JUAN
EDUARDO CIRLOT
CON
SUS MISMAS PALABRAS
UNA
OBRA POETICA Y CURIOSA: EL DÍCCIONARIO DE SIMBOLOS
ENTRE la abundante labor
literaria de Juan Eduardo Cirlot, destacado poeta y crítico de arte, sobresale
especialmente su preocupación y su conocimiento de la simbología de la que hay
constantes muestras en su obra, tanto en sus estudios y comentarios de pintura,
como en su poesía, íntimamente publica con mucha frecuencia, una serie de
libros que sitúan a su poesía dentro de la corriente universa] que desde hace
siglos viene sustentando estas preocupaciones. La serie de 8 libros dedicados a
Bronwyn (la que renace eternamente de las aguas) es un caso excepcional y
sobresaliente en nuestra poesía.
Recientemente ha
publicado en la Editorial Labor la segunda edición de su «Diccionario de Símbolos».
Esta edición, revisada y ampliada, es el libro, de todos los publicados por el
autor y de cualquiera de los géneros que ha tratado, que goza de sus
preferencias. No es solo un libro de consulta sino que, además de un
diccionario, es un libro de lectura, un libro de lectura apasionante como lo
pueda ser una bella y poética, a la par que pavorosa, novela de
ciencia-ficción. En este libro el poeta y el científico se dan la mano. El
intuitivo y el erudito conviven, pero siempre guían el poeta y el intuitivo,
pues es un libro al que precisamente la intuición es la que le da ese hálito de
misterio, de poesía y de alucinación que trasmite su lectura, libro, también
que hubiera sido imposible hacer, sin una larga dedicación y sin muy vastos
conocimientos pero cobre todo, sin una decidida vocación y atracción hacia el
tema.
El libro, además, está
magníficamente ilustrado a lo que ha contribuido el extenso conocimiento, en el
tiempo y en el espacio que su autor tiene, en et terreno de las artes
plásticas.
Nos entrevistamos con el
autor para que nos explique y aclare algo del cómo y el qué de este libro,
nuevo en la bibliografía hispana, aparecido recientemente en la Editorial
Labor, S. A. de Barcelona.
—¿Cómo surgió en ti la
idea de hacer un diccionario de símbolos?
—La forma alfabetizada me
pareció la más clara para el lector, pero desearía que mi libro no se considerase
obra de consulta sino de lectura, y que se leyera como una novela desde el
principio al final. Muchos símbolos tienen relaciones profundas entre sí, y no
es posible llegar a comprender a fondo su sentido más que en el contexto
general de la obra y dentro de la corriente de la simbología tradicional y
científica.
—¿Tradicional y
científica se diferencian?
—No. Se complementan. La
simbología es, de un lado, una herencia recibida de las religiones antiguas a
través de la cultura alejandrina (s. III D.J.) y de diversos centros de la
Cristiandad occidental, Bizancio e Islam. De otro lado, es una propensión del
pensamiento: pensar por imágenes, o ideación mítica. En este sentido, la
simbología fue redescubierta desde finales del siglo pasado por esotéricos
(Guenon, Enel), antropólogos (J. Frazer. Eliade, Schneider) y por los
psicoanalistas (Freud y Jung, entre otros).
—¿Puedes señalar razones
subjetivas para tu libro?
—Sin duda y varias. 1)
Mis frecuentes sueños, más bellos y prometedores que angustiosos; 2) Mis
poemas, que me ponen en contacto con un «idioma» que creo espontáneamente
cargado de símbolos e imágenes; 3) El arte, en el que siempre me ha interesado
más a trasfondo que el valor estético. Así hice mi libro «Significación de la
pintura de Tapies» (1962) para esclarecer qué pueden significar las imágenes
abstracto-informales de ese artista; 4) Mis años de amistad con el eminente
antropólogo y simbólogo Dr. Marius Schneider, que residió en Barcelona en
1944-1952, y cuyas obras me afectaron intensamente.
—¿Has escrito obras
simbológicas?
—Libros no todavía, pero
si artículos, sobre Símbolos cósmicos: «El ojo en la mitología y su
simbolismo», «Simbolismo de la esvástica», «Bronwyn». Recientemente di una
conferencia sobre la aplicación del simbolismo a un argumento cinematográfico.
—¿Qué relación hay entre
signo y símbolo?
—La diferencia es más de
uso que de fondo, aunque el empleo repercute en la «forma» del hecho. El signo
es utilitario; por ejemplo, los signos convencionales de las diversas técnicas,
desde las matemáticas a la arquitectura o la señalización del tráfico. El
símbolo es una vivencia, un medio de conocimiento, y presupone una concepción
del mundo por la cual el universo se hace transparente: cada cosa es un
símbolo, o sea, un puente hacia la trascendencia y el mundo del espíritu.
—¿Proyectas más libros
sobre el tema?
—Desearía escribir tres
libros más sobre símbolos. Uno sobre lenguaje, en el que trataría del
pensamiento poético y su empleo del símbolo; otro sobre el simbolismo gráfico
(no la Semiología, que se ocupa de los signos gráficos); y un tercero sobre
simbolismo y expresión en música, desde el acorde a la polifonía.
—¿Has trabajado mucho
tiempo en el Diccionario de Símbolos?
—Para la primera edición
varias horas al día durante cuatro años (1954-1958), entre lecturas —necesarias
para invocar el principio de autoridad, lo que es necesario en una ciencia sin
arraigo en España— y luego, para la segunda, un tiempo equivalente pero no
sistemáticamente aplicado entre 1958 y 1968; escribir un libro obliga a leer
cuanto de importante se va conociendo en la materia. Máxime cuando ésta se
halla en una zona que se aparta de ese conocer informe que nos llega sin
advertirlo, cual sucede, por ejemplo, en arte actual, o en hechos
sociopolíticos.
Según nos dice Cirlot, la
finalidad de su libro es aclarar la «sintaxis simbólica» que se produce en el
pensamiento humano, o en sus obras. Lo que significa el rojo, el cuatro, el
águila, la espada, por oposición al verde, al círculo, al león, al puñal. Lo
que significan las zonas del espacio, los números, los signos zodiacales, etc.
Es un libro que interesará a los poetas, literatos en general, artistas e historiadores
del arte. Y, naturalmente, a los psicólogos, psicoanalistas y simbólogos
principalmente.
La primera edición se
publicó en 1958 y la obra, fundamental en la bibliografía dedicada al tema se
publicó traducida al inglés en 1962.
Antonio MOLINA, Baleares,
25 de mayo de 1969, p. 25.
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