martes, 4 de agosto de 2009

El adiós a Heidegger /Sobre la filosofía y la barbarie


Leyendo las Memorias de Hans Jonas, he encontrado un capítulo, "El adiós de Heidegger", en el que el filósofo judío de origen alemán, hace una amplia referencia a sus relaciones con Heidegger y, de paso, realiza unas reflexiones sobre la responsabilidad que todo aquel que aspira a ser llamado filósofo, debería tener ante regimenes tan repugnantes como el nacionalsocialista. Personalmente, tomo tales reflexiones como propias.

"Tras la guerra mi reflexión se desarrolló principalmente bajo el signo del alejamiento del existencialismo heideggeriano, al que yo oponía mi filosofía de la vida. Uno de los estímulos era sin duda el choque que me había producido el comportamiento de Heidegger durante la época nazi, el discurso que había pronunciado como rector en Friburgo el 27 de mayo de 1933 y lo mezquina e infamemente que se había comportado con Husserl. Estando en Londres oí decir que se había hecho nazi, y cuando, perplejo, comenté con algunos amigos cómo era eso posible, alguien me dijo que era evidente, que el problema era que yo simplemente no me había percatado de la evolución, y me preguntó: "¿Por qué acudiste a él? Todavía no logro entenderlo. ¿Y por qué te sorprende tanto? La predisposición era perfectamente reconocible en el pensanto de Heidegger. En realidad no es una sorpresa, pues muchos rasgos de su pensamiento, por ejemplo el romanticismo de la sangre y la tierra y otros elementos parecidos, le hacían susceptible de apoyar el despertar nacional". No puedo juzgar si esa gente sólo podía afirmar todo aquello retrospectivamente o si, como decían, realmente era cierto que lo habían identificado ya con anterioridad. En cualquier caso para mí, sobre quien Heidegger había ejercido una gran influencia, había sido una decepción cruel, amarga, y una decepción que no sólo alcanzaba a su persona, sino también a la fuerza de la filosofía para proteger a los hombres de algo así. Heidegger es, en lo tocante a la originalidad de su pensamiento, una poderosa figura de la historia del espíritu, un innovador que descubrió nuevos territorios. Que el pensador más profundo de la época acoplase su paso a la estruendosa marcha de los batallones pardos me pareció la catastrófica debacle de la filosofía, la bancarrota del pensar filosófico. Durante mucho tiempo había acariciado la idea de que la filosofía debía proteger ante algo así, debía hacer invulnerable al espíritu contra eso. Sí, incluso estaba convencido de que el trato con las cosas más elevadas e importantes ennoblece el espíritu de los hombres y hace que sus almas sean mejores. Y ahora descubría que la filosofía era evidente que no lo había hecho, no había salvaguardado a ese espíritu del extravío, de rendir tributo a Hitler, incluso, si la gente con la que había hablado tenía razón, le había predispuesto a ello. Todo aquello no era posible. Todo gesto simpatizante, toda claudicación, toda cooperación: siempre se podían argüir como causas la estupidez, la ceguera, la debilidad, la cobardía, pero que el pensador filosófico más importante y original de mi tiempo participase fue un golpe tremendo para mí, no sólo personalmente, sino también en el sentido de un acontecimiento de la historia de la filosofía a tener seriamente en cuenta. "