El hombre se marcha lejos, marcando su camino con irregulares hoyos negros. Se cansa, se acuesta en la nieve, enciende un pitillo, y el humo de la majorka se extiende en una nube azulada sobre la nieve blanca y brillante. El hombre ya se ha manchado lejos, pero la nube sigue suspendida en el lugar en donde se había detenido a descansar: el aire es casi inmóvil. Los caminos se abren siempre en los días de calma, para que los vientos no barran los trabajos de los hombres. El hombre marca sus propios puntos de orientación en la infinitud nevada: una roca, un árbol alto. El hombre guía su propio cuerpo por la nieve del mismo modo que un timonel dirige la barca por el río de un saliente a otro, hombro con hombro. Pisan junto a la huella pero no en ella. Al llegar a un lugar señalado de antemano regresan, y de nuevo caminan de manera que se aplaste la virgen superficie nevada, el espacio aún no hollado por pie humano alguno.
El camino está abierto. Por él puede ir gente, convoyes de trineos, tractores.
Si se sigue tras los pasos del primer hombre, huella a huella, se formará un sendero visible pero difícilmente transitable y estrecho: una trocha y no un camino, lleno de hoyos por los cuales es más difícil avanzar que por la nieve virgen.
El trabajo más duro es para el primero, y cuando a este se le agotan las fuerzas, lo reemplaza otro, de aquel mismo quinteto de cabeza. De entre los que siguen los pasos del primero, cada uno de ellos, incluso el más pequeño, el más débil, debe pisar un pedazo del manto nevado y no alguna otra huella.
Y sobre los tractores y a caballo no viajan los escritores, sino los lectores.
(Traducción Ricardo San Vicente)
domingo, 25 de noviembre de 2007
José María Álvarez
Más sorprendente fue para mi leer que el autor de este libro -Jose María Álvarez- es, además, poeta (uno de los novísimos del libro de Castellet), traductor de Eliot, Kavafis, Hölderlin, ganador del premio “La sonrisa vertical” etc, etc, etc.
Días más tarde, encandilado por el personaje, me compré un pequeño opúsculo -lo último que ha editado JMA- titulado La insoportable levedad de la libertad, una transcripción de un curso de verano organizado el El Escorial en julio del 2003, del que os ofrezco esta pequeña muestra.
[Quienes me conozcan y lean esto, adivinaran que no estoy del todo de acuerdo con lo que dice el autor. Pués bueno, queridos míos, con los escritores que me gustan, me ocurre algo parecido que con los amigos; esto es, no busco fotocopias, no busco que sean de “los míos” (eso se lo dejo a sectarios varios, de los políticos o de los otros).]
Durante un tiempo aún se mantendrá -como rarezas, incluso como un consumo de buen tono, dentro de lo que ahora se llama “calidad de vida”- todo esto. Pero dudo que en esa sociedad pueda madurar un Mozart, un Rilke, un Rafael, un Leonardo. Y a la larga, exangüe, inane, también esa sociedad sucumbirá. Porque lo que cada época ha llegado a ser, el horizonte de sus ilusiones, el legado común de la Humanidad, vivía, paradójicamente, en la altura donde habían colocado el listón de nuestros sueños esos artistas marginados y marginales. Porque, como dijo Hugo, contienen lo ignorado.
Porque Beethoben o Borges, o Stendhal o Baudelaire, no son, en ese legado, sólo música o literatura. Significaban también que había una sociedad palpitante donde su obra florecía. Ningún deseo social ni decisión de las instituciones pueden hacer que se produzca un Mozart o un Plutarco. Sólo en un mundo libre libre en su alma, aunque padezca los rigores de una tiranía-, donde habita la primacía de lo mejor sobre lo peor, en todos los órdenes y en el corazón, en todos los órdenes y en el corazón de sus hijos, sólo allí pueden darse esos ilustres alumbramientos.
Con su luz gozará una parte de esa sociedad, un número limitado de seres humanos -y aquí sí que en su incremento pueden influir los logros de una Educación mejor-, pero lo que emana de esas exigencias produce el mejoramiento de toda la sociedad. Porque los más profundos mensajes de tolerancia y comprensión, la busca de lo excelente, de sueños, de imaginación, de libertad, es en sus obras donde anidan, donde nos aguardan, donde nos hacen mejores. Porque esos “pocos” son la carne de la Civilización, de la única, desde el primer vagido.
No quiero entrar en el análisis de lo que acaso, con la destrucción de la Enseñanza, sea el abismo bestial desde donde nuestra sociedad ha decidido suicidarse: el asolamiento de las grandes lenguas, nuestro español, el inglés, el francés, el alemán, etc. Proceso astutamente vinculado a la degradación del ser humano, y que iniciado por comunistas y nazis, alcanza en la Democracia de Masas, sus más pérfidas y salvajes conclusiones. Sería tema para un curso entero.
Creo que muchos de nosotros debemos acostumbrarnos a que seremos zombis en un mundo ordenada e igualitario, y muy infantilizado, absolutamente controlado por la televisión u otros inventos que vengan acaso más decisivos. La barbarie en sus múltiples formas, nacionalismo, multiculturalismo, posmodernismo, Izquierda en cualquiera de sus formulaciones, ha triunfado sobre la Cultura. Su labor de destrucción es inexorable. Los asesinos de la Cultura ya están instalados. Preparan, aunque algunos no lo hagan voluntaria o conscientemente, el camino a los asesinos de personas. Como escribió Nadiezhda Mandelstam, “llena de horror me decía a mí misma que entraríamos en el futuro sin testigos capaces de testimoniar lo que fue el pasado. Tanto fuera como dentro de las alambradas, todos habíamos perdido la memoria”. Hace ya mucho, en un poema de Museo de Cera, vi ese futuro:
será como el paso de la Luna
entre Horda y Horda."
sábado, 24 de noviembre de 2007
La Vulgata
In principio creavit Deus caelum et terram.Terra autem erat inanis et vacua, et tenebrae erat faciem abyssi, et Spiritu Dei ferebatur super aquas. Dixitque Deus:Fiat lux. Et facta est lux.
O
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Dos poemas de Novalis y una reflexión de Zagajewski
Sería la edad, las hormonas, las “cosas del corazón” o todo a la vez, pero aún recordaba antes de mi reencuentro con Novalis, por lo menos tres lustros después, algunos párrafos de sus Himnos a la Noche. No hay que dudar que ayer me compré el libro. La edición es diferente (Poesías completas. Los discipulos de Sais. Editorial DVD), pero la traducción me parece que es la misma (tendré que consultarlo). Sea como sea aquí, para quien quiera leerlo, una muestra. Espero que lo disfrutéis:
(Del canto primero de Los Himnos a la noche”)
“Antaño, cuando derramaba amargas lagrimas, cuando disuelta en dolor mi esperanza se desvanecía, estando en la estéril colina que en estrecho y oscuro lugar albergaba la imagen de mi vida -solo, como jamás estuvo nunca un solitario, hostigado vivía por un miedo indecible- sin apenas fuerzas, sólo un reflejo de la miseria. -Cuando buscaba auxilio a mi alrededor -avanzar no podía, retroceder tampoco- y un anhelo infinito me aferraba a la vida fugaz, apagada -entonces, desde la distancia azul -desde la altura de mi antigua dicha descendió un estertor de desfallecimiento -y de repente de rompió el vínculo del nacimiento -las ataduras de la luz. Se desvaneció la gloria terrena y con ella mi tristeza -la melancolía se fundió en un mundo insondable y nuevo- y tú entusiasmo de la noche, sueño del cielo, viniste sobre mi -el entorno se fue levantando lentamente sobre el paisaje, suspendido flotaba mi espíritu, libre vuelto a nacer. La colina se convirtió en una nube de polvo -a través de la nube vi los rasgos transfigurados de la amada. En sus ojos descansaba la eternidad -cogí sus manos, y las lágrimas se convirtieron en vinculo centelleante, inquebrantable. Pasaron milenios huyendo hacia la lejanía, como tempestades. Abrazando su cuello lloré lágrimas extasiadas por la nueva vida. -Fue el primero el único sueño -y desde entonces sólo vivo un fe eterna e inalterable en el cielo de la noche y en su luz, la amada”
(Tercer canto de Los Himnos a la noche)
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"Me rebelo... contra la reducción de la realidad, contra la instauración de una franja estrecha para la vida -¡y para el arte!-, una franja donde no hay lugar ni para el heroe, ni para el santo. No es que quiera hacer propaganda del heroísmo o escribir vidas de santos; me interesa otra cosa: lo que en el plano estético corresponde al "héroe" y al "santo" es el encuentro con lo sublime. Un encuentro que nunca es esclusivo... pero no deja de ser imprescindible...
...lo que esperamos de la poesía no es el sarcasmo, la ironía, la distancia crítica, la sabia dialéctica ni el chiste inteligente (aunque todas estas virtudes de la mente cumplen su papel a la perfección siempre que se hallen en su sitio, en un tratado lleno de erudición, un ensayo o un artículo publicado en un periódico de oposición), sino la visión, el fuego y la llama que acompaña los descubrimientos a los descubrimientos espirituales. En otros terminos, lo que esperamos de la poesía es la poesía"
Adam Zagajewski
lunes, 19 de noviembre de 2007
¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿?????????????
domingo, 11 de noviembre de 2007
Zbigniew Herbert
Los Antiguos Maestros
prescindían de nombres,
sus firmas eran
blancos dedos de Madonna
o las rosadas torres
di città sul mare
y también escenas de la vida
della Beata Umiltà
se diluían
en el sogno
miracolo
crocifissione.
encontraban refugio
bajo párpados de ángeles
en la espesa hierba del paraíso,
naufragaron sin dejar rastro
en áureos firmamentos
sin invocar un recuerdo.
la superficie de sus cuadros
es lisa como un espejo
son espejos para los elegidos.
Yo os invoco Viejos Maestros
haced que de mí caiga
la reptil escama del orgullo
que sordo quede
la tentación de la fama.
yo os invoco Antiguos Maestros,
Pintor de la Lluvia de Maná,
Pintor de los Arboles Bordados,
Pintor de la Visitación,
Pintor de la Sagrada Sangre.
(traducción de Xaviero Ballester)
sábado, 10 de noviembre de 2007
Un poco de musica (dedicado al feacio Borja)
Con motivo de no recuerdo qué premio castellano, en una fecha que no consigo precisar, estuve dialogando con él durante una hora larga. Me queda este recuerdo escrito:
A quinientos metros muy cortos del antiguo palacio de la princesa de Polignac-Singer, donde se estrenaron algunas obras maestras de don Manuel de Falla, Rostropóvich me recibe en su domicilio parisino, rodeado de estatuas, cuadros e imágenes muy antiguo régimen, con una humildad de visionario y profeta convencido que el arte salvará a la humanidad y a un mundo amenazado de desertización espiritual.
No soy la persona más adecuada para responder esa pregunta. Por otra parte, el violonchelo, y la música, son, para mí, algo esencial de mi vida: sin ellos no hubiera podido vivir, ¿a que plantearme ese tipo de preguntas?
Enorme. Y, al mismo tiempo, el dolor, el sufrimiento, son una parte esencial en la formación y la liberación del alma de un artista. En mi infancia, en mi juventud, cuando estudiaba, tenía compañeros que estudiaban mucho más que yo. Los había, por ejemplo, que eran capaces de pasarse horas estudiando, trabajando, mientras seguían, en la radio, o la televisión, un partido de fútbol. Yo consagraba menos horas al trabajo, quizá, pero sabía que el arte, la música, el violonchelo, eran una manera que permitiría llegar a ser yo mismo, me permitirían alcanzar un mundo mejor, a través del arte. De ahí que, al final, he llegado a ser feliz. Y el sufrimiento, en mi caso, queda en un segundo plano.