viernes, 17 de marzo de 2017

Entrevista a Elémire Zolla (La Vanguardia 10/11/2000)



La tradición mística no se perdió: continúa en lugares impensables
Entrevista a Elémire Zolla, ensayista que publica “Los místicos de Occidente

 El prestigioso intelectual italiano Elémire Zoila, estudioso de muchas disciplinas relacionadas con el espíritu, publica en España “Los místicos de Occidente” (Paidós), cuya primera edición italiana data de 1963. El prologuista de la edición castellana, el poeta y ensayista Valentí Gómez i Oliver, es el autor de la siguiente entrevista.
Todo un acontecimiento la aparición de esta antología de textos místicos occidentales que abarca desde la antigüedad pagana hasta el siglo XVIII, época en la que, según Zolla, desaparecen en Europa los escritores místicos.
Elémire Zolla es un autor que ha construido su obra ensayística sin ningún tipo de prisa, pero con una tenacidad fascinante. Una ojeada por su bibliografía lo demuestra. Y su biografía, de ensueño, parece sacada de un cuento de hadas. Nacido en Turín, de educación bilingüe (italiano e inglés), a los 6-7 años descubre el libro de Lao-Tse, el “Tao-te-Ching”. Es una fulguración que le permite, de los 13 a los 18 años, sumergirse en la literatura francesa, española, portuguesa y alemana, llegando a dominarlas (al igual que a la inglesa y la italiana). Estudia economía y ciencia política, pero se licencia en Derecho (una especie de autodefensa).
Lo abandona todo, bajo el influjo de Adorno y su revista. Se dedica luego al misticismo, estudia la alquimia, la tradición, las religiones orientales. Viaja por todo el mundo, principalmente por Persia, América, India, China. Japón, donde queda deslumbrado por la lógica budista y la lengua japonesa. No practica ningún método de trabajo: simplemente cree en los encuentros con algunas personas excepcionales. Nunca ha pensado en cómo definirse: ni cree que él exista realmente. Meticuloso y original en sus ensayos, abandonó la novela cuando se hartó de ser siervo de las miles de pequeñeces que se le exigen al novelista, y práctica, sólo raramente, una refinada prosa alegórica.
Afirma que no le queda nada por hacer, pero que cuando le viene una idea a la cabeza, inevitablemente e incluso con furia, la pone en marcha y empieza a escribir una nueva obra. Sin embargo, nunca ha sabido de antemano qué es lo que desea hacer. Ha querido el azar que compartiéramos muchos años de enseñanza en la Universidad de Roma. Y largos paseos y conversaciones romanas dan amplia fe de mi admiración por su obra. Esta entrevista es una muestra de ello.

-Se ha referido a “Los místicos de Occidente" como el corazón de su obra. Apareció por primera vez en italiano en 1963, y ha sido reeditado varias veces. ¿Cómo pudo traducir textos tan complejos y variados?
-La idea surgió con la ayuda de las personas a las que veía en aquella época (Pietro Citati. Cristina Campo), a principios de los sesenta. La traducción de los textos fue un trabajo muy agradable. Recuerdo deliciosas jornadas en la Biblioteca Nacional de Roma, en medio de innumerables manuscritos. Además, para mi traducir es una especie de extensión de la escritura, de la mano. Muchos manuscritos los traduje directamente. Se trató de una diversión, más que de un esfuerzo.
-Ha definido el misticismo como el conocimiento de lo eterno del regreso a la unidad, a lo uno. ¿Cómo se alcanza el estado místico?
-Hay mil caminos y unos pueden ser opuestos a otros. En Occidente los místicos alcanzan el “uno" cuando llegan al máximo de su experiencia. Los de Oriente, normalmente, alcanzan el “cero": fenómeno que ocurre tanto en el taoísmo, el budismo o el zen, como en la tradición hindú originaria. También podría decir que se logra a través de la violación, de modo sistemático, de todas las leyes como en el tantra. La mística no tiene patria y, en cierto sentido, tampoco tiene religión. Es el punto más universal que puede alcanzar la humanidad. La definición más precisa, sin embargo, la recuerdan pocos: es la del quietismo, la de Miguel de Molinos.
-¿Le gusta, pues, que “Los místicos de Occidente” haya sido traducida al castellano?
-Creo que el imaginario de un español está hecho para comprender estos argumentos. La mística española es una de las cosas más importantes que Europa puede ofrecer. Habiendo leído algunas cosas fundamentales y habiendo podido saber que san Juan de la Cruz es el primer autor que instaura un lenguaje incomprensible para reflexionar sobre la incomprensibilidad de la experiencia mística -como muy bien explica Luce López-Baralt-, es lógico que el público que lee en español pueda sentirse como en casa al leer a todos estos autores.
-¿Por qué se detiene en el siglo XVIII? ¿Acaso no hay místicos en los siglos XIX y XX?
-Porque a partir del siglo XIX cesa el gran estilo de la mística. En el siglo XIX hay místicos, pero si contemplo su estructura, su manifestación, me encuentro siempre con un estilo un poco “miserable” respecto a la época que yo considero plena. Y en nuestro siglo, que ya se acaba, es muy difícil hallar una escritura como la de antaño.
-¿Tal vez su último libro “Il dio dell'ebbrezza (Antología dei moderni dionisiaci)” (1998) sea una continuación laica de dicha tradición?
-Hoy la tradición mística no se ha perdido. Continúa en los lugares más impensables, y la gente educada para ello la recibe. En esta antología de autores “dionisiacos" figuran dos españoles: Federico García Lorca, con su “Teoría y juego del duende”, un texto extraordinario: y el inventor del esperpento. Ramón del Valle-Inclán, con fragmentos de “La lámpara maravillosa”.
-Su interés y estudio de la simbología ha sido constante a lo largo de toda su vida. ¿Podría definirla?
-La simbología está basada en relaciones de objetividad: en absoluto es arbitraria. En una perspectiva simbológica, todo está en realidad situado en una parrilla de correspondencias analógicas. Los diversos objetos visibles son análogos entre sí, siempre que sean análogos, a nivel acústico, siempre que mantengan un ritmo idéntico. Este es el gran principio sobre el que se basaba Marius Schneider. Los arquetipos, de acuerdo con este principio, coinciden con los ritmos fundamentales, los cuales, muy a menudo, son los de los principales movimientos celestes, y también lo hacen con las relaciones numéricas que los definen. El conocimiento simbólico puede captar instantáneamente, sin necesidad de fundarse como discurso, toda una retahíla de analogías. Es como un rayo-forma de tipo fractal: revela un campo de analogías, un área de parrilla simbólica. Por eso, cuando esto acontece, quien lo percibe experimenta un sentido de liberación de los límites habituales del espacio y del tiempo. El conocimiento simbólico da acceso a las modalidades supremas del ser (formas o seres formantes) y puede, por ello, conducir a estados extáticos. O dicho de otra manera: al contemplar un símbolo y pasar vertiginosamente de un significado a otro, puede provocar en el sujeto una especie de vértigo, es decir, de éxtasis.
-De los numerosos estudiosos que ha conocido, estudiado, traducido, ¿quiénes le han interesado más?
-Ion P. Culianu tenía una gran sensibilidad simbológica. Pero, sin ninguna clase de dudas, el maestro que más me ha impresionado ha sido Marius Schneider. Podría añadir a casi todos los grandes maestros del siglo XX, desde los simbólogos astrales y de la escuela de Leipzig, pasando por Frobenius, R. Guénon. S. Weil, A. Coomaraswamy, hasta llegar a Eliade, Corbin, Durand. De todos ellos me he ocupado en numerosas ocasiones. Quien esté interesado podrá comprobarlo leyendo la voz "Simbología", que redacté para la “Enciclopedia del Novecento” (1982, volumen VI). Sin embargo, para mí, el más interesante ha sido Marius Schneider, puesto que fue él quien relacionó la musicología con la simbología, un punto muy importante.
-También se ha interesado por el fenómeno religioso. ¿Podría hablarnos un poco de su libro “Las tres vías” (Paidós. 1997), donde sintetiza los puntos esenciales de varias religiones?
-"Las tres vías” se ocupa, fundamentalmente, del hinduismo y sólo de una ligera forma de budismo. Respecto al cristianismo ya preparé “Los místicos". El pequeño libro responde a la finalidad con la que nació: resumir los dos o tres años de vida que estuve, principalmente, en India. Allí tuve experiencias fundamentales: no sólo visiones, símbolos, personas, sino también intuiciones de conceptos básicos que pude “vislumbrar" deambulando por los campos y tierras de India, viviendo en sus aldeas.
-En su vida, ¿han sido más importantes dichas intuiciones o las que ha podido aprehender junto a los chamanes, en el estudio de quienes ha transcurrido mucho tiempo?
-Entre los chamanes tuve experiencias completas de chamanismo sólo en Corea. Allí, incluso tuve la fortuna de poder asistir a la ceremonia de iniciación de una chamana, a su transfiguración, a su asunción de otra personalidad. Fue, sin embargo, una experiencia limitada en el tiempo y tal vez no tuvo la misma intensidad de los encuentros que hice en India.
-Como colofón, ¿podría decirme quiénes han sido los maestros que, sin haber escrito nada, le han impresionado más?
-Cuando vivía en Roma -cerca de la Porta Mágica, en la Vía Merulana, por donde habíamos paseado en tantas ocasiones- tuve seis gatos. Dos, como mínimo eran grandes sabios. De ellos lo he aprendido todo: cómo debe tumbarse uno, cómo se avanza al andar, cómo se contempla. Todas estas acciones son términos que, para un místico, configuran su bagaje natural en la medida en que representan sus arquetipos.

PERFIL
Un autor singular y enigmático
Desde hace más de medio siglo, el erudito Elémire Zolla, ex catedrático en la Universidad de Roma III, se ha dedicado al estudio de la simbología, el misticismo, el chamanismo, la alquimia, la tradición y las religiones orientales.
Con la publicación en castellano de “Los místicos de Occidente" (4 volúmenes). Paidós prosigue su encomiable tarea de difundir la importante obra de este autor. Hasta ahora Paidós ha editado “La amante invisible" (1994). “Auras" (1995). “Las tres vías" (1997) y piensa publicar alguna obra más, como “La nube del telar". Desde que apareció en 1959, “L'eclisse dell'intelettuale". Zolla ha ido desgranando numerosas obras, de las que señalaremos las más importantes (que nos demuestran la cantidad de registros y el amplio campo de estudios de este erudito tan singular como enigmático): “Storia del fantasticare" (1963). “Le potenze dell''anima" (1960), “I letterati e lo sciamano" (1969). "Che cos'é la tradizione" (1971), editor de “I1 superuomo e i suoi simboli nelle letterature moderne” (3 volúmenes. 1971-73). “Le meraviglie della natura. Introduziones all’alchimia" (1974). “The androgyne” (1982, original en inglés). “Arquetipos" (1981) -original inglés, hay traducción castellana-. "Uscite dal mondo" (1992). “Lo stupore infantile” (1994), “La nube nel telaio" (1996) e “II dio dell’ebbrezza" (1998).
La Vanguardia Libros 10 de noviembre 2000 p. 4

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