lunes, 24 de abril de 2017

Diego Doncel entrevista a Joaquim Manuel Magalhães sobre la poesía española de los noventa (ABC Literario, 11/04/1997)


El poeta y crítico portugués Magalhães publica la última antología de poesía española
«ESTÁN LOS QUE TIENEN QUE ESTAR»
Si existe una figura incómoda en el panorama de la literatura portuguesa de hoy, es sin duda la de Joaquim Manuel Magalhães (1945), poeta y crítico de insobornable sinceridad, instalado en una posición ética sin resquicio. Posee, por tanto, dos defectos: dice lo que piensa y critica con valentía las pequeñas miserias de los hombres de letras. Desde su atalaya de soledad portuguesa, Magalhães mira a España. Es un viejo y profundo y personal conocedor de nuestra literatura. Y con respeto, con libertad y sin miedo ha saltado al ruedo de las antologías poéticas, tan frecuentado últimamente. Magalhães ha construido una importante antología titulada «Poesía espanhola de agora», un recorrido bilingüe por la poesía más significativa de los años sesenta a la actualidad, con una mirada plural, más allá de tendencias, grupos o presiones. Esta libertad no va a gustar a los fundamentalistas de la poesía española de hoy, acostumbrados a crear su taifa con rango de paraíso terrenal. O, mejor dicho, creo que va a disgustar a casi todos: a unos porque creerán ver una derivación excesiva hacia una tendencia; a otros, los habituados a cocinar para ellos solos, porque tienen que compartir mesa con los que ellos ven como enemigos. Es la palabra libre de Magalhães cuya verdad esencial es que la calidad de la poesía española está tanto en los llamados poetas de la experiencia como en los otros.
Como poeta, Magalhães ha escrito algunos de los libros más importantes de este tiempo en el país vecino, como «Os días, pequenos charcos» (1991) y «A poeira levada pelo vento» (1993), entre otros, y es además un reconocido ensayista de teoría literaria. Antes de comenzar nuestra conversación, le pido que delimitemos cada uno nuestro campo. Por mi parte, le pregunto si acaso le importa que un poeta de los por él antologados le realice esta entrevista. Y oigo cómo de sus labios salen palabras de consuelo: «Casi es mejor así, porque le da más libertad para polemizar conmigo, sin que todos los bien-pensantes del universo poético digan: “va a por él”, como hubiera ocurrido si no le hubiera seleccionado para esta antología».
Los dos tomos de la antología de Magalhães agrupan a sesenta y ocho poetas y silencian, por otro lado, a nombres muy notables de la poesía española de hoy. Entre los antologados se encuentran Juan Luis Panero. Aníbal Núñez. Luis Alberto de Cuenca, José Luis García Mártir, Abelardo Linares. Miguel Casado. Julio Martínez Mesanza, Juan Carlos Mestre, Felipe Benítez Reyes, José Ángel Cilleruelo. Carlos Marzal y Vicente Valero. Magálhaes optó por ordenarla cronológicamente, «no por fecha de publicación del primer libro», lo que le permite dividir el volumen en cinco partes, según la década de nacimiento
Acto de verosimilitud
Joaquim Manuel Magalhães
-Algo que considero esencial es saber desde dónde haya un crítico y desde que intereses trabaja un antólogo
-Nunca me he tenido por crítico. Nunca hablo de poesía desde el punto de vista de un crítico siempre hablo de poesía porque quiero entender mi propia obra poética. Por tanto, siempre que escribo crítica hablo desde mis poemas.
-¿De ese presupuesto ha partido para hacer esta antología de poesía española actual?
-Sí, porque es una forma de relacionarme con cualquier texto poético que acapara mi interés En este sentido, la relación de esta antología es comparable a mis traducciones de poetas rusos, griegos, ingleses o norteamericanos Es una forma de hacer que mi poesía no se cierre sobre sí misma y hacer que ella dialogue con aquello que es para mí lo más importante. ¿Y qué es para mí como poeta lo que más merece mi atención? Dos cuestiones: el realismo y el cosmopolitismo.
-¿Su idea del realismo coincide con lo que hoy se plantea en la poesía y la crítica españolas?  
-Sólo soy capaz de pensar en términos portugueses Lo que pienso sobre realismo es tener una idea de la escritura como un acto de verosimilitud, de la realidad exterior, de la interior, es algo tan físico como metafísico o espiritual. Me interesa eso que denomino principio de realidad y eso en el lenguaje funciona eliminando lo más posible la retórica. De todas las expresiones que entre ustedes han funcionado me interesa una de José Mateos que habla de la «poesía de la sinceridad». Es la sinceridad como artificio, como acto de representación de la realidad. Sin embargo en absoluto tiene esto ver con el grupo de poetas españoles que defienden el realismo. La base de mi realismo está en el primer romanticismo inglés y lo que Wordsworth sostiene en la introducción a sus «Lyrical Balads», por eso he precisado que es un supuesto de realismo. Cuando Wordsworth habla de realismo y de sinceridad lo que dice es: «Quiero que lo que los sentidos me dicen ser el mundo construya mi espiritualidad».
Coincidimos en muchos de los guías del gusto de este tiempo simulan la posición de los viejos vanguardistas, casi parecen en eso hijos de Bretón
-¿Es la vanguardia, como alguien ha calificado, «un episodio lamentable en la poesía del siglo XX»?
-En absoluto. En realidad ocurre como con el romanticismo la vanguardia es otra categoría estética. Siempre habrá vanguardia. Siempre hubo vanguardia, piense en algo que conoce bien como es el paso de la Edad Media al Renacimiento. Eso era vanguardia.
Antologías excluyentes
-¿Hay hoy inflación de antologías? ¿Qué opinión le merecen las publicadas estos últimos meses en España?
-Las antologías de los demás me son indiferentes. Solo las utilizo para que me enseñen poetas que no conozco. Me gustan las antologías que son construidas como obras de arte y no tanto las que me muestran lo que hay. En el primer grupo estaría la de García Martin sobre los últimos treinta años. Sin embargo, en todas las antologías sobre este periodo predomina un tono de compromiso con ciertos autores. Lo mejor es no tomarlas sino como punto de partida y a partir de ahí investigar lo que a cada uno le gusta. Son antologías, en fin, que defienden el punto de vista de un crítico. Excluyentes, aunque tienen ese derecho y no sé si ese deber. Frente al reduccionismo de estas antologías yo escogí el camino de la amplitud, del eclecticismo y de lo que consideraba importante como cotejo y comparación con otras tradiciones, con otras literaturas que no son la española.
-¿Podría explicar que es lo que le lleva en su antología a una selección tan amplia?
-Puedo hablarte del trabajo de esta antología y tal vez así le pueda contestar. Leí lo que pude leer de la poesía española, iba leyendo e iba excluyendo siempre en términos de mí mismo, y llegué a este número de poetas que me gustaban, unos más que otros naturalmente, pero incluso los que menos eran representativos de algo. Y además, pensé que sería útil mostrar a los lectores portugueses que había trampas en la divulgación de la poesía española actual. Hay otra reserva peor que ésta que me hace y que puede ser la de catálogo de viajante, pero no la siento de este modo porque estos poetas han interferido de forma muy profunda en mis voluntades, e incluso en mis inconsciencias. Lo importante es que yo he podido establecer un diálogo con cada uno de ellos. Están los que tienen que estar y, por tanto, yo no lo puedo sentir como un exceso. Es el conjunto de autores españoles de este periodo que de alguna manera me han seducido, a veces por animosidad, pero ésta es un componente del diálogo.
-¿Dado el periodo de tiempo que ocupa -desde finales de los 60 a la actualidad- se puede considerar que su interés es también hacer un balance de estos treinta años de poesía?
-De ninguna manera. No he pretendido hacer otra cosa, aparte de las señaladas, que una lectura de los poemas de mi edad y de los más jóvenes que yo.
-¿Y eso no es una valoración de los treinta últimos artes para Joaquim Manuel Magalhães y por tanto un cuestionamiento del monolitismo crítico de estos años?
-Para mi si, pero sólo para mí. Es decir, para mi opinión y para mi gusto que son los términos que yo utilizo en mi introducción. Un gusto y una opinión no es un balance nunca, un balance lo hacen los críticos. Ahora bien, el gusto necesita tener información y ambas cosas las he conseguido yo a partir de muchos años de lectura de las distintas literaturas occidentales.
Los «bretoncitos»
Diego Doncel
-¿Se da cuenta que donde tal vez se insiste más en una idea de revisión es cuando valora la poesía de la década de los 70?
-Insisto en que no he realizado ninguna valoración. De los nombres y de las obras de esos años he escogido aquellos con los que he podio dialogar, y he rechazado a aquellos de los que no me sentía próximo. Además de haber cuestiones éticas, de comportamiento dentro del mundo literario, que no quiero valorar por ser extranjero. Pese a mi supuesta ingenuidad, conozco los bastidores de las cosas y sé que algunos poetas han decidido quien iba a pertenecer a ciertas cosas y quién iba a ser rechazado. Son los «bretoncitos». Éticamente, detesto esta actitud
-¿Y ese comportamiento ético se da también en los poetas más jóvenes?
-En algunos sí. Pero hay una diferencia, y es que éstos éticamente tienen cosas que me agradan, más allá del mundo literario. Si usted fuera portugués y estuviéramos hablando de poesía portuguesa le diría todo esto con la máxima violencia, pero soy un extranjero y no debo entrar en este asunto.
Lo cierto es que Magalhães ha evitado incluir los nombre de los 70 que no le satisfacen y aduciendo todo tipo de razones. A la poesía de Gimferrer la califica de «amaneradamente metafórica». A la de Félix de Azua, Jenaro Talens o Ana Rosetti, las minimiza «como representantes del gusto dominante de ese período». Sin embargo, subraya con énfasis la obra de Juan Luis Panero. Sobre Colinas se muestra ambiguo.
-Se puede pensar que el resultado final de su trabajo insiste en una tendencia más que en otras
-Quizá porque como lector me han gustado, y luego han sido integrados por ustedes dentro de una determinada corriente, pero ni están todos, ni mis gustos coinciden con los considerados como sus abanderados. ¿Por qué no me dice también que de una corriente como la que se antóloga en «La prueba del nueve» se incluye la inmensa mayoría? En este sentido le diré que admiro la obra de Olvido García Valdés, y su exclusión se debió a que no pude localizar ningún libro suyo y a que Miguel Casado, en un gesto que le honra, nunca me indicó nada al respecto. Pero ya que estamos tratando este tema, que a mí me parece que explica muy bien lo que es mi trabajo, diré que en esta antología aprecio una forma de escribir que le incluye a usted, a Ángel Rupérez y a Enrique Andrés Ruiz, que no veo muy reconocida en España y que me gusta profundamente. Este movimiento -que no es tal sino que sólo son poetas que escriben independientemente- no está incluido en ninguna antología y sin embargo en ésta sí. A mí me guía una amplitud de miras, por tanto no creo que pueda ser válida esa acusación, y en todo caso debe ser matizada. Sin embargo, no hay territorio común, hay pluralidad de estilos. Mal estaría la poesía española si sólo hubiera un territorio. Y esto es saludable porque impide que exista, como en mi país, una tribu dominante. En este sentido, la llamada por ustedes «poesía de la experiencia» predomina sólo entre determinados críticos y ciertos promotores de sí mismos. Y están equivocados, porque yo encontré muy buenos poetas en las distintas vertientes y comprendí que en la poesía española, la única cosa que existe es una voluntad de diferenciación de las distintas voces poéticas, incluso entre los que la crítica incluye dentro de una misma corriente.
Se entiende mal esta amplitud de miras que aquí está declarando con las afirmaciones de su introducción (se ruega que a cada uno se ponga nombre y apellidos): no presta atención a la metapoesía, a la corriente mallarmeana, a la poesía del silencio cuando antóloga a nombres característicos de éstas (Sergio Gaspar, Pedro Casariego, Serafín Senosiáin...) ¿Se refiere entonces a los excluidos?
-No sé si es consciente de que para muchos lectores de poesía españoles será conocido antes como antólogo que como uno de los nombres imprescindibles del actual panorama poético portugués.
-Me da igual ser conocido o no por los lectores españoles como poeta, entre otras cosas porque no quiero ser traducido al español, y la razón es que no quiero entrar en ese juego de intereses que algunos se traen. Es una postura ética de defensa ante ciertos comportamientos.
Relaciones de fracasos
Magalhães acaba de finalizar un artículo encargado por el Reina Sofía sobre la presencia de lo portugués en algunos poemas y libros de autores españoles, y sobre la presencia de España en los poetas portugueses. Las relaciones culturales entre España y Portugal a lo largo del tiempo se miden por las modalidades de sus fracasos: a períodos de ilusiones le han seguido irremisiblemente otros de indiferencia. A finales del XIX eran frecuentes las colaboraciones entre escritores portugueses y españoles, pero será en las primeras décadas de nuestro siglo cuando se desarrolle quizá la época más fluida, siempre dentro de lo minoritario, de esas relaciones. Habría que esperar a la enorme influencia de Pessoa para que, a través de su obra, se sintiera el interés renovado por la literatura lusa que, entre nosotros, hoy vive una época de esplendor.
-En efecto para mí lo que afirmó mi amigo Ruy Belo de que Madrid era la ciudad más alejada de Lisboa no es cierto, entre otras cosas porque para mí Lisboa no es una ciudad, es un montón, una acumulación de casas, calles...
-Eso deshace el mito de Lisboa ¿no?
-Será el tópico que los españoles habéis creado de ella y que no coincide con el mío en nada. Citando a Miguel d'Ors, podría decir que si quiero que algo bueno ocurra desearía que no fuera en Lisboa.
-Hablemos ahora de esas relaciones y de si existe o no ese alejamiento.
-Pessoa ignoraba voluntariamente la cultura y poesía españolas. No hay ninguna relación de Pessoa con España. Precisamente, mi artículo comienza con los autores nacidos en los años 20, como Jorge de Sena, que no contempla esa idea de alejamiento entre España y Portugal; él es nuestro mayor hispanista, no sólo como lector y pensador cualificado de poesía, sino también como poeta. Por otro lado, existe ahora mismo en Portugal un interés muy fuerte por la poesía española. Lo lamentable es que algunos desvirtúen esto para su propio interés, y piensen que ser traducidos en España los ponen en el camino de Suecia. De cualquier forma, existe en la actualidad una atracción de algunos escritores portugueses muy concretos hacia la literatura española, recordemos a Eugénio de Andrade o José Bento. Creo que entre los traductores españoles hay que destacar a Llardent y José Ángel Cilleruelo. Pero hay que decir también que hay españoles que tienen una actitud vergonzosa hacia Portugal.
-¿Cómo son leídos los poetas españoles en su país?
-He comentado el interés que la poesía española despierta en mi país. Entre los jóvenes hay quienes cifran su máximo interés en conocer la poesía española, leen todo lo que pueden, y esto se refleja en sus textos. Como ejemplo le diré que Trapiello entusiasma a los poetas jóvenes portugueses que más me gustan. Además, allí nos encontramos con la dificultad de que no existe una librería de literatura española, lo mismo que ocurre en España, que se desatiende también al libro portugués. Esto impide mucho la fluidez de nuestro conocimiento.
-Me gustaría que hiciera una valoración de nuestra poesía actual.
-La poesía española de este tiempo tiene dentro del contexto europeo una intensidad que en el continente se ha perdido. Intensidad sentimental, intensidad intelectual, capacidad en la construcción del poema, que sea a la vez una obra cerrada sobre sí misma y a la vez abierta a otros ámbitos. En Inglaterra, después de Larkin, los nuevos poetas no la poseen, como también se ha perdido en la poesía francesa. Para mí, esta poesía que he descubierto es algo extrañísimo, que no tiene comparación.
-¿Y de la poesía última norteamericana?
-Es una buena pregunta. Porque ese eclecticismo, esa pluralidad, esos valores disimilares de los que antes hablamos existen hoy en la poesía de los Estados Unidos.
Pessoa, el límite
-¿Ustedes creen que la poesía portuguesa tenía una prueba difícil que superar, y que esa prueba era Pessoa? Si es así, ¿cómo se ha continuado o superado su herencia?
-Pessoa es un límite en tanto se cierra sobre sí mismo, no abre caminos, sino que los cierra genialmente, por eso es muy difícil que los nuevos poetas se sientan influidos por él. Es un grandísimo poeta, pero con él no puedo hacer otra cosa sino comprenderlo en cuanto poeta de una tradición que me interesa como es la de la poesía inglesa.
Magalhães apenas puede reconocer como sus amigos a uno o dos poetas en el actual panorama de la literatura portuguesa, déficit que satisface con sus relaciones con pintores o artistas porque entre ellos es más fácil librarse de la maledicencia. Después de realizar esta antología, declara que ha vuelto a sentir la presencia intensa de la amistad al conocer a algunos poetas españoles. España le influye hasta en los niveles de su sueño: ayer durmió once horas. Es un ser divertido, inteligente y culto, pero es sobre todo una persona generosa, generosa en su libertad, hasta tal punto que todo lo que dice es de buena fe. Yo lo considero mi amigo. Me contó que estando un día en la librería de Assírio & Alvim en Lisboa entró Mario Cesariny, con el que se escribía pero con el que temía tener una relación personal directa. Para esquivarlo, se refugió en el sótano con Herberto Helder. A los pocos minutos también apareció por allí Cesariny. Al verlo el dueño de la librería le dijo: «Mario, ahí tienes a Magalhães, por el que tanto preguntas». Cesariny se acercó, lo miró detenidamente y ante la sorpresa general exclamó: « ¡Parece un ciclista!»
Diego DONCEL
ABC Literario, 11 de abril de 1997, pp.  16-

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