lunes, 12 de mayo de 2008

Una entrevista a Gonzalo Torrente Ballester sobre la generación del 36. (II). El primer franquismo. (1939-1946)

César Alonso de los Ríos: En el Año de la Victoria, en la colección Breviarios del Pensamiento Español, y se lo dedicaste [una biografía y antología de textos de José Antonio Primo de Rivera] a Pilar Primo de Rivera. Este texto es una de las referencias básicas del Movimiento. Laín citó en Los valores morales del nacional-sindicalismo tu forma de mirar a José Antonio como un mito: «el mito nacional de España».
Gonzalo Torrente Ballester: Se deshumanizó la figura de José Antonio. Se hizo un esfuerzo retórico tremendo.
CAR: Explicabas la razón por la que los falangistas le citaban siempre de forma escueta, sin adjetivos: el Jefe Nacional, el Fundador...
GTB: Era el ser destinado, jefe de un partido por fatalidad.
CAR Había una división de funciones entre el mito de José Antonio y el de Franco, vivo.
GTB; Uno era tangible. Se le podía ver y tocar el otro habitaba en las imaginaciones como un «héroe».
CAR: Escribiste un folleto que todavía yo he comprado en el Rastro por cinco mil pesetas, Antecedentes históricos de la subversión mundial (Cuadernos de Orientación Política, Editora Nacional, Barcelona, 1939).
GTB: Estás inquisitorial.
CAR: He trabajado. Ahí sí te confiesas totalitario.
GTB: Si me permites ¿quién que era entonces no era totalitario? Los comunistas, los fascistas ... Los problemas eran de tal orden que había que contar con todos y dar respuestas a la globalidad con concepciones globales. Las masas ... y luego se nos criticaba por elitistas. Por necesidades de organización y de disciplina. La guerra contemporánea exigió también la participación del ciudadano en su totalidad. Ya en la Gran Guerra se había movilizado la sociedad entera por vez primera en la Historia.
CAR: Jünger.
GTB: Jünger.
CAR: Tú pensaste como José Antonio Primo de Rivera aquello de que Rousseau había sido un ser nefasto y un resentido al que le irritaba la sociedad demasiado perfecta en la que vivía.
GTB: Era nuestro credo.
CAR: Lo que siempre he entendido menos es que tuvierais tanta animadversión al capitalismo internacional como al proletariado internacional.
GTB: Porque ambos negaban la realidad de las patrias. Unos utilizaban la Masonería y los otros la Internacional Comunista.
CAR: Simpatizabais con el anarquismo.
GTB: Era una consecuencia sincera de la democracia. Sucede que el anarquismo como tal es un seño de perturbados o inadaptados.
CAR: Había en todas aquellas doctrinas un alto grado de religiosidad.
GTB: Especialmente en el comunismo. Por eso Laín propone como réplica unos valores morales y religiosos. Rusia como paraíso. La redención en la tierra. El reino de este mundo. Y de paso el modo apostólico La guerra santa de otro modo. Y la cobertura, la justificación del progreso.
CAR: Javier Maríño (Historia de una conversión) te la publicó Editora Nacional. Había en ella mucho de biográfico, y no por casualidad. .
GTB: Reconozco que había mucho de justificación personal. Era una explicación del señorito, que yo no era, que tontea en París con las utopías del momento encarnadas a veces en personas, en una mujer, comunista, hasta que se da cuenta del error de aquéllas y la contradicción entre ésta y la moral. Y por supuesto la traición que supone todo ese mundo cuando la patria está en guerra, en peligró, y es obligado tomar partido. El subtítulo indica el cambio.
CAR: Citabas a Pascal: «Toute conversion est un petit jugement». Javier Mariño fue la explicación que, a mi juicio, debías a Ridruejo, que volvía de la División Azul. Leo la dedicatoria: «Esta novela, Dionisio, comenzada cuando combatías en Rusia, fue desde un principió destinada a ti. Ahora, de vuelta entre nosotros, te la envío como prueba de amistad y camaradería».
GTB: No le gustó nada a Dionisio.
CAR: ¿Por razones literarias?
GTB: Le parecía una novela falsa. No creíble ni en sus personajes, ni en su argumento.
CAR: Dando un salto en el tiempo, las reacciones ante tu obra siempre te han llamado la atención. Por ejemplo, nunca esperaste el fracaso tan fuerte de Don Juan.
GTB: Es verdad.
CAR: Ni el inmenso éxito de La Saga/Fuga de J.B.
GTB: Ahí empalmé con la moda. Más raro fue el fracaso de venta de Los gozos y las sombras, que estaba escrita en clave tradicional, decimonónica, con personajes y situaciones muy atractivas.
CAR: Es tu gran obra y, desde luego, una de las grandes novelas españolas.
GTB: Pues si no es por la televisión ahí sigue, muerta de risa.
CAR Estoy seguro de que habría pasado con Los gozos lo mismo que con La Regenta. Volviendo a Javier Mariño, nunca entendí por qué pudo molestar a la censura hasta el punto de prohibirla. Estaba en sus claves.
GTB: Molestaban los planteamientos mismos. Aunque la solución fuera la ortodoxa. Recuerda las dificultades de La familia de Pascual Duarte.
CAR: El tropiezo con la Administración no te perjudicó en tu carrera.
GTB: Yo era uno de los suyos. O más que ellos, en ese momento. Aquel mundo no puede entenderse con la perspectiva de hoy. Había mucha endogamia.
CAR: Aunque se publicó en 1946, tu primera obra había sido El retorno de Ulises. Ulises era José Antonio, el Ausente ¿Y Penélope? La propia España que tejía, al decir de Ridruejo, el retrato del ausente de proporciones gigantescas y semidivinas. Quizá lo hace como defensa frente a los pretendientes porque, al final, es sólo ella la que reconoce al héroe.
GJB: Todo eso pertenece a los tiempos heroicos.

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