viernes, 6 de diciembre de 2019

F. Villagrán entrevista a "Tono" (ABC, 30 de marzo de 1968)


«NOSOTROS, LOS QUE COMENZAMOS EN EL «GUTIERREZ», FUIMOS CONSIDERADOS REVOLUCIONARIOS. HOY, ESE HUMOR HA DEJADO SITIO A OTRO»

ENTREVISTA CON ANTONIO DE LARA GAVILAN, «TONO»

Don Antonio de Lara Gavilán es un señor mayor, con airea de galán otoñal, que de ser amigo de las tarjetas de risita podría poner bajo su nombre muchas cosas: autor teatral, periodista, director de cine, dibujante, cartelista... La verdad es que don Antonio de Lara Gavilán no necesita ninguna de estas aclaraciones profesionales. Le basta firmar Tono para que todo el mundo sepa que se trata de un fenomenal humorista, de una de las figuras más inclasificables e interesantes que ha producido nuestro país en los últimos cuarenta años. Ahora, don Antonio de Lara Gavilán es famoso todavía un poquito más por ganar el premio “Mingote”.

—¿Se considera usted, Tono, ¿dibujante antes que otra cosa?

—Bueno. Yo he hecho en la vida un poco en esto y un poco en lo otro. Quizá por eso el resultado sea no haber hecho nada bueno.

—¿No se siente satisfecho de su obra?

—Insatisfecho exactamente, no. Pero la realidad es que no he hecho nada trascendente.

—¿Por qué? ¿Es que el humor no es transcendente?

—El humor sí puede ser transcendente, pero yo no he hecho otra cosa que escribir y dibujar con humor, actuar en la medida que podía y me dejaban. Piense que nosotros, los que comenzamos en “Gutiérrez”, fuimos considerados revolucionarios. Hoy, ese humor ha dejado sitio a otro y, no obstante, todavía tengo que frenarme, a adoptarme a lo que de mí se exige.

—¿Culpa a la sociedad de esa frustración?

—¡Qué va, hombre! Las cosas fueron así y son así. No me quejo. Tampoco me ha ido mal. Pero insisto en lo dicho. Piense que, si Ionesco hubiera escrito en español y estrenado en Madrid, habría fracasado. Nosotros empezamos mucho antes que Ionesco.

Andaluz, seguramente un poco fatalista, Tono acepta la vida como la ve, como le asusta. Quizá por eso lo que hizo siempre fue tomarle el pelo; hasta donde le fue posible, claro está.

—La indecisión es seguramente la clave de mi carácter. Mire, hoy, por ejemplo, me gustaría ser cantante: es lo que parece más cómodo y más productivo. Porque la verdad es que me cuesta mucho trabajo escribir y dibujar. Las situaciones, los chistes, se me ocurren con gran facilidad. Pero luego viene expresarlos en el papel...

—Usted no ha cambiado de sus monigotes desde “La Ametralladora'' a hoy. Al menos, eso me parece. ¿Se debe acaso ese auto mimetismo a inseguridad en sí mismo, a no querer cambiar por miedo al fracaso?

—Bueno. Yo empecé así hacia los años veinte. No he cambiado sencillamente por esa dificultad mía que le digo para materializar los chistes. Yo me he creado un mundo de monigotes que está en función de del tiempo que me tocó vivir.

—Se ha dicho que su humor, el de ustedes, fue cerebral, aséptico. ¿Fue el tiempo que les tocó vivir quien configuró ese estilo, esa forma de expresarse?

—Yo creo que no. Se refiere usted a las circunstancias de la censura, que tanto se dejaron sentir en los primeros tiempos de “La Codorniz”, ¿no? Efectivamente la censura llegó entonces hasta a alargar los bañadores de los monigotes que pintaban Herreros. Pero nosotros empezamos mucho antes. Es más, creo que, aunque la censura hubiera dejado y en algún aspecto “La Codorniz” politizado, casi todos habríamos conservado el mismo estilo.

—El panorama hoy es otro.

—Sí. Hoy en España tenemos magníficos dibujantes de humor. No doy nombres porque luego me olvido de alguno y surgen disgustos.

—¿Le importa lo que piensan de usted, Tono?

—Según. Por ejemplo, no me gustaría que se supiera que fue el propio Mingote quien me comunicó la noticia de que me habían dado el premio de su nombre. La gente podría pensar que ha habido tongo.

—Me tiene que perdonar, Tono, pero no hay más remedio que hacerle las preguntas clásicas: ¿Contento con el premio? ¿Qué piensa hacer con las cincuenta mil pesetas?

—Yo le contesto a usted también en plan clásico, porque, además es verdad: estoy muy contento. El premio “Mingote” tiene el prestigio de su nombre, el de un excepcional dibujante y humorista que además es un amigo y aparece unido a dos de muchísima solera en la prensa española. Y respecto a las cincuenta mil, las incorporaré a mis pagos.

—Sus pagos siempre han sido prósperos: al menos eso se dice.

—Yo siempre me las ingenié para vivir bien, aunque a veces las pasé moradas.

—Ni pobre ni rico sino...

—Eso.

F. Villagrán.
ABC, 30 de marzo de 1968, pp. 80-81.

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