viernes, 30 de noviembre de 2007

Foto fija de España: 23 de febrero de 1981

Otro de los “grandes desconocidos” por la historiografía oficial es Víctor Alba (seudónimo de Pere Pagès i Elies). Periodista y militante histórico del POUM, exiliado entre 1943 y 1975 , polígrafo y autor de más de cien libros -la mayoría editados fuera de España. Muerto en 2003 . He elegido a Victor Alba, en primer lugar porque creo, que es uno de aquellos autores, pertenecientes al exilio republicano, más interesantes y más necesarios de reintegran -de una vez por todas- a una cultura como la nuestra, la española, tan tendente al sectarismo y al ninguneo. En segundo lugar, porque creo que su autobiografía, “Sísifo y su tiempo. Memorias de un cabreado”, es un libro que -además de muy ameno y muy bien escrito- es fundamental para entender la evolución de España a lo largo de todo el siglo XX. Una buena muestra, es el párrafo que os presento.

Sobre estos temas, ya he tratado aquí, aquí y aquí.

“Hubo un momento en que S, como otros de su generación, creyó que podría ser útil: el 23 de febrero de 1981, cuando Tejero ocupó el Congreso y los diputados se agacharon.... S estaba en Ginebra, dando un curso para la KSU que tenía allí un grupo de estudiantes. Vio por la televisión francesa las imágenes de Tejero y tomó el Talgo de las nueve de la noche: En las estaciones de Perpiñan y Cerbère vio algunas caras conocidas que se ponían a salvo, y llegó a Barcelona cuando Tejero todavía estaba en el Congreso, chanchulleando con Armada. Durante largas horas de viaje S había imaginado a la gente concentrada. En Barcelona fue a ver algunos amigos. Nadie se había movido. En algunos pueblos de los alrededores de Barcelona, los únicos que se presentaron en los ayuntamientos fueron viejos, que no encontraron ni tan sólo a los alcaldes. En Ribes, el alcalde tuvo que echar un escándalo a algunos de los más radicales, que hablaban de hacer las maletas. S comprendía que desde Madrid y la Generalitat se diera la consigna de no salir ala calle, para evitar que los militares se imaginaran otro 19 de julio. Pero no entendía que los sindicatos no dieran la consigna de que, si los sublevados vencían, estallara una huelga general... Nunca en mi vida, dice S, sentí la mezcla de rabia, desprecio, impotencia e indignación, asco y desilusión que sentía aquellas 48 horas pasadas en Barcelona. Tejero acaso dio dos vueltas de llave al sepulcro del Cid, pero Franco consiguió una victoria póstuma al haber convertido a un pueblo en cuarenta millones de mansos que sólo pensaban en el piso comprado a plazos y en el vídeo o la moto que querían comprarse. Jamás me he sentido tan desgraciado como en aquellos dos días de febrero en Barcelona. Ni siquiera los dos últimos días de marzo de 1939. En el siglo pasado habrían hablado de “lubridio”, en 1935, de vergüenza, ahora hablan de sensatez.”


Víctor Alba. Sísifo y su tiempo. Memorias de un cabreado (1916-1996)

3 comentarios:

  1. Ya sé que siempre cito al mismo, a mí también empieza a mosquearme, pero no puedo dejar de completar el pasaje de Alba con este otro de A. Espada:

    "La noche del 24 de febrero de 1981 yo tenía veintitrés años, llovía y hacía muhco frío en Barcelona, y era uno de los dos mil que habíamos considerado necesario participar en la movilización ciudaddana contra el intento de golpe de Estado. Esa noche se me cayó la cara de vergüenza y es probable que la cara siga en el suelo desde entonces. Había soportado muy escocido el hecho de pasar las primeras horas del golpe de Estado en la habitación de que disponía en casa de mis padres, escuchando la radio como un bobo y tomando notas de alta semiótica: bajé a las Ramblas y sólo vi al cantante Raimon que iba preguntando con la mirada, como yo, sólo que él debía de tener las respuestas, por adulto y por poeta. Éramos una generación sin épica, una generación de héroes prestados, ropavejeros, de segunda mano (tiene ventajas: hay muy poco arrepentimiento en los que trato: el arrepentimiento se basa en la acción), que ni de desencanto podíamos presumir: más que una generación éramos un pasillo ... Pero la noche del 24 de febrero el escozor se transmutó en desaliento: el golpe de Estado fue para Cataluña lo mismo que para el Departamente de Estrado norteamericano: un asunto interno.

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  2. (en 'Contra Catalunya. Una crónica', Flor del Viento, Barcelona, 1997, p. 84-5)

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  3. Mi respuesta será la sigiente entrada. Gracias por lo de ARcadi Espada.

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