lunes, 13 de noviembre de 2017

Joaquín Navarro Valls entrevista a Czesław Miłosz (ABC, 31/12/1980)

Premio Nobel de Literatura 1980
MIŁOSZ: «EN EL CATOLICISMO RADICA LA PROMESA DE LA ORIGINALIDAD CULTURAL POLACA»
Roma. (De nuestro corresponsal.) Hace unos días, en Varsovia, veía las primeras imágenes de Miłosz que la televisión polaca transmitía en 30 años. El poeta recibía en Estocolmo el Premio Nobel de literatura. Pocas fechas antes se habían impreso en Varsovia dos ediciones de una antología poética. Hubo gente que hizo cola toda una noche para poder adquirir, a la mañana siguiente, un ejemplar del pequeño libro.
Una afortunada circunstancia me permite —ya en Roma— coincidir con Czesław Miłosz en casa de amigos comunes. Viene de Estocolmo y saldrá para Estados Unidos —en donde reside— dentro de unos días. Me pregunta por la situación que ha dejado en Polonia: desde 1951, Miłosz vive fuera del país, pero dedicado plenamente a temas polacos en su cátedra de Lenguas Eslavas en la Universidad de Berkeley.
Tiene un extraordinario sentido del humor. La conversación es fácil. Lo difícil es conseguir su permiso para publicar nuestro diálogo. Al final, accede a responder sólo a cinco preguntas. Estas son las preguntas y sus respuestas:
Marcas históricas
— ¿Qué aspectos de su obra y de los trabajos, por ejemplo, de Gombrowicz, Penderecki, Zanussi, etc., son más importantes para la cultura europea y por qué?
—La literatura, la música, el teatro, la pintura y el cine polacos están marcados por experiencias históricas trágicas y complejas. Y no tengo presente sólo el siglo XX. El crítico polaco Stanisław Brzozowski decía que existe el «historicismo polaco», es decir, el modo específicamente polaco de apasionarse por el enigma de la historia. A este aspecto hemos de añadir además la búsqueda de modos de expresión más modernos. El conjunto forma una apariencia similar a lo que se ve en Occidente, pero distinto en su sustancia.
—Durante treinta años de su vida ha transcurrido fuera de su país. ¿Cuáles son hoy sus relaciones con la cultura polaca?
—No he intentado siquiera escribir nunca en otra lengua que no fuera mi lengua madre, porque hacerlo habría significado cambiar mi personalidad. El lenguaje era mi patria. El exilio favorece el retorno al pasado, pero no sólo el pasado determinado por los datos civiles. Ese pasado pueden ser siglos de cultura de un determinado país y, en mi caso, del Gran Principado Lituano y del Reino de Polonia. ¿Mi relación con los actuales acontecimientos polacos? El sentido de amistad y de fraternidad hacia todos los que han roto las filas y han protestado contra la mentira convertida en modo de vivir.
Modas
—Catolicismo y Polonia: ¿Cómo ve usted emparentados estos dos conceptos?
—Pienso que el catolicismo, incluso con un número mucho menor de fíeles, será en Polonia el terreno —o por lo menos el trasfondo— del que nacerá cualquier empresa intelectual, y que precisamente en el catolicismo está radicada la promesa de la originalidad cultural de Polonia.
—La mitad de su vida ha transcurrido en Occidente. ¿Cuál es su juicio sobre nuestra cultura?
—He sido testigo de la total sumisión de los intelectuales occidentales a toda clase de modas presentes en su ambiente. Nadie les obligaba —con amenazas de cárcel— a elogiar los sistemas totalitarios. Ellos mismos, por propia voluntad, escribían tonterías contra cualquier persona que tenía el valor de pensar de modo diverso al de ellos. He elegido ser profesor de Literatura Eslava principalmente porque no era adorador de sus ídolos, tanto si llevaban el nombre de Marx, como de Freud, como de Lacan.
Joaquín Navarro Valls.
ABC Sevilla. MIERCOLES 31 DE DICIEMBRE DE 1980. PAG. 31

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