jueves, 23 de febrero de 2017

Juan Perucho sobre la magia



Divagaciones
La magia

LO leí en un periódico y, aunque no me sorprendió demasiado, sí que me llamó la atención la cifra que restallaba en los grandes titulares. La noticia, respaldada por una estadística oficial del C.I.D. de Friedrichshafen, decía que en Alemania existen en la actualidad más de ciento cincuenta mil brujos y que en muchas regiones, concretamente en Luneburg, cerca del lago de Constanza, el sesenta y cinco por ciento de la población cree en los espíritus. Naturalmente, la imagen del brujo ha variado un poco con el tiempo y, según la citada información, estos singulares personajes van ahora correctamente vestidos con trajes de paño inglés y conducen elegantes "Mercedes”. Sus honorarios alcanzan, por término medio, los seiscientos marcos.

También en Italia hay brujos, y son particularmente famosos los de Castelmezzano, pueblo que es como la capital de la magia en las regiones del sur. En Perusa se practica el rito de “Sega vecchia”, cuyo tituló me recuerda, extraña y nebulosamente, una canción de mi niñez. Van y vienen las “macciara”, curando el mal de ojo y, hasta hace poco, porque el pobre se murió de un cáncer, fue reverenciado el mago “Giuseppe”, cuya celebridad le procuraba correspondencia con los emigrados de América. Hay asimismo magos y astrólogos en Francia, la del tradicional espíritu cartesiano, país donde están registradas más de cincuenta mil echadoras de cartas. En los Estados Unidos existen treinta mil astrólogos y veinte revistas dedicadas a esta especialidad oculta, una de las cuales tira quinientos mil ejemplares. Hay magia en España y Portugal, en todo el orbe civilizado, y no hablemos ya de esas comunidades, recientemente despertadas de su largo sueño, cuya mentalidad fue calificada por Lévy-Bruhl, no sé si con razón, de "primitiva".
Por otro lado, nunca como ahora había interesado la magia. Es frecuente, en determinados círculos cultivados, hablar de magia, y ya el surrealismo hace años nos familiarizó con un concepto mágico del arte y de la poesía. Vino entonces una ola de irrealidad y de irracionalidad que desveló poderes ocultos, agazapados en la sombra y en lo más profundo de la sangre. Esto no ha terminado. Hay un gusto muy actual por lo esotérico, lo misterioso y, tanto en la literatura como en el cine y en las artes plásticas, es muy fácil comprobarlo. En Francia, y para un público mayoritario, tres libros, en poco tiempo, han alcanzado un gran éxito editorial: “Le Miroir de la Magie”, de Kurt Seligmann; “Histoire de la Magie”, de Francois Ribadeau, y “Histoire en 1.000 images de la Magie”, de Maurice Bessy. Editoriales especializadas, como “Le terrain vague”, lanzan colecciones y revistas de temas fantásticos y sobrenaturales. En un plano mucho más intelectualizado y digno. “Planète” ha sabido aliar el cientifismo y la magia con gran sugestión y ha inventado un nuevo método de conocimiento: el “realismo fantástico”. “Planète”, sea dicho de paso, es una de las mejores revistas que, sin ayuda alguna de la publicidad, hoy se publican en el mundo.
¿Por qué, en nuestra era de viajes interplanetario, el hombre, a pesar de todo, se siente deslumbrado por la magia? Louis Pauwels, en el libro “Le matin des magíciens”, que escribió con la colaboración de Jacques Bergier, nos lo explica diciendo que magia y ciencia no son hoy tan dispares como parecen a primera vista. “La Física —escribe—, la biología y las matemáticas, en sus posiciones avanzadas, se identifican hoy en día con ciertos postulados del esoterismo, vuelven a encontrarse con ciertas visiones del cosmos y con relaciones de la energía y de la materia propiamente ancestrales. Las ciencias, en la actualidad, dialogan con los antiguos magos, alquimistas, taumaturgos. Una revolución se opera bajo nuestros ojos, y ésta es la boda inesperada de la razón, en la cúspide de sus conquistas, con la intuición espiritual”. En efecto, el racionalismo parece haber pasado de moda y nuestras convicciones científicas, que se forjaron en la escuela y que heredamos del positivismo del siglo XIX, caen por los suelos. Si hojeamos un manual de física moderna veremos que, contrariamente a lo que creíamos y habíamos creído todos, una proposición puede ser a la vez verdadera y falsa y una misma entidad puede ser a la vez continua y discontinua. Alguien, oyendo esto, puede morirse del susto.
Sin embargo, yo creo que si el hombre siente interés por la magia, aunque sea con una sonrisa irónica en los labios, es por una enorme sed de lo sobrenatural, por su pasión por lo desconocido y lo maravilloso. La ciencia moderna es extraordinaria, esta es la verdad, Pero la ciencia produjo, entre otras cosas, la bomba de Hiroshima, devastó grandes ciudades de Europa y laceró los campos empapándolos de sangre. Ha aportado, también, enormes beneficios, es cierto. Pero el hombre se vuelve de espaldas a todo ello y, en su intimidad, sin pensarlo más prefiere maravillarse con la estrella y el pájaro, con el ulular del viento, con el hechizo de unos ojos misteriosos, con el eco de una voz perdida. Nadie se lo podía explicar, y puede que esto sea, en el fondo, algo mágico. Como también es posible que este curioso fenómeno sea conocido por algunos con el antiguo y raro nombre de Poesía.
Juan PERUCHO
La Vanguardia Española 1963, diciembre 07, p. 11

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